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Benissanó, visita a un castillo de ensueño en un territorio rico en patrimonio y naturaleza

Esta fortaleza es una de las joyas patrimoniales de la comarca valenciana del Camp de Túria. Además de visitar la ciudad, donde realizar una clase para aprender a cocinar paella, el viaje merece la pena complementarlo con una excursión a Llíria y a la Serra Calderona

Benissano
Vista aérea del castillo de Benissanó, en la comarca valenciana del Camp de Túria.Tomka / Alamy / CORDON PRESS

Todos tenemos una imagen idílica de lo que ha de ser un castillo. Aunque Disney ha hecho su trabajo, todavía podemos buscar ciertas líneas puras, sin edulcorantes, en viejas fortalezas del pasado. Algunas de ellas están tan cerca que nos olvidamos de visitarlas con frecuencia, como sin duda merecen. Una de estas plazas fuertes es el castillo de Benissanó, en Valencia.

A una media hora en coche hacia el norte de la capital valenciana, Benissanó se sitúa en un altozano donde los conquistadores de Jaume I tuvieron a bien fundar una pequeña aldea. En la actualidad cuenta con poco más de 2.000 habitantes y, sin embargo, ofrece al visitante un vestigio del pasado sorprendentemente bien conservado: su castillo. La antigua torre medieval se amplió en el siglo XV hasta dar forma a una coqueta ciudadela de aires renacentistas que ha llegado prácticamente intacta hasta nuestro tiempo. Con sus seductoras almenas y sus torres disuasivas constituye una de las joyas patrimoniales de la comarca del Camp de Túria, que toma su nombre del río que nace en los Montes Universales y desemboca en Valencia, a cuya población desprevenida sorprendió en la famosa riuada de 1957. Con posterioridad a esta inundación urbana, el cauce del Turia se desplazó al sur y ya no atraviesa la ciudad, que a cambio ganó un jardín esplendoroso.

Lo más privativo del castillo de Benissanó es su doble fisonomía de fortaleza y palacio. En 1996 fue adquirido por el Ayuntamiento y la Generalitat a su anterior propietario, Caja Madrid. Desde entonces es público, aunque, según se quejan en la localidad, poco notorio. Como plaza fuerte, en realidad, no adolece de nada: tiene un patio de armas y un calabozo, aunque lo que le caracteriza con más precisión son sus estancias nobles, decoradas suntuosamente con azulejos de la fábrica de Càrcer (siglo XIV) y de los acreditados obradores de Manises. En estos aposentos estuvo retenido en el siglo XVI durante un breve tiempo Francisco I de Francia, gran enemigo del rey español Carlos V e impulsor del absolutismo. En Benissanó se tiene una firme querencia por esta etapa de expiación monárquica: la retención de Francisco I ha originado diversas leyendas locales, todas muy pintorescas.

El visitante que haya llegado hasta aquí atraído por este mítico castillo debería aprovechar la ocasión para explorar a fondo la comarca. Entre los hitos patrimoniales del Camp de Túria está su capital, Llíria, con riquísimos vestigios arqueológicos. La Unesco la declaró, en 2019, Ciudad Creativa de la Música, y merece la pena adentrarse por los restos de sus mausoleos y termas romanas.

En otra población de la comarca, Olocau, existe un museo ibero de extraordinario interés. Se nutre fundamentalmente de los hallazgos en el Puntal dels Llops, un asentamiento del siglo V antes de Cristo que es también un observatorio privilegiado sobre el entorno. Olocau se abre precisamente a la Serra Calderona, el gran pulmón verde de la región, declarado parque natural por la Generalitat en 2002. Son 18.000 hectáreas que culminan el Sistema Ibérico antes de su llegada a la costa mediterránea. Los amantes del excursionismo tienen aquí un pequeño paraíso. Se trata, eso sí, de un paisaje intensamente humanizado: los campos cultivados (algarrobos, olivos) lo dotan de un aire fenicio y griego, y sus márgenes erigidos siguiendo la técnica de la piedra seca recuerdan un fondo común mediterráneo de hondas raíces.

Vista del parque natural Serra Calderona, en la comarca de Camp de Túria (Valencia).
Vista del parque natural Serra Calderona, en la comarca de Camp de Túria (Valencia).Wirestock / GETTY IMAGES

Si después de saciada el ansia de naturaleza uno decide asistir a un escenario totalmente diferente, la idea es desplazarse hasta el municipio de Altura (sin salir de la Calderona). En su término, a 800 metros de altitud, se esconde en las profundidades de la montaña el santuario de la Virgen de la Cueva Santa, patrona de los espeleólogos. Aquí, en 1511, tuvo lugar una aparición mariana, circunstancia que ahora se ve conmemorada en una capilla recoleta y somnolienta.

Si con todas estas aventuras nos ha entrado hambre, es recomendable volver a Benissanó y dirigirse al restaurante Levante. En este establecimiento tienen a gala elaborar una auténtica paella valenciana “sin trampa ni cartón”. Tres generaciones de cocineros llevan a cabo este titánico esfuerzo desde 1968. Y para certificar su compromiso, organizan una master class de paella que ofrecen en grupos reducidos.

Se trata de una ceremonia ciertamente peculiar, que comienza con unos aperitivos contundentes: tosta de ajoarriero de garrofó (la judía característica de la paella valenciana), esgarraet (ensalada de bacalao), puntillas con habitas y ajos tiernos... El final de estos aperitivos suele coincidir con la culminación de la cocción del arroz, que en el caso de una paella canónica siempre ha de ser medida con suma precisión. Tras la comida, se hace entrega a los participantes de un diploma de Maestro Paellero. A estas alturas, los comensales, si no son del terreno, ya han comprendido que la paella en Valencia, más que una receta para disfrutar con familia y amigos, es una auténtica religión. Y el restaurante Levante de Benissanó, uno de sus templos más acreditados.

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