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El español Pablo González, seis meses preso y solo en Polonia, cinco cartas a su esposa y cuatro visitas

El periodista está incomunicado desde que fue arrestado hace seis meses acusado de espiar para Rusia, donde nació. “Tendré que volver a aprender a caminar en línea recta”, le ha escrito a su pareja

Pablo González
El periodista Pablo González, en una imagen de febrero difundida por Reporteros Sin Fronteras.@PABVIS
Jorge A. Rodríguez

Pablo González Yagüe, de 40 años recién cumplidos, ha perdido peso y últimamente está desanimado. El periodista español, colaborador de Público y La Sexta, lleva preso e incomunicado en una cárcel de Polonia 184 días, desde que fue detenido en un hotel de Przemyśl [una ciudad a escasos kilómetros de la frontera de Ucrania], la noche del 27 al 28 de febrero, “bajo sospecha” de espiar para Rusia. El 23 de agosto se enteró de que le han prorrogado otros tres meses la prisión preventiva. Otros tres meses en soledad durante 23 horas diarias en una celda sin ventanas del módulo de alta seguridad de la cárcel de Radom, a unos 70 kilómetros de Varsovia, con solo una hora de paseo en un patio de siete por cuatro metros. Todo esto los sabe su pareja, Oihana Goiriena, por las cinco cartas que ha recibido de Pablo desde que está recluido, donde ha podido leer entre líneas, sobre todo en las dos últimas, que “está desanimado”.

El periodista, residente en Gernika (Bizkaia) y con la doble nacionalidad española y rusa, fue detenido por las autoridades polacas, que lo han acusado de haber realizado “operaciones en beneficio de Rusia, beneficiándose de su condición de periodista”, tal y como explicó el Gobierno de Varsovia tres días después del arresto, que ocurrió mientras se encontraba en Polonia cubriendo la crisis de refugiados tras el estallido de la invasión rusa de Ucrania.

Poco más sabe la familia. “No hemos podido visitarlo y siempre hay algún impedimento”, afirma Goiriena. Lo mismo dice su abogado español, Gonzalo Boye, quien se queja de la “ingente cantidad de documentación” que solicita Polonia para cualquier trámite relacionado con el preso. “Hasta han pedido el libro de familia traducido al polaco”. No pueden ni llamarlo por teléfono.

Polonia asegura que Pablo González, con tres hijos, utiliza como “alias” los nombres de Aleksey Rutsov o Pavel Rubtsov, tal y como figura en el auto de prisión original. Pero esos, efectivamente, son los nombres que le pusieron al nacer: Pavel Alekseevich Rubtsov. Nació en 1982 en Moscú, ya que es nieto de un “niño de la guerra”, los menores trasladados a Rusia durante la Guerra Civil española. “Por eso tiene la doble nacionalidad y dos pasaportes y está inscrito con los dos nombres en el Registro Civil de Vizcaya desde 1991, en virtud de la sentencia de divorcio de sus padres”, asegura Boye. Cuando fue detenido llevaba el pasaporte español y el ruso, cada uno con su nombre respectivo, por lo que ambos fueron considerados falsos por la policía polaca.

El padre del preso, Aleksiej, aún reside en Moscú. De hecho, le manda mensualmente 350 euros por transferencia, lo que ha sido considerado por las autoridades polacas como una prueba de que está al servicio de Rusia. “El padre, ese dinero nos lo envía por el alquiler de unos pisos de la abuela en la capital rusa para echarnos una mano, porque mi marido es autónomo y freelance, y a veces el trabajo no le da”, asegura Goiriena, residente en Gernika (Bizkaia). La familia viaja con frecuencia a Rusia

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Los recibos de esas transferencias, que también recibe la hermana del detenido, han sido esgrimidos como pruebas ante el nuevo abogado polaco que atiende al periodista. Tanto la familia como Boye reclaman una mayor implicación del Gobierno español, e incluso quieren llevar el caso al Grupo de Detenciones Arbitrarias de la ONU “e incluso plantear a la Cruz Roja que lo trate como un prisionero de guerra”, apunta Boye. Ni este ni la pareja de Pablo tienen queja del cónsul, Eduardo Merino de Mena. Al contrario.

La Embajada de España en Varsovia asegura que está haciendo “el oportuno seguimiento” desde que supo del caso, y explica que Pablo González ha sido visitado por el cónsul en cuatro ocasiones, la primera el 7 de marzo y la última el 21 de julio, según Asuntos Exteriores. Durante dichas visitas al presidio, se le recomendó al periodista que contratara a un abogado local (“y así lo hizo”, ha asegurado la Oficina de Información Diplomática), a la vez que se hacía “hincapié a las autoridades polacas en la necesidad de respetar sus derechos”.

Boye asegura que el Gobierno de España “no ha hecho nada” para ayudar al periodista. De hecho, se quejan de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, apenas le dedicó tiempo al asunto durante su visita a Polonia en junio pasado, cuando dijo que quedaba a expensas de los tribunales del país. Tampoco están satisfechos con el abogado contratado en Polonia. “Cuenta mucho de cómo está físicamente, pero de la causa cuenta poco”, explica. Sí está muy agradecido al cónsul Merino de Mena. “El hombre se ha portado humanamente: le ha visitado cuatro veces y nos ha dicho como está”, explica. ¿Y, cómo está?

Eso lo saben, sobre todo, por las cinco cartas que el preso ha mandado a su familia. La primera llegó el 31 de mayo. “Al principio estaba animado, optimista. Ten en cuenta que son cartas para leerlas a los niños y el tono es positivo”, cuenta Oihana. Las dos últimas llegaron a mediados de junio, entre el 15 y el 19, tras conocer la primera prórroga de la prisión e incomunicación por otros tres meses (la de ahora es la tercera prórroga). “Sé que las escribió seguidas y el tono... entre líneas veo que está desanimado”, añade.

Las cartas cuentan la situación de reclusión extrema, en las que apenas sale de su celda, con una “ventana opaca”, para pasear por un patio de altos muros de 7x4 metros. El detenido ha recibido una carta de su esposa. Él ahora sabe que no está solo, que tiene apoyos. Está delgado (20 kilos menos), alicaído, pero firme en la defensa de su inocencia y seguro de que tiene el apoyo de su familia. “Y cuando estás incomunicado y solo, créeme, eso es mucho”, afirma Boye. Pablo González sabe que tendrá secuelas. Se lo ha escrito a su esposa con un punto de ironía: “Tendré que volver a aprender a caminar en línea recta”.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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