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El inspector Morocho ni se calló ni se fue

El inspector que investigó la trama corrupta en el PP confirma los intentos de apartarlo de la investigación con presiones y promesas económicas

En vídeo, los policías ratifican que la caja b que llevaba Bárcenas era del PP.

De camino al juicio, la radio del coche trae la voz de Javier Cercas. El escritor le está contando a Carlos Alsina que hasta aquí llegó la riada, que ya no aguanta más el acoso que desde hace años viene sufriendo por parte del independentismo catalán y que ahora se ha desbordado con la propagación de un infundio que lo acusa poco menos que de golpista. Dice Cercas: “Se trata de un aviso a navegantes. Lo que buscan es que me calle o que me vaya”.

Hay días en que es difícil aparcar cerca de la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares, pero hoy no. Ya han declarado todos los testigos de los papeles de Luis Bárcenas —casi todos por videoconferencia, parapetados tras una mascarilla en la soledad de sus despachos— y empieza la prueba pericial. La inaugura un policía que bien podría encarnar un personaje de una novela de Cercas.

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No es difícil imaginar la trama. El inspector Morocho —qué nombre para una novela— recibe en 2013 un encargo muy complicado por parte de un juez, pongamos que se llama Pablo Ruz y que se encuentra de forma provisional al frente del Juzgado de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional. Ruz, que tiene máxima confianza en el inspector, le pide que investigue los papeles de la supuesta contabilidad oculta del PP que acaba de publicar un periódico, por ejemplo, este. Morocho y sus agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Judicial se ponen manos a la obra.

No es una investigación fácil. En primer lugar, porque los empresarios que figuran en los papeles del extesorero del PP aportando dinero negro lo niegan. En segundo, porque casi todos los supuestos receptores de aquel dinero —la flor y nata del PP entre 1999 a 2008— dicen que es absolutamente falso, un invento de “ese hombre del que usted me habla” anteriormente llamado Bárcenas. Y, en tercer lugar, porque el Gobierno de Mariano Rajoy, que ya está sufriendo las consecuencias judiciales de su propia corrupción, va a hacer todo lo posible por apartar del caso a ese juez y ese inspector de policía tan incómodos. Lo termina consiguiendo con Pablo Ruz, que debe incorporarse al juzgado de Móstoles del que era titular, si bien la jugada le sale mal al partido en el Gobierno: el nuevo juez, José de la Mata, continúa la investigación con el mismo ahínco. De manera que el principal objetivo es cargarse al inspector Manuel Morocho.

Han pasado casi ocho años de todo aquello. Bárcenas terminó en la cárcel. Rajoy salió del Gobierno por la corrupción de su partido. Y el inspector Morocho acaba de entrar en la sala del juicio seguido de algunos de sus agentes, nueve hombres y una mujer, casi todos muy jóvenes. Vienen con el traje de asistir a los juicios. El inspector trae dos maletines a punto de estallar de documentos. Cuando el presidente del tribunal le pide que ocupe el lugar de los peritos para defender su investigación, se toma su tiempo en colocar cuidadosamente el ordenador portátil, varias pilas de documentos, un bolígrafo con tinta de varios colores. Declara de forma concienzuda lo que ya se sabe, entre otras cosas porque hay una sentencia del Tribunal Supremo que confirmó de pe a pa su investigación: los papeles de Bárcenas reflejaban la caja b del PP.

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Hay un momento en que una abogada de la acusación pregunta a Morocho

—¿Usted ha sufrido intentos de apartarle de esta investigación, o presiones o represalias...?

—Sí. A varios de los que estamos aquí. Lo que se buscaba era generarnos tensión para que nos doblegáramos y no esclareciéramos los hechos. Han intentado que me apartara de la investigación. Incluso ofreciéndome puestos bien remunerados para que me fuera...

El escritor Cercas, el inspector Morocho y aquella vieja canción de Sabina: “Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”.

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