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El Palo: el humilde barrio de pescadores de Málaga donde ahora todos quieren vivir

El proceso de gentrificación acelera en este rincón al este de la ciudad, ahora repleto de apartamentos vacacionales y con el precio de la vivienda disparado, con casas de hasta cuatro millones

Bañistas playa de El Palo Malaga
Varios bañistas disfrutan de la playa de El Palo, en Málaga, el pasado 25 de abril.Garcia-Santos (El Pais)

En el paseo marítimo de El Palo, barriada al este de Málaga, hay un puñado de casas que lindan con la arena de la playa. Son los antiguos chambaos de pescadores que se transformaron en sencillas viviendas con pocos metros cuadrados, que han incitado a hacer vida en la calle. Ahí creció José Domínguez, de 47 años, que a lo largo de su vida ha visto cómo la lenta transformación de su entorno ha pisado el acelerador en los últimos años, más aún con la pandemia. Muchas de esas casitas tienen ahora fachadas recién pintadas y barandillas de vidrio en la terraza. Son apartamentos vacacionales, solo una pista de cómo la masificación turística que afecta al casco histórico se expande por los barrios litorales de la ciudad. “El Palo era el único sitio de Málaga donde los pobres vivimos donde querrían vivir los ricos”, cuenta Domínguez, nieto de cenachero y al que aquí conocen como Dino. Desde 2014 dirige un sencillo negocio de alquiler de tablas de paddle surf, kayak y otras actividades náuticas junto a su pareja, Elle Bizauskaite, de 35 años.

En El Palo residen unas 30.000 personas, según los datos municipales. El 5% de la capital. Es una zona popular que ha vivido con cierta independencia respecto al resto de la ciudad. Ya en el siglo XIX tuvo alcalde pedáneo —e incluso solicitó su independencia— y sus mayores siguen hoy diciendo que van a Málaga cuando toman el autobús hacia el centro, a cinco kilómetros y desde donde rara vez interesaba viajar a territorio paleño. Ahora sí, porque aunque nunca tuvo la mejor fama, el barrio está de moda en la ciudad de moda. Hasta el equipo de La chica de nieve eligió estas calles para el rodaje de la serie. Su proceso de gentrificación está en marcha. Hay detalles en cada rincón: el antiguo restaurante Casa Pedro es hoy una cafetería con decoración vintage estilo Hollywood, un negocio de noodles para llevar ha sustituido a las bodegas Quitapenas, en el único hueco verde que quedaba en el paseo marítimo, cerca de El Tintero, están construyendo un nuevo chiringuito y La Casita, negocio hostelero referente en la zona por sus bajos precios y sencillez, cerró el pasado 28 de febrero porque el alquiler se multiplicaba. “Todos sabemos lo que está pasando en Málaga”, dice Alejandra Ruiz Escassi, su responsable.

Un informe del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU), dependiente del Ayuntamiento de Málaga, refleja que si la planificación urbanística sirvió para establecer unas reglas del juego en los años 80, hoy éstas “cambian o se modifican a voluntad de los poderes económicos” rompiendo “el equilibrio estratégico de la ciudad”. La ruptura en la zona este se ha producido por el alquiler vacacional o la adquisición especulativa de viviendas, que ha dado una vuelta por completo a un barrio popular cuyos precios hoy suben como la espuma. Los datos de Idealista reflejan que en 2016 el precio del metro cuadrado era aquí de 1.531 euros y hoy es de 2.587, casi un 60% más en apenas siete años. Y no hay ninguna obra nueva en marcha.

Mercedes Pírez, presidenta de la Asociación de Vecinos y Vecinas de El Palo y Paco Leal, vecino de El Palo, pasean por la zona de Las Cuevas, el 25 de abril de 2023.
Mercedes Pírez, presidenta de la Asociación de Vecinos y Vecinas de El Palo y Paco Leal, vecino de El Palo, pasean por la zona de Las Cuevas, el 25 de abril de 2023.Garcia-Santos (El Pais)

Navegar por la web del portal inmobiliario demuestra la escasez de oferta disponible en el barrio, extrema en una ciudad donde ya es exigua en general. El precio medio supera los 300.000 euros en pisos de un centenar de metros cuadrados. Hay antiguas casas por más de 600.000 euros y las que se construyen al otro lado del arroyo Jaboneros, en Pedregalejo, parten de precios superiores a los 700.000 euros. Más arriba, en Pinares de San Antón, las villas cuestan ya cuatro millones. El alquiler es casi peor: hay apenas 37 pisos para renta de larga duración frente a los 245 vacacionales. Y en todo el barrio existen solo ocho inmuebles por debajo de los 999 euros al mes, con precios como 1.150 euros para un piso de 52 metros. “Todo ha subido una burrada”, reconoce Jesús Rodríguez, de 28 años, que trabaja como comercial en Clikalia. El último piso que vendió, de 90 metros y completamente reformado, lo hizo en un bloque donde no permiten alojamientos vacacionales. Costaba 250.000 euros y apenas duró un mes en el mercado. “El 80% de quienes fueron a verlo eran de la zona. Nadie quiere moverse de ahí”, subraya. Pocos lo consiguen ante la subida de precios. El informe del OMAU destacaba también que la gentrificación se extiende “con especial intensidad en la zona este, donde los jóvenes que allí nacieron tienen que buscar vivienda en otros barrios o en la corona metropolitana”.

“El centro de la ciudad nos está empezando a comer”, señala Mercedes Pírez, uruguaya de 53 años que ejerce desde hace ocho de presidenta de la Asociación de Vecinos y Vecinas El Palo, con casi 400 socios. Cree que el turismo ha encontrado en el barrio lo que no existe ya en el centro: “La esencia popular, diferente, local”. “Pero vamos camino de que esto se convierta en Torremolinos o Benalmádena y pierda su personalidad”, añade Pírez, que duda sobre la renovación del paseo marítimo, valorada en 15 millones, proyectada por el Ayuntamiento. “El turismo vacacional nos rodea”, insiste Paco Leal, vecino de 78 años, mientras pasea por el área conocida como Las Cuevas. Es un puñado de deliciosas callejuelas peatonales donde hace varias décadas solo había pequeñas casas ligadas a la exclusión social, algunas excavadas sobre la arena, de ahí su nombre. Hoy es como un pequeño pueblo donde las viviendas humildes se mezclan con otras reformadas, recién blanqueadas y adquiridas por extranjeros. Hay parejas de finlandeses que han comprado aquí, pero en su mayoría son holandeses, con una pequeña colonia asentada ya en la zona.

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El presentador de televisión Jeroen Pauw, de 62 años, es uno de los nuevos residentes temporales. Cuenta su pareja, Zoe Goddijn, de 50 años, que ambos se enamoraron de El Palo hace una década “por su atmósfera auténtica, ausencia de turismo y la cercanía del centro”. Tras varias visitas para descansar, comenzaron a soñar con adquirir una casita de pescadores. Hace cinco años la encontraron, hecha polvo, pero la reformaron y ahora es una preciosidad cerca de la playa y junto al negocio de Dino. Viajan cada poco tiempo y aseguran haber visto la evolución del barrio, con cada vez más casas alquiladas para estancias cortas. “Ojalá se mantenga más o menos como ahora”, afirma Goddijn, quien asegura que es “prudente” a la hora de hablar de la calidad de vida en este rincón de Málaga, haciendo bueno un lema de una campaña municipal: Lo que pasa en El Palo, se queda en El Palo. Un barrio en peligro de extinción.

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