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¡Escuche a su cuerpo!

En un mundo dominado por la mente, los mensajes que nos manda nuestro vehículo para la vida son de importancia crucial. No debemos acallarlos, sino escuchar atentamente.

Juárez Casanova

En nuestra sociedad, cada vez más, predomina la mente. En nuestro centro de operaciones gestionamos cada día miles de estímulos que nos llegan a través del correo, las aplicaciones de mensajería móvil, las redes sociales, los medios de comunicación, las personas con las que interactuamos. Nuestra mente está sometida a una sobreestimulación constante, lo cual puede derivar en estrés, ansiedad y agotamiento general. El protagonismo de nuestra mente, además, va en detrimento de la actividad del cuerpo, relegado para muchos a un mero envase que contiene los órganos y nos permite movernos —menos de lo que necesitaríamos— de un espacio a otro. Y al sedentarismo propio de la era tecnológica se han sumado los efectos colaterales de las distintas restricciones de la pandemia.

A más horas de televisión y pantallas, aunque sea para conversar con nuestros seres queridos, menos cuidado y tonificación del cuerpo. Un ejemplo muy simple: en lugar de caminar hasta el cine del barrio, lo cual supondría tal vez unos miles de pasos entre ir y volver, hacemos clic con un dedo sin movernos del sofá. Eso por no hablar de las horas que pasamos sentados delante del ordenador por nuestro trabajo. Antes o después, el cuerpo va a quejarse de nuestro maltrato, nos mandará mensajes que, si son abiertos, pueden ser cruciales para nuestra calidad de vida.

En cambio, si silenciamos las molestias o dolores con analgésicos o cualquier otro medio, como el alcohol, para hacer desaparecer el síntoma, estaremos matando al mensajero.

El psiquiatra e investigador Bessel van der Kolk explica en su clásico El cuerpo lleva la cuenta el riesgo de no escuchar las llamadas de nuestro vehículo para la vida: “Mientras guardes secretos y suprimas información, estarás fundamentalmente en guerra contigo mismo… Una cuestión crucial es permitirte saber lo que sabes. Eso puede precisar de una enorme cantidad de coraje”.

A través del dolor de espalda, el cuerpo nos pide que cambiemos de postura, nos manda movernos. Un dolor de cabeza recurrente nos invita a aflojar la marcha. Las molestias y la fatiga de una digestión pesada es el aviso del organismo de que no lo estamos haciendo bien.

El cuerpo nos habla para que nos concedamos una pausa o bien introduzcamos cambios en nuestra vida. Si lo acallamos o lo desoímos, porque estamos centrados en lo mental, corremos el riesgo de que la próxima vez que decidamos atenderlo sea demasiado tarde.

Sobre esto, en su libro Reconecta con tu cuerpo, la terapeuta corporal Anna Sólyom establece la siguiente analogía: “Al igual que cuando un coche empieza a fallar o hace ruidos raros lo llevamos al taller porque no queremos quedarnos tirados en la carretera, merece la pena escuchar los mensajes de dolor. El dolor es nuestro amigo, nuestro mejor aliado, ya que busca nuestra supervivencia, corregir lo que hacemos mal para prolongar la vida del organismo (…). Estamos ante un maestro al que nadie quiere”.

Veamos cuatro medidas cotidianas para aprender a escuchar nuestro cuerpo y hacernos amigos de él:

Escáner corporal. Una técnica muy usada en mindfulness es la meditación centrada en cada parte del cuerpo para saber cómo se siente. Tendidos, llevemos nuestra atención a distintas zonas y “escuchamos” qué nos dicen.

Un paseo diario. La herramienta más sencilla para romper con el sedentarismo son nuestras piernas. Nuestro teléfono móvil tiene aplicaciones que nos permite marcarnos un objetivo diario como, por ejemplo, 5.000 pasos.

Nutrir el cuerpo y la mente. Los japoneses aplican la regla del 80%, comiendo un poco menos del hambre que tienen, para promover la ligereza del cuerpo. No hay que recortar, en cambio, las horas de sueño que precisa nuestro sistema para un buen reset diario.

Honrar al mensajero. En lugar de ahogar los síntomas con pastillas, si escuchamos nuestro cuerpo, él nos dirá lo que necesita. Jenny Moix, profesora de psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona, lo resume en estas palabras: “Nuestro cuerpo necesita ser considerado, cuidado, mimado. Normalmente nos olvidamos de él, solo el dolor nos recuerda que está allí. Como si fuera el grito de nuestro cuerpo para que le prestemos un poco de atención”. —eps

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.

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