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Pegasus, la cara oculta del poder al servicio de los intereses de Israel

El controvertido programa espía se ha convertido en herramienta clave para una diplomacia de alianzas y la pujante industria de ciberseguridad del Estado judío

El consejero delegado y fundador de NSO, Shalev Hulio (centro), en 2019 en Herzliya (Israel). Foto: CONTACT PHOTO (ZIV KOREN / POLARIS) | Vídeo: VIRGINIA MARTÍNEZ / EPV
Juan Carlos Sanz

Cuando el Mosad o el Shin Bet, las agencias de inteligencia exterior y nacional de Israel, no quieren dejar pistas recurren a la empresa NSO, conocida por comercializar el programa Pegasus, ahora en el ojo del huracán por el espionaje a líderes independentistas catalanes, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a la ministra de Defensa, Margarita Robles. Los agentes de ambos servicios cuentan con herramientas de intervención de comunicaciones aún más potentes y secretas, pero no tanto como los instrumentos de ciberespionaje de última generación de la Unidad 8200, sanctasanctórum de la inteligencia militar del Estado judío. De sus entrañas surgieron en 2010 los ingenieros Niv Carmi, Shalev Hulio y Omri Lavie (cuyas iniciales de nombre forman el acrónimo de la compañía) para diseñar el virus troyano Pegasus. Desde entonces, han construido un emporio al servicio de los intereses israelíes, un poder que parece haber entrado en declive por los presuntos abusos que lo rodean.

Sin apenas escrutinio

NSO ha salido airosa de investigaciones judiciales en Israel, tras detectarse que Pegasus ha sido usado para espiar a activistas humanitarios, periodistas o políticos de la oposición en otros países. Un tribunal de Tel Aviv desestimó en 2020 una demanda de Amnistía Internacional para revisar el permiso de exportación del sistema de espionaje tras dar por buena la versión del Ministerio de Defensa. Una vista sobre una denuncia del partido Meretz (izquierda pacifista) en 2016 se desarrolló a puerta cerrada y la resolución que archivaba la causa fue declarada secreto oficial.

Israel atrae el 40% de las inversiones privadas mundiales en ciberseguridad, pero este sector, con compañías punteras, actúa sin apenas escrutinio parlamentario o judicial. Las 700 firmas de ciberseguridad israelíes recibieron el año pasado recibió 8.800 millones de dólares (8.350 millones de euros) en fondos extranjeros, según la Dirección Nacional de Cibertecnologías, tres veces más que en 2020. El 80% de los fundadores de estas compañías son jóvenes ingenieros procedentes de la célebre Unidad 8200 del Ejército.

Control gubernamental

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La Comisión de Asuntos Exteriores y Defensa de la Kneset (Asamblea legislativa) carece de información detallada sobre las exportaciones del sector de seguridad, según una investigación publicada en 2018 por el diario Haaretz. El Ministerio de Defensa, que supervisa las exportaciones de Pegasus, se niega a enviar a los diputados la lista de Estados a los que está prohibido vender armamento o tecnología de seguridad. “La industria [del ciberespionaje] no ha vacilado en vender material de capacidad ofensiva a muchos países que carecen de una firme trayectoria democrática”, como Baréin, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Nicaragua, Honduras o Kazajistán, resaltaba el periódico.

NSO, con sede en Herzliya, el Silicon Valley israelí al norte de Tel Aviv, suele responder con el mantra de que se limitan a “suministrar tecnología a agencias y servicios de seguridad de otros países para salvar vidas” en la lucha contra el terrorismo o el crimen organizado. Sostiene que sus empleados no operan el programa y cuentan siempre con autorización del Gobierno israelí. En su organigrama figura un comité ético que puede vetar los contratos, y desde 2019 se ha adherido a las directrices de Naciones Unidas sobre comercio y negocios responsables. En la práctica, el Ministerio de Defensa de Israel tiene la última palabra sobre las ventas de Pegasus.

Sancionada por EE UU

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos incluyó el año pasado a NSO en la lista de empresas vetadas en contratos públicos por suponer una “amenaza para la seguridad nacional”. La compañía ha visto cómo se deprecian sus activos desde entonces. Otras firmas de ciberseguridad israelíes, como Cellebrite y Candiru, se hallan también en el punto de mira de Washington por haber facilitado a regímenes autoritarios programas para controlar a la disidencia.

El asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, columnista en The Washington Post, dado por desaparecido en 2018 tras acudir al Consulado de Arabia Saudí en Estambul, parece estar detrás de la sanción. En una teleconferencia de prensa desde Moscú, Edward Snowden, excolaborador de los servicios de inteligencia que protagonizó una filtración masiva sobre los programas de espionaje de Estados Unidos, aseguró entonces ante un grupo de periodistas en Tel Aviv que Pegasus había sido utilizado para seguir el rastro de Khashoggi.

Mejora de imagen global

La exportación de programas como Pegasus formó parte también de la estrategia de los gobiernos del ex primer ministro Benjamín Netanyahu entre 1999 y 2021 para mejorar su imagen internacional, gravemente deteriorada por el conflicto palestino. Con la cesión de los programas de ciberespionaje busca ganarse aliados en Naciones Unidas, donde se cuestiona periódicamente la ocupación de Cisjordania y Jerusalén Este y el bloqueo de la franja de Gaza por parte de Israel. Responsables del Mosad solían visitar la sede central de NSO en Herzliya, revelaron a Haaretz extrabajadores de la empresa, junto con delegaciones de países árabes y africanos, interesadas en adquirir el programa Pegasus.

Espionaje policial a israelíes

El consejero delegado NSO, Shalev Hulio, siempre había asegurado que el programa estaba diseñado para no poder operar en los teléfonos de Israel. Las sospechas sobre la intervención por la policía israelí de teléfonos de cargos públicos, asesores gubernamentales y activistas sociales con Pegasus, sin autorización judicial, desembocó a comienzos de este año en investigaciones de la Fiscalía General del Estado y del Parlamento. Los agentes intervenían presuntamente los teléfonos de supuestos sospechosos con Pegasus para capturar datos de su móvil. Si lograban alguna prueba de cargo, solicitaban autorización judicial para “blanquear” el caso y regularizar la investigación de manera retroactiva.

El programa Pegasus comenzó a ser usado por las fuerzas policiales israelíes en 2013, tras la llegada al cuerpo de mandos procedentes del Shin Bet y de unidades de la inteligencia militar. “Las revelaciones actuales son buena muestra de un proceso natural de erosión de la democracia en Israel, crecientemente controlada por un aparato militar y de seguridad”, advirtió Yossi Mellman, analista experto en los servicios de espionaje, en las páginas de Haaretz. Las indagaciones emprendidas por la Fiscalía General, que contaron precisamente con la asistencia técnica del Shin Bet y el Mosad, acabaron exonerando a la policía israelí de las acusaciones de intervenciones de comunicaciones irregulares.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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