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Tránsfugas: historias de traición y venganza

Los bruscos cambios de partido siempre van acompañados de acusaciones de corrupción que pocas veces se prueban

Xosé Hermida
Eduardo Tamayo, a la izquierda, y María Teresa Sáez, tras su deserción el 27 de junio de 2003.
Eduardo Tamayo, a la izquierda, y María Teresa Sáez, tras su deserción el 27 de junio de 2003.Gorka Lejarcegi

De Eduardo Tamayo aún se conserva memoria más o menos reciente y la seguirá habiendo por mucho tiempo: el diputado socialista madrileño que traicionó a su partido en 2003 ha legado hasta un término, tamayazo, a la jerga política nacional. Pero hay otros apellidos —Barreiro, Piñeiro, Gomáriz o Bermúdez— de los que ya casi nadie se acuerda y que durante unos meses llegaron a ser también celebridades nacionales por su transfuguismo. Normalmente en el papel de villanos. Algunos hasta huyeron de sus ciudades para enterrar el pasado. Detrás suelen dejar historias de traiciones, venganzas, extorsiones, espionaje y, sobre todo, acusaciones de presuntos sobornos que difícilmente se acaban probando.

El transfuguismo ha formado parte del folclore político nacional, una especie de novela negra en clave berlanguiana. Los sucesivos pactos de los partidos para acabar con estas prácticas —el último, ratificado en noviembre— han reducido los casos, sin llegar a nunca a frenarlos. Sobre el transfuguismo se han cimentado carreras como la del popular Eduardo Zaplana, que conquistó la alcaldía de Benidorm en 1991 gracias a una disidente del PSOE a la que tildaron de bienpagá. De operaciones así se han beneficiado en algún momento todos los principales partidos. Estas han sido algunas de las más célebres.

El Felón. Xosé Luis Barreiro pasó a ser oficialmente El Felón. Así lo marcó para mucho tiempo Manuel Fraga, de quien había sido su favorito en Galicia, la primera comunidad en la que Alianza Popular conquistaba el Gobierno. En octubre de 1986, Barreiro era vicepresidente con AP y secretario regional del partido. En septiembre del año siguiente, se convertía en vicepresidente con el PSOE y en líder de Coalición Galega. Barreiro había intentado en la Xunta un golpe palaciego para hacer dimitir a su presidente, Xerardo Fernández Albor, que fracasó al desautorizarlo Fraga. En solo 11 meses, se fue del partido, fundó uno nuevo, lo disolvió para integrarlo en otro y pactó una moción de censura con el PSOE.

El mismo día que se debatía esa moción, sus antiguos compañeros de AP —entre los que estaba un jovencísimo Mariano Rajoy, sustituto de Barreiro en la vicepresidencia— encontraron milagrosamente en los archivos de la Xunta un documento que se daba por desaparecido: la firma de El Felón en una adjudicación irregular. La venganza acabó en los juzgados. Tras un largo proceso, Barreiro fue inhabilitado por el Supremo. Hoy es un profesor y comentarista político aún popular en Galicia.

El jefe de la oposición de la Asamblea de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón (derecha), responde en 1989 al periodista Jesús López Jordán, mientras Nicolás Piñeiro pasa al fondo, en el día del fracaso de una moción de censura contra el presidente madrileño Joaquín Leguina.
El jefe de la oposición de la Asamblea de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón (derecha), responde en 1989 al periodista Jesús López Jordán, mientras Nicolás Piñeiro pasa al fondo, en el día del fracaso de una moción de censura contra el presidente madrileño Joaquín Leguina.

El Impresentable. Al caso Barreiro lo sucedió dos años después el caso Piñeiro. Otro apellido gallego, aunque en este caso de un diputado regional madrileño, Nicolás Piñeiro. De El Felón se pasó a El Impresentable, como lo bautizó Abc con gran éxito. “La mitad de este país me quería ver muerto”, recordaba en 2007 en declaraciones a EL PAÍS.

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En la primavera de 1989, en un movimiento con semejanzas a lo que intentaba ahora Ciudadanos, el CDS de Adolfo Suárez decidió cambiar de alianzas y pasar de la izquierda a la derecha. El nuevo pacto con los populares implicaba una moción de censura para sustituir al presidente socialista de Madrid, Joaquín Leguina, por Alberto Ruiz-Gallardón. Piñeiro había abandonado a los populares meses antes y, tras algunos titubeos, se negó a apoyar la moción. El día que se debatió en la Asamblea, el derrotado Gallardón llamó a Leguina “presunto delincuente” y le acusó de “comprar al traidor Piñeiro”. Los rumores se prolongaron mucho tiempo, pero nunca se probó nada.

El ‘gomarcazo’. Emilio Gomáriz, un antiguo cura que había dejado los hábitos por el matrimonio y la enseñanza de psicología en Zaragoza, fue carne de telediario y de primera página durante algunas semanas de 1993. Cuando se cumplieron 25 años de su caso, excompañeros del PP todavía sostenían en declaraciones a la prensa aragonesa que había sido comprado para apoyar la moción de censura que hizo presidente autonómico al socialista José Marco. Una vez más, nunca aparecieron las pruebas, aunque la maniobra acabó con su carrera política.

¿Dónde está Susana Bermúdez? Una de las mayores exclusivas con que podía soñar un periodista en agosto de 1999 era encontrar a Susana Bermúdez, diputada socialista de Ceuta. Nadie sabía nada de ella desde que se empezó a airear que esta hija de un veterano militante del PSOE y UGT había sucumbido a las tentaciones de Jesús Gil. El entonces alcalde de Marbella, que quería colocar a un hombre suyo al frente de Ceuta, se había llevado a Bermúdez a buen recaudo. La tuvo unos días en una lujosa vivienda en la Costa del Sol y luego le pagó un viaje a Euro Disney [actual Disneyland Paris]. Jesús Gil la trasladó en un barco furtivamente de vuelta a Ceuta y el día que había que elegir presidente, él mismo la condujo de la mano hasta la entrada de la Asamblea en medio de una multitud que la insultaba.

Bermúdez y su marido llegaron a ser juzgados por presuntos sobornos, pero acabaron absueltos. Ella se fue de la ciudad y hasta se retocó ligeramente el rostro para iniciar una nueva vida. El año pasado rompió su silencio para Ceuta TV: “Si volviera atrás, no lo haría de nuevo”.

El enigma Tamayo. El estupor se apoderó de la Asamblea de Madrid y los medios lo expandieron muy pronto por todo el país. Ese 10 de junio de 2003 se constituía la Cámara en la que la izquierda, por un solo escaño, recuperaba la mayoría perdida ocho años antes. Pero dos oscuros diputados socialistas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, no se habían presentado. En los días siguientes no se supo de su paradero y, cuando hablaron —Tamayo, en realidad; Sáez apenas decía nada— fue para explicar que rechazaban los acuerdos de su partido “con los comunistas de IU”.

El socialista Rafael Simancas denunció una conspiración “golpista” y siguió adelante con su investidura. Los días anteriores al pleno en que debía votarse, Tamayo y Sáez se refugiaron en un hotel pagado por dos constructores bien relacionados con el PP. El episodio acabó con nuevas elecciones que en noviembre de ese año llevaron a Esperanza Aguirre a la presidencia. Desde entonces, los populares no han vuelto a perder Madrid.

Si Tamayo y Sáez recibieron algo a cambio, continúa siendo un enigma. Se creó una comisión de investigación en la Asamblea que afloró sospechas sin esclarecer nada. De Tamayo volvió a haber noticias hace unos meses. Un empresario gallego le denunció por extorsión. El juzgado acaba de archivar el caso.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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