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Perú elegirá un nuevo presidente entre pólvora e incertidumbre

La segunda vuelta electoral del país andino está marcada por una gran polarización y el enorme descontento ciudadano. Podría ser la antesala de más conflictos sociales

Keiko Fujimori y Pedro Castillo son candidatos antagónicos, casi histriónicos, aunque similares en su mediocridad y valores profundamente conservadores.
Keiko Fujimori y Pedro Castillo son candidatos antagónicos, casi histriónicos, aunque similares en su mediocridad y valores profundamente conservadores.Martin Mejia (EFE)

Mientras Chile vivía una revuelta popular sin precedentes en 2019, se filtró un audio de Cecilia Morel, esposa del presidente Piñera donde reconocía: “vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”. Un año y medio después, Chile comenzará un proceso para reformar su Constitución. El conflicto supuso 36 fallecidos y 460 personas con lesiones oculares.

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“Si pudiera volver atrás buscaría un consenso más amplio”, son las recientes declaraciones de Iván Duque, presidente de Colombia, en mitad de un es estallido social al punto de desborde que han supuesto ya 50 muertos y 2.000 heridos. Todavía no se sabe cuál será su desenlace.

Perú, ejemplo de economía saneada. A pesar de un crecimiento promedio anual del 4,8% los últimos 10 años, tenía una de las menores inversiones en salud de América Latina, casi la mitad del promedio mundial, contaba únicamente con 100 camas UCIs, por lo que la pandemia arrasó. Han muerto más de 180.000 personas, uno de cada 200, la mayor mortalidad per cápita del mundo. En Lima metropolitana se perdieron uno de cada tres empleos y la pobreza incremento 10 puntos en el país.

A pesar de todo ello –e igual que en Chile y Colombia–, la riqueza de los que más tienen se incrementó sustancialmente, en concreto, los milmillonarios duplicaron su riqueza en el Perú, según el PNUD. La gente está harta de la falta de oportunidades mientras otros se enriquecen y de la enorme corrupción, principal preocupación en el país. Es así que se explica lo que está pasando en los tres países.

En Perú, el conflicto se expresa con unas elecciones presidenciales que colocan a dos candidatos antagónicos, casi histriónicos, aunque similares en su mediocridad y valores profundamente conservadores.

Por un lado, Keiko Fujimori, hija y primera dama de Alberto Fujimori, a quien muchos llaman el último dictador del Perú, con múltiples vulneraciones a los DDHH, impuso en los 90 el actual modelo económico. Keiko, acusada por corrupción, tuvo que salir de la cárcel para realizar la campaña.

Por el otro lado, Pedro Castillo, maestro de escuela, líder sindical y "conservador de izquierdas", como bien señalaba Martín Caparrós, errático en muchas de sus propuestas durante la campaña y sobre todo un radical cuestionador al actual modelo económico.

Esto ha llevado al pánico sobre todo a las capas más altas limeñas. Es un todo vale para que no salga elegido el maestro de escuela Pedro Castillo. El 80% de los periódicos, de un mismo dueño, apoyan incondicionalmente a Keiko Fujimori, igual que gran parte de los canales de televisión y radios. El periodismo se ha dejado un gran pedazo de su credibilidad y labor de contrapeso en la sociedad en estas últimas semanas. Lima está atestada de enormes carteles con mensajes como: “el comunismo genera miseria y pobreza”; “el socialismo nos lleva al comunismo” o “protege tu trabajo y libertad. Di no al comunismo”. Se ha llegado incluso al ridículo de un hotel para perros anunciando que no hospedará a mascotas de “familias comunistas”.

Y es que Perú no está acostumbrada al debate de ideas. No se ha permitido los últimos 20 años y ha llevado a una absoluta incomprensión entre los mismos peruanos, ha acentuado la intolerancia y la desconfianza –Perú es después de Brasil el país con menos confianza interpersonal.

A cualquier persona que hacía una crítica al modelo económico, pensaba en el bien común, defendía los derechos humanos o tenía ideas progresistas, se le asociaba con el terrorismo, algo tan habitual todavía al día de hoy que se le puso térrmino: terruquear. Este tipo de prácticas provenientes primero desde el fujimorismo y posteriormente desde sectores de la derecha han supuesto un fuerte deterioro democrático y de convivencia.

Los resultados electorales de las elecciones de este domingo no parece que sean parte de la solución y podrían serlo del problema. Con un duelo a muerte que divide al país en trincheras, los principales analistas auguran una gran inestabilidad en un ánimo de guerra civil y diferencias irreconciliables. Mario Vargas Llosa, con admirable habilidad para echar leña al fuego en las elecciones de su país, le suma épica con sus últimas declaraciones en las que indica: “No vamos a elegir unas personas, vamos a optar por un sistema”

Esta tónica debe cambiar drásticamente para evitar males mayores. Son demasiadas las muertes que los recientes conflictos sociales en América Latina están costando y no podemos sumar al Perú. Independiente de cuál sea el resultado, no habrá nada que festejar, pero ojalá puedan comenzar a verse, sobre todo entre quienes más influencia ejercen en la sociedad, una mayor contribución a la concordia, comprender las necesidades del otro, dejar de introducir miedo y evitar posiciones maximalistas y binarias.

Mes y medio después de las elecciones, Perú celebrará su bicentenario el 28 de julio. Estos 200 años han sido un difícil camino con 29 guerras y múltiples exclusiones: a los “analfabetos”, esto es, lo más pobres, se les prohibió votar hasta hace muy poco (1980), cuando suponían un tercio del electorado. Ahora lo hacen e incomodan. Se conoce bien la deriva a la que lleva este nivel de polarización y exclusión. La crisis después de un apogeo es algo que puede evitarse, de momento se baila entre pólvora, para salir lo mejor o lo peor. El tiempo dirá.

Asier Hernando Malax-Echevarria es exdirector Regional de Oxfam para América Latina, actualmente en excedencia estudiando un master en ciencias políticas en la PUCP de Lima, Perú.

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