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Así se protegen los tesoros del arte frente al cambio climático

Todo un rosario de nuevas técnicas y estrategias se pone en marcha para blindar los grandes museos y colecciones de los desastres naturales

Cambio Climático Obras Arte Museo
Una obra reposa en el centro de conservación que posee el Louvre en Liévin (Francia).DMITRY KOSTYUKOV (The New York T
Miguel Ángel García Vega

Unas veces parece que se inunda el mundo. Otras, que se quema. Rodas y Corfú (Grecia), Palermo y Mesina (Italia), Cascais (Portugal) o Quebec (Canadá). Quema el suelo de la tierra. El calor burbujea el mercurio y acorrala también el patrimonio artístico. La emergencia climática desciende hasta el infierno de Dante. El Prado y el Museo Reina Sofía son las grandes preocupaciones de España. La casa de Goya está más amenazada por las aguas que por las llamas; en el subsuelo fluye un arroyo y las ciclogénesis explosivas son impredecibles. La pinacoteca tiene un protocolo de seguridad que no hace público. Algunos cuadros están geolocalizados con chips. Pocos, es una tecnología cara.

El Reina Sofía —relata Manuela Gómez, restauradora de pintura— escribe sobre el granito de sus muros las reglas. La temperatura en las zonas expositivas es de 20 grados centígrados. Y se admite una variación de ±2. Idéntico margen con la humedad (50%). Pero llevan años trabajando en un plan de seguridad (Procoes). En las salas habrá equipos EPI (similares a los utilizados por los sanitarios durante la pandemia) y mantas ignífugas. Además, un sistema digital de alarma conectará con los bomberos, de manera que la pantalla les mostrará cuál es el problema y en qué lugar ha surgido, y podrán armar una estrategia al instante. Porque el tiempo —el del reloj— escoge en segundos o minutos si un picasso se conserva o se destruye.

El pasado ha puesto en alerta al presente del arte. La histórica tormenta Sandy, que en 2012 inundó Nueva York, cayó del cielo como una amenaza. “Los depósitos artísticos se han eliminado de zonas de riesgo de inundación”, explica el comisario Gabriel Pérez-Barreiro. Gigantes del almacenamiento —como UOVO, que gestiona 10 localizaciones en Estados Unidos— se protegen de un posible desastre. Sus almacenes situados en lugares de riesgo, por ejemplo, el barrio de Wynwood de Miami, están construidos a 5,4 metros por encima del nivel del mar y deben resistir un huracán de categoría 5 (con viento de hasta 252 kilómetros por hora). Huyendo del agua, el Louvre trasladará 250.000 obras en 2024 a su centro de conservación en la comuna de Liévin, al norte de Francia y a una hora de París en tren de alta velocidad (TGV). “Quizá”, aseguran, “supone el mayor movimiento de piezas de la historia”. Era obligatorio: las riberas del Sena, donde se sitúa el museo, son muy vulnerables a las inundaciones. Algunas de sus galerías y almacenes están casi bajo el río, con lo cual una crecida sería arriesgar cientos de obras. Solo un irresponsable pondría en peligro sus caravaggios, leonardos o goyas.

En otros meridianos, pese a que las llamas ya cercaron el centro en octubre de 2019, la confianza es el principal sistema antiincendios. El californiano Getty (1997) cree que su edificio (construido con mármol y cemento y protegido por acero) soportaría el fuego. Hasta su extensa zona verde, con robles sistemáticamente podados —­sostienen desde el museo—, actuaría de retardante si se desata un incendio. Nadie quiere perder su patrimonio. La Fundación Helen Frankenthaler (Nueva York) ha creado el programa privado (con un presupuesto de 10 millones de dólares, unos 9 millones de euros) más ambicioso en la historia artística del país para afrontar (a través de subvenciones) la crisis climática. El MoMA está diseñando una bóveda de almacenamiento en frío. El Museo de Arte de Filadelfia construye algo sin precedentes: una galería flotante sobre una barcaza en el río Delaware Waterfront y el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles recurre a los fondos de la iniciativa climática Frankenthaler. Quién quiere bailar una canción lenta en una habitación en llamas.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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