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Debate sobre el estado de la nación
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El vocabulario del presidente, mirado con lupa

Las palabras más repetidas en el discurso de Sánchez fueron “España”, “país”, “inflación” y “guerra”: todo un retrato de la actualidad. El jefe del Gobierno incurrió en pleonasmos y eufemismos

Palabras más repetidas por Pedro Sánchez en su discurso durante el debate del estado de la nación.
Palabras más repetidas por Pedro Sánchez en su discurso durante el debate del estado de la nación.
Álex Grijelmo

Los jefes de Gobierno suelen contar con asesores en economía, en derecho, en cultura… pero no se conoce que dispongan de asesores en lengua.

Si los tuvieran, Pedro Sánchez no habría incurrido al leer su discurso sobre el estado de la nación en ciertos pleonasmos: “El 45% del total de las importaciones”, “un 3% del total de empleos”… (los porcentajes se proyectan siempre sobre algún total); “crear nuevos empleos” (nuevos habrán de ser, si se crean), “organismos de nueva creación” (o sea, organismos nuevos); o “cada vez que la sociedad se acerca a una crisis aparecen siempre los mismos” (al decir “cada vez” ya se sabe que se está diciendo “siempre”).

Tampoco habría construido en su escrito frases de sintaxis defectuosa: “Lo que tratan es de revocar” (sino “lo que intentan es revocar” o bien “de lo que tratan es de revocar”); “tenemos clara cuál es la ruta” (“tenemos claro cuál es la ruta” o “tenemos clara la ruta”); “se tardaron más de 10 años en recuperar los niveles de empleo”, “en la anterior crisis financiera se tardaron 11 años” (en lugar de “se tardó”).

Ni habría acuñado conceptos de dudosa formación, como hizo al referirse al “autoconsumo colectivo” de electricidad (tal vez quiso decir “autoproducción”).

Y habría recibido algún consejo contra la conversión de palabras agudas o llanas en sobresdrújulas: “oportunidad para industrializarnos”, “la gitalizacion”, “la gobernanza”. O sobre el uso de anglicismos que la mayoría de sus conciudadanos desconoce, como los hubs digitales (polos de promoción, nodos, centros neurálgicos…, lo que sea que se quisiese decir).

También sabría, si tuviera buenos asesores de lengua, que el pronombre “les” se usa para concordar con complementos en plural con mejor estilo que su versión en singular: “Me gustaría decirle a nuestros conciudadanos”.

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Estas formas de expresarse, y otras de menor cuantía, no contribuyen mucho al prestigio de la clase política.

Al margen de descuidos como los anteriores, que se explican en el colegio, Sánchez utilizó recursos retóricos aparentemente voluntarios. Así, acudió al eufemismo “desajustes” para hablar de las divergencias, las discrepancias o las peleas en su Gobierno. Y eligió un verbo amplio, grande, inconcreto y tramposo como “movilizar” para reunir y mezclar bajo su manto lo mismo ayudas que inversiones, subvenciones o préstamos, de modo que se pudiese sumar todo como si fuera una misma cosa: “España ha movilizado más de 30.000 millones de euros”…

Y Ucrania fue mencionada 15 veces. Rusia, ninguna (salvo error por mi parte). En efecto, el presidente evitó la palabra “Rusia” para decir en su lugar “Putin”: “Vamos a seguir castigando a Putin”, por ejemplo (bien es cierto que acentuó mal su nombre, que ha de pronunciarse Vladímir, no Vládimir).

En cuanto al llamado lenguaje inclusivo, se mostró comedido. Utilizó las duplicaciones con cuentagotas, para seguir luego con los genéricos de toda la vida (“europeos”, “españoles”, “ciudadanos”…). Y aunque incurrió en un “nosotros y nosotras” (gramaticalmente es discutible que un varón se considere dentro del segundo término), evitó esa reiteración al hablar del necesario “encuentro entre catalanes”: de haber dicho “el encuentro entre catalanes y catalanas”, no se trataría tanto de buscar la concordia y el reencuentro de todo un pueblo como de una extraña reconciliación entre los hombres y las mujeres de Cataluña; cuando no se tiene noticia de que se hayan peleado entre sí.

La palabra más presente en el discurso fue “España” (62 menciones), seguida de “país” (39). Dos vocablos obvios en este contexto. Pero a continuación empataron los términos “inflación” y “guerra” (29 menciones cada uno), lo que sí adquiere ya un valor: ambos simbolizan la unión entre la invasión rusa y el aumento de precios. Esa inflación desbocada que sufrimos provocó precisamente la mayoría de las medidas anunciadas por el presidente.

A José Luis Rodríguez Zapatero se le reprochaba en 2008 que había tardado mucho en pronunciar la palabra “crisis”. Sin embargo, Sánchez situó ese término en el sexto lugar de la clasificación, con 23 registros (tras “Gobierno”, que ocupa la quinta plaza con 27). Pero si sumamos “social” (22 citas) y “sociales” (13), esta idea asciende al segundo lugar de la lista, con 45 menciones. Por ese lado, Sánchez sí aprobó el examen.


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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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