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EL PULSO
Crónica
Texto informativo con interpretación

‘Influencers’ y supermodelos virtuales; la ficción se convierte en realidad

Ya están aquí los ‘influencers’ y las supermodelos virtuales. Un gran negocio que oculta dudas éticas.

@shudu.gram es la primera top model digital. Creada en 2017, en la imagen viste un vestido de látex 3D.
@shudu.gram es la primera top model digital. Creada en 2017, en la imagen viste un vestido de látex 3D.Cuenta de Instagram de Shudu Gram

Es joven, guapa y tiene talento. Cantante y modelo, con 19 años ha realizado campañas para Prada, Chanel o Vans, en 2017 se coló en el top ten de Spotify con su single Not Mine y cuenta con tres millones de seguidores en Instagram. Hasta aquí, nada insólito en el perfil de Miquela Sousa (@lilmiquela). Pero resulta que esta celebridad mitad española, mitad brasileña no es de carne y hueso, sino una imagen creada por ordenador, que se ha convertido en la primera influencer virtual.

Los personajes virtuales han abierto un nuevo mundo de posibilidades que creadores con talento y olfato comercial están sabiendo aprovechar. Y junto a las oportunidades, llega el debate sobre la ética de su existencia, la moral de sus inventores y las consecuencias de querer imitarlos. “Los dilemas éticos sobre los influencers virtuales gravitan en torno a la transparencia, el control y la responsabilidad. ¿Quién está detrás? ¿Quién paga y se beneficia de ellos? ¿Qué parámetros y algoritmos condicionan su funcionamiento? ¿Quiénes son los responsables morales y legales?”, plantea Pablo Molina, profesor de Ética y Tecnología de la Universidad de Georgetown, en Washington.

Shudu Gram (@shudu.gram), la primera supermodelo digital creada en 2017, es otra figura que está arrasando en las redes sociales. Una espectacular belleza de piel negra que se ha consolidado como el nuevo icono de la moda y cuya controversia surge porque su creador, el fotógrafo Cameron-James Wilson, es un hombre blanco. El objetivo, ha explicado Wilson, era crear una imagen con fuerza que resaltase una belleza que no veía representada en los medios de comunicación; un motivo a priori legítimo que no frena a los más críticos cuando cuestionan cómo deberíamos sentirnos (no solo las mujeres, sino la sociedad como conjunto) al ver que un hombre blanco engendra una mujer falsa de color con la que intenta hacer dinero. Porque al final, sostienen, se trata de un producto comercial cuyo objetivo es generar el máximo beneficio económico.

Contenido mediático neutral

“Es importante ver a los influencers virtuales por lo que son: un contenido mediático neutral como cualquier otro que existiera antes”, explica Christopher Travers, fundador de la organización Virtual Humans, una base de datos con todos los influyentes virtuales. La preocupación de quienes se oponen a estas figuras, opina, está más relacionada con su desconfianza hacia los medios de comunicación, la idolatría a las celebridades, la cultura de los influencers o la adicción a internet que con la influencia que generan. Y defiende: “Estas personas falsas crean oportunidades reales para todos los involucrados: fotógrafos, creadores de imágenes digitales, modelos, planificadores de contenido, administradores de redes, estrategas de relaciones públicas”.

Estos influencers han llegado para quedarse, principalmente, por sus ventajas comerciales. ¿Por qué contratar a una celebridad o supermodelo de carne y hueso que promocione los productos de una marca cuando se puede crear un personaje a medida que reúna todas las características necesarias para convertirlo en el perfecto embajador.

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