Peter Burling: el rey de los siete mares que defenderá su trono en la Copa América
El patrón del Emirates Team New Zealand llega a Barcelona con una misión: revalidar su título. Hablamos con este triple medallista olímpico y abanderado de su país en los Juegos de Río 2016 de su pasión por el océano, su hábitat natural
Una mañana de julio. Una enorme embarcación se alza majestuosamente en el muelle de Barcelona. Unas grúas y una decena de trabajadores se afanan en levantarla para depositarla en el agua e iniciar su travesía. Peter Burling (Tauranga, Nueva Zelanda) la observa, con los brazos en su cintura y el ceño fruncido. Es su patrón. En la parte delantera del AC75, la palabra Taihoro está escrita en blanco sobre un fondo decorado en azul y negro. “¿Qué significa?”, pregunta el fotógrafo. “Es el nombre del barco. En maorí significa ‘moverse rápidamente como el mar entre el cielo y la tierra”, explica Burling con su acento neozelandés y la calma que lo distingue. Y así lo demuestra en el mar: sobre el barco, es el más rápido, deslizándose con un entendimiento del agua y el viento digno de un maorí. En tierra, se mueve sin prisa. Con un aspecto cercano al de una estrella británica de cine, pasea por el muelle del Emirates Team New Zealand, listo para un día más de preparación en la cuenta regresiva para la 37ª edición de la Copa América de Vela. Él y su equipo son los defensores del trono. Peter podría ser considerado el príncipe del mar por su juventud —tiene 33 años—, pero domina la dinastía y es el rey: tres medallas olímpicas —oro en Río 2016, plata en Londres 2012 y Tokio 2020—, seis campeonatos mundiales desde 2013 en la clase 49er, dos triunfos en la Copa América —en 2017 como timonel y en 2021 como patrón— y su título como Regatista Mundial del Año en 2015 y 2017. Todo un héroe nacional en Nueva Zelanda.
No le gusta la atención mediática, aunque tampoco la evita. Su discurso se acorta y atropella cuando se trata de su vida privada o incluso de él mismo. No sabe cómo describirse en tres palabras. “¿Y con una?”, le preguntamos. “No lo sé. Tendrás que preguntárselo a otra gente”, responde riendo, con su característica sonrisa ladeada que acompaña prácticamente cada respuesta, intercalada con sus clásicas muletillas: “yeah” y “you know”. Aquellos que le conocen lo tienen claro: sereno, despiadadamente perfeccionista, extremadamente competitivo y un gran líder. Fuerte mental y físicamente —mide 1,87 metros—, se adapta perfectamente a diferentes tipos de embarcaciones y condiciones. Pero, sobre todo, es un apasionado de la naturaleza y los deportes, más allá de la vela, como el surf y el ciclismo.
Cuando habla sobre sus pasiones, se explaya. “Siempre he disfrutado de la naturaleza. Es algo genial. Me encanta pasar mucho tiempo en el océano, sientes esa conexión y es divertido. En mi tiempo libre paso mucho tiempo ahí fuera, ya sea surfeando o buceando”. Al relatar su experiencia, se expone sin ser consciente. Sonríe al mencionar estas semanas en Barcelona y su próximo reto: la Copa América. “Siempre ha sido la cima de nuestro deporte y es enorme competir en ella. Es el trofeo más antiguo del mundo, y es increíblemente único que sigamos funcionando con un deed of gift (el documento que recoge las bases de la competición) de hace más de 100 años, ocho más antiguo que los documentos fundacionales de nuestro país. Es algo histórico”, explica emocionado.
Burling llegó a Barcelona a principios de junio. No era su primera vez. Le gusta la ciudad, a pesar de ser más “ajetreada” que su natal Tauranga. Está acompañado por su esposa, Lucinda Nelson. Cuando le preguntan por ella, la timidez se apodera de él. “Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Es genial tener a alguien que te apoye cuando pasas por momentos difíciles y con quien intercambiar pensamientos y seguir adelante”, confiesa Peter.
Poco a poco, él y su equipo se adaptan a los horarios españoles. Su día a día podría parecerse al de cualquier atleta, pero no es así. “Tratamos de mantener al equipo en forma en el gimnasio y asegurarnos de que todos estén sanos, con muchas reuniones, diseño, repasando los datos, y luego también el tiempo en el agua. Gran parte del trabajo del atleta está relacionada con el desarrollo de los botes. Es bastante diferente a la mayoría de los deportes”, relata.
Todo el mundo le saluda en el muelle del equipo. Burling es bromista a pesar de su talante serio, y juguetea con una botella metálica con sus iniciales marcadas. Cuando habla de competir, su mirada cambia y se vuelve intensa. No transmite soberbia ni pretensión, sino la seguridad de quien sabe que puede ser el mejor. Y de conocer bien el mar. Nació el 1 de enero de 1991 en Tauranga, una ciudad costera de la bahía de Plenty, al norte de Nueva Zelanda. Fue su padre, Richard Burling, también un apasionado del mar, quien lo introdujo en este mundo. Primero a su hermano y luego a él. “Me arrastraron. Yo era muy pequeño”, ríe el regatista. Tenía solo seis años. No recuerda su primer bote, pero sí los sentimientos de unión que generó con su familia alrededor del agua. “El océano es una parte muy grande de nuestro país, por lo que muchos pasamos mucho tiempo cerca de la costa, y la conexión y conocimiento de la vela es muy alto. Tradicionalmente, siempre hemos tenido esa separación del resto del mundo, así que tienes que encontrar tu propio camino y ser bastante creativo. No hay muchos kiwis [el apodo utilizado internacionalmente para los neozelandeses] con los que hables que no tengan alguna relación con el mar, ya sea navegando, nadando o pescando”.
“Una persona joven, cuando está en el agua, tiene mucha independencia. Aprendes a tomar decisiones”
Dio sus primeros pasos en el Tauranga Yacht Club, donde pronto comenzó a disfrutar del deporte, especialmente de su lado social. “Creo que es algo parecido al ciclismo: es un deporte bastante individual, pero también tiene un elemento de grupo muy guay. La gente entrena junta y se divierte mucho. Además, una persona joven, cuando está en el agua, tiene mucha independencia. Aprendes a tomar muchas decisiones y eres responsable de ti mismo”, comenta.
Su talento no tardó en emerger. Desde niño, siempre fue el más joven en sus categorías, destacando como un campeón precoz. A los 11 años, ya competía en el campeonato mundial Optimist. A los 15, Peter acumulaba varias competiciones nacionales y una victoria mundial. Sus padres, Heather y Richard, pronto renunciaron a tener expectativas: el joven las había superado todas. Poco a poco, fue avanzando, compitiendo con embarcaciones cada vez más grandes. Muy pronto llegaron los Juegos Olímpicos. “Me las arreglé para entrar en las clases olímpicas y tener éxito a una edad muy temprana. Tuve suerte con el momento de mi transición: hubo un cambio masivo de los barcos de desplazamiento más lento hacia algo un poco más alto en cuanto a rendimiento”, rememora Burling.
Sus primeros Juegos Olímpicos llegaron en 2008, cuando compitió en Pekín en la clase 420 con apenas 17 años, convirtiéndose en el neozelandés más joven en navegar en los Juegos. Poco después se asoció con el deportista neozelandés Blair Tuke y los éxitos no tardaron en llegar. Con la medalla de plata en Londres 2012 —donde Peter fue el marinero más joven con 21 años—, el siguiente objetivo estaba claro: llevarse el oro. Lo lograron cuatro años más tarde, en Río 2016. “Aquellos Juegos fueron increíbles. De hecho, también fui el abanderado. Ser el capitán del equipo de Nueva Zelanda y luego lograr una actuación increíble en el agua… Fue muy especial”, recuerda Burling. Desde 2013, Tuke y él levantaron su imperio en los mundiales —cuatro oros seguidos para un total final de seis— y lideraron la escena del 49er, siendo prácticamente imbatibles: tan solo perdieron una regata en aquellos cuatro años. “Me gusta el reto de tener un escenario muy duro, y de trabajar juntos para conseguir una victoria”.
Burling está acostumbrado a ganar. “En los Juegos de Tokio perdimos la medalla de oro por probablemente un metro. Siempre es más difícil perder por tan poco que ganar con una gran ventaja. En The Ocean Race, ocurrió algo similar. Después de muchos días en el agua, todo se redujo a la última etapa. Fuimos quienes más salimos al mar y eso no dio resultado. Pasé por un año de frustraciones, pero tienes que ser realista y tratar de mejorar cada día”. Ahora, en la Copa América, va a por todas.
—¿Compite por medallas o por pasión?
—Un poco de ambas. No estaría haciendo esto si no me gustara.
Su filosofía está clara: la diversión. Burling camina por el puerto de Barcelona en una tranquila mañana de preparación, vestido con la indumentaria de su equipo. A veces se queda en silencio, como si esperara la próxima pregunta. Pero es entonces cuando empieza a hablar en profundidad, buscando la respuesta más precisa, casi como si navegara mientras habla. “Siempre tienes que asegurarte de disfrutar lo que haces y del proceso. Aunque, por supuesto, también soy una persona muy competitiva”.
Y su pasión le llevó a cursar Ingeniería Mecánica en la Universidad de Auckland: “Me quedé a medio camino. Tengo verdadera pasión por el desarrollo de nuestro deporte. Siempre estás tratando de averiguar cómo seguir mejorando, no solo tú, sino también el barco. Y aunque no terminé la carrera, sí que me preparó muy bien. Tengo un buen conocimiento básico de muchos de los lenguajes que hablamos con los diseñadores en el día a día, aunque estoy lejos de ser un experto”. Muchos regatistas, por sus habilidades y conocimientos, le consideran el mejor. “Es difícil decir quién es mejor que quién. Pero para mí se trata de ser el mejor en la próxima competición”, reflexiona.
“Cualquiera que esté en el océano debería abogar por cuidarlo. necesitamos empezar a protegerlo mejor”
El rey de los mares tiene claro qué ha sido lo mejor de su carrera: las medallas olímpicas, ganar la Copa América y los momentos especiales en el océano con amigos y familia. Pero también hubo situaciones complicadas. “No solo cuando pierdo una competición. Recuerdo una vez durante The Ocean Race cuando alguien perdió la vida”, cuenta. Esa persona fue John Fisher, regatista que cayó al mar el 26 de marzo de 2018 y jamás fue encontrado. “Estábamos a medio camino entre Nueza Zelanda y el cabo de Hornos y recibimos un correo electrónico en el barco que decía que alguien había caído por la borda de uno de los otros yates. No sabíamos cómo ir en su búsqueda por lo lejos que estaba. Así que solo cruzamos los dedos durante las próximas 12 horas, pero nunca lograron encontrarlo. Es probablemente mi momento más aterrador en el agua”.
A pesar de todo, Peter Burling no le tiene miedo al mar. Tampoco es supersticioso; cree más en construir una sólida rutina para un buen rendimiento. Su calma, uno de sus puntos fuertes, es crucial. “Un poco de nervios es bueno para tu rendimiento; debes aprender a manejar ese estado de adrenalina para rendir bien. Cuanto más compites, más cómodo te sientes en esos escenarios. Es uno de los retos realmente interesantes del deporte. Siempre he tenido suerte en el sentido de que he sido capaz de mantener la calma en situaciones difíciles. Tienes que ser capaz de actuar cuando se requiere, y eso es lo que diferencia a quienes están en la cima del deporte del resto”.
Su amor por el océano lo llevó más allá de la competición, y junto a su compañero Blair Tuke creó Live Ocean, una fundación benéfica dedicada a la protección y preservación del mar. “Cualquiera que esté en el océano debería abogar por cuidarlo. Necesitamos empezar a protegerlo mejor, porque es una parte crucial del planeta en el que vivimos”.
El futuro de Peter es tan incierto como el resultado de la Copa América. Una victoria significaría su tercera Jarra de las Cien Guineas consecutiva. “No sé lo que me depara el futuro. Por ahora solo estamos enfocados en hacer todo lo posible para ganar la Copa América nuevamente. Supongo que esa es la belleza y también la pesadilla de este trofeo: nunca sabes lo que te espera”.
Peter es el rey de los mares, pero sigue siendo aquel niño que se divertía en la costa de Tauranga. “Es fácil divertirse. Me siento afortunado por lo que hago; es un trabajo increíble. Es muy importante rodearse de un buen grupo de personas. Y, como ya he dicho, disfrutar del viaje. Estas cosas pasan muy rápido”. Y si pudiera hablar con el pequeño Peter, tiene claro lo que le diría: “Sigue trabajando duro, nunca tengas miedo de aprovechar una oportunidad y diviértete”. Burling continuará compitiendo para ganar, pero, sobre todo, para disfrutar del mar. Donde creció y donde dejará el legado de su dinastía.
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