Portales y geometría sagrada: Pilar Zeta y su ascenso cuántico en el arte
La directora de arte habla de sus mundos oníricos, el simbolismo de sus obras y su particular proceso creativo.
A finales de octubre del año pasado, las pirámides de Guiza, en Egipto, albergaron Mirror Gate, un imponente portal de piedra caliza, la misma de la que están hechas las pirámides, y que contenía esferas de metal pintadas de violeta iridiscente (en honor al escarabajo egipcio sagrado, un símbolo de regeneración y nacimiento) y de dorado (por el sol), además de comprender huevos, el símbolo de la creación, en los que los visitantes se reflejaban, evocando las mágicas bolas de cristal donde se decía que podíamos ver nuestro futuro. Todo esto muy en sintonía con Pilar Zeta, su creadora, quien desde niña sintió una gran atracción por las pirámides, el antiguo Egipto y su simbología, así como por los portales que para ella representan el poder entrar a una nueva realidad en la cual puedes cambiar la actual o experimentar otras simultáneamente según los dictados de la física cuántica.
Sus portales monumentales de formas geométricas han sido una constante desde Hall of Visions, obra que expuso en Art Basel de Miami en 2022 y que se convirtió en la visita obligada de esa edición de la feria de arte. Se estima que 80.000 personas la visitaron, un verdadero fenómeno donde hasta el mismo Deepak Chopra se sentó a meditar, algo propio de los multiversos tan presentes en la obra de la artista que, durante la covid, realizó su reto de 21 días de meditación.
Si bien esa era la primera vez que llevaba a la realidad sus creaciones digitales y sobre todo en ese tamaño, una búsqueda en internet sobre ella arroja obras como colaboraciones con Camila Cabello, Lil Nas X, Kim Petras, el diseño de set de la canción Teenage Dream, de Katy Perry, para su gira de 2017, la dirección de la más reciente campaña de Bimba y Lola (algo que anteriormente hizo con Carolina Herrera) y, sobre todo, su colaboración con Coldplay, que comenzó hace una década y que en 2019 le valió un Grammy a la mejor dirección artística. Su trabajo con la banda británica, al contrario de lo que muchos piensan, va mucho más allá de diseñar las portadas de sus álbumes. Se trata de una dirección artística que hace las veces de canal entre su música y un lenguaje estético y simbólico, uno en el que Chris Martin encontró gran afinidad con Zeta y que al parecer se ha vuelto imprescindible para él.
La manera en la que llegó esta colaboración a su vida resulta una muestra fehaciente de su carácter: su representante envió un correo electrónico masivo a una gran lista de agentes de bandas que contenía un diseño de una carta de tarot con el dibujo de una cabeza de colores meditando. El correo llegó a la bandeja de spam de Phil Harvey, representante y director creativo de Coldplay, que pensó que podría gustarle a Martin, quien estaba por lanzar A Head Full of Dreams. “Era el sueño de mi vida. El anterior Año Nuevo hice una lista de deseos que puse bajo una pirámide [la misma que aún conserva en su casa y debajo de la cual hoy se pueden encontrar muchas más listas], y uno de ellos era que quería trabajar con la banda más grande del mundo. En ese momento pensé, no sé, Depeche Mode, muchas otras más, pero cuando dos semanas después me contestaron ese correo para conocer a Coldplay en Soho House dije: ‘¡Para! Esta es la banda más grande del mundo”.
Como dijo Virgilio: la fortuna prefiere a los valientes. La historia de Zeta así lo confirma. Con 19 años y solo dos meses de estudio de la carrera de Diseño Gráfico y dándose cuenta de que el método tradicional de educación no cuadraba con ella, dejó su Argentina natal y se fue a Miami. Allí se puso a trabajar en un hotel realizando todo tipo de labores que le resultaron horribles y que duraron poco porque la despidieron. Sin trabajo, dinero, móvil propio ni ordenador y un currículo corto en el que solo figuraban los tres empleos que había tenido durante la universidad, pero, al mismo tiempo, con un firme deseo y sobre todo convicción de ir a por todo y una gran destreza en el uso del ordenador, fue a buscar trabajo a todas las imprentas de la ciudad. En una le pidieron que hiciera un flyer delante de ellos. Les gustó. De hecho, les gustó más que el del diseñador gráfico que tenían empleado. Desde ese momento, Zeta empezó a ganar 50 dólares por cada flyer de fiestas y bodas mientras ganaba fama. No tardó en diseñar la propaganda de todas las fiestas de electrónica de la ciudad.
Cuando cumplió su ciclo ahí pensó en ir a México, pero una tarotista le dijo que aún no era el momento, y como una amiga se iba a Berlín, se fue con ella por una semana y se quedó cinco años, donde siguió con el diseño gráfico en el ambiente de los artistas de electrónica diseñando portadas para discos y asumiendo la dirección artística del mítico club Berghain durante un mes. Después se mudó a Los Ángeles y se fio de su intuición, que la hizo saber que tenía que estar ahí y conocer a ciertas personas, como al representante que mandó la providencial lista de correos que la llevó a tener el encuentro que cambiaría todo solo una semana después de su llegada a la ciudad. Cuando sintió que Los Ángeles ya le había dado lo que tenía que darle, con la sensación de que la gente ahí no estaba contenta con su presente y una necesidad cada vez más fuerte de bosque, se mudó a Portland, en el Estado de Oregón. Desde allí ya se podía dar el lujo de trabajar a distancia con los músicos con los que colaboraba, lo que le permitió durante los siguientes cinco años concebir la idea de crear sus propias piezas de arte y tener una casa donde pudiera formar un universo propio. Lo que creyó que sería un retraso en sus planes por la covid en realidad fue el catalizador: fue durante la pandemia cuando surgió un interés masivo en el arte digital, los NFT. “Pensé: ¡yo ya hago arte digital desde hace años! Ya diseñaba entonces mis piezas en 3D, pero no tenía idea de cómo las iba a producir o hacer tangibles. Durante la pandemia hice miles de meditaciones, de ejercicios todos los días, vi 500.000 vídeos y le pedí al universo encontrar algo que fuera mío y pudiera seguir recreándolo”.
En 2022, por fin, el turno de México había llegado. Es ahí, con sus dos gatos, Matrix y Music, como guardianes, donde crea sus próximos proyectos: por supuesto el arte del nuevo álbum de Coldplay, las piezas que presentó en Art Dubai la primera semana de marzo y un portal que expondrá en alguna de las sedes del Moco Museum teniendo ya en la de Barcelona algunos de sus NFT dentro de la exhibición The New Future, actualmente en curso. Para enfocar todo hacia el camino correcto, comienza sus días con una meditación, muchas veces del método Silva, justo al levantarse. “El estado entre la frecuencia theta, un estado de ensoñación, al alfa, cuando estás más despierto pero no aún relajado y anterior al beta, que es cuando estás ya totalmente despierto, es el punto clave en el que tu cerebro tiene la información de tu subconsciente más pura y es ideal para visualizar y programar que van a pasar cosas increíbles en tu día”. Después practica chi kung y lee mientras toma un café.
En cuanto a lo que podría desear que pasara, después de tanto… “Lo que quiero ahora es viajar por el mundo llevando mi obra a museos y galerías a donde no haya llegado. Pero, sobre todo, fluir”. Responde preguntada por sus deseos de futuro. Ella mejor que nadie sabe que hacerlo y disfrutar el presente es la mejor manera de proyectar un futuro brillante. Sin embargo, sigue sembrando semillas y menciona que tal vez le gustaría hacer algo en el desierto de Al-Ula en Arabia Saudí, donde artistas como James Turrell y Agnes Denes han montado instalaciones colosales. Por cierto, ahí hay un portal gigante con unas escaleras que tiene tatuadas. Después de saber cómo funciona todo para Zeta, es evidente que esa es una señal de que, tarde o temprano, va a pasar. Por lo pronto, seguramente seguirá a diario la frase de Nietzsche que tiene colgada en su nevera: “Hoy lo convierto todo en oro”.
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