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Un proyecto de narices en Kampala

La capital ugandesa se une a una red mundial de ciudades que utilizan herramientas de cocreación y ciencia ciudadana para paliar los malos olores y mejorar la calidad del aire urbano

Un barrio de Kampala, capital de Uganda.
Un barrio de Kampala, capital de Uganda.Random Institute (Unsplash)

Más de un millón y medio de habitantes conforman el latir de Kampala, la capital de un país que fue descrito como la perla de África por el Imperio Británico. Sin embargo, actualmente la urbe ugandesa dista de ese encanto romántico con el que lo describían los exploradores decimonónicos cuando llegaron a la nación del África Oriental. Con alrededor de 57 asentamientos chabolistas y un déficit en planificación heredado de una colonización que postró a las poblaciones locales al desabastecimiento de agua o la falta de saneamiento en los barrios populares, hoy gran parte de Kampala huele a desechos y podredumbre. Para paliar ese hedor e intentar mejorar la calidad de vida de sus habitantes, se está impulsando un proyecto piloto que fomenta la participación ciudadana, especialmente de la infancia en edad escolar y de mujeres que trabajan en los mercados locales, a los que distintas herramientas digitales servirán para crear colectivamente un mapa de olores urbanos.

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“Hemos empezado a identificar algunas de las principales fuentes de contaminación por olores en Kampala y clasificar los tres puntos más apremiantes de abordar”, cuenta en una conversación vía WhatsApp Louise Francis, cofundadora de Mapping for Change y directora ejecutiva de Mapping for Communities Uganda. Tal como explica Francis, en febrero de 2020 se realizó una primera reunión con todas las partes interesadas, y hasta la irrupción de la pandemia global de covid-19 se estuvo trabajando a contramarcha para paliar la fetidez en la ciudad y mejorar la calidad de vida de los residentes eliminando las principales fuentes de emisión.

El mal olor es uno de los aspectos más invisibilizados cuando se habla de contaminación atmosférica y justicia ambiental. No existen datos, estadísticas ni regulaciones suficientes de las actividades que ocasionan malos olores en las agendas políticas actuales. Aunque invisible a los ojos, la polución odorífera tiene una relación directa con la calidad del aire, de vida y el derecho de un entorno saludable de las personas que lo respiran.

Mientras 31.600 ugandeses mueren cada año debido a enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica, Kampala ha decidido unirse a una red de ciudades formada por Barcelona, Tesalónica, Sofía, Porto o San Juan de Madeira para trabajar en la detección de olores como medida para mejorar la calidad del aire urbano.

Causante de dolores de cabeza, problemas respiratorios o incluso de cuadros de ansiedad según el grado de exposición, el hedor ya es la segunda razón por la que más se quejan los europeos después del ruido. Sin embargo, en países con déficit de infraestructuras de tratamiento de residuos como Uganda, el problema de los malos olores se ve intensificado sobre todo entre poblaciones con rentas bajas que viven cerca de vertederos o por simples consumidores y trabajadores de mercados municipales de comestibles, especialmente mujeres e infancia. El proyecto piloto Kampala Noses quiere introducir formas de monitoreo innovadoras que puedan ser utilizadas para exigir compromisos a los principales responsables y, a la larga, generar una ciudad libre de malos olores, con mejor calidad del aire y más habitable.

“Actualmente, las industrias son reacias a poner a disposición datos sobre sus prácticas y muchas no implementan las mejores técnicas disponibles para la evaluación y el control del olor en un intento por reducir los costes. Se espera que con la introducción de regulaciones y nuevos datos generados por los ciudadanos, la industria estará más preparada para adoptar buenas prácticas ambientales”, argumenta Francis poniendo sobre la mesa la aplicabilidad de este proyecto en términos prácticos.

Compartir conocimiento e involucrar a la ciudadanía

Kampala Noses es fruto de la cooperación entre Mapping for Change de la University College London, la ONG local Mapping for Communities y la empresa española Science for Change. Además, cuenta con el amparo de los departamentos de Ecología y de Cooperación del Área Metropolitana de Barcelona como parte del proyecto Distributed Network for Odour Sensing, Empowerment and Sustainability (D-Noses), financiado por el Programa Horizonte 2020 de la Unión Europea. Con un abordaje que permitirá capitalizar los conocimientos adquiridos en proyectos de mejora de la calidad del aire similares en ciudades del Norte, se pretende cartografiar las principales causas de contaminación atmosférica en Kampala como paso previo a implementar mejoras en cada uno de los sectores causantes.

“En nuestra primera reunión hemos identificado diferentes focos emisores de los malos olores: aguas residuales, mataderos, fosas sépticas abiertas, la industria, la quema de desechos, vehículos…”, apunta Francis sobre la jornada Effective Local Action on Odour Pollution for Kampala, celebrada en febrero de 2020 y donde participaron personalidades clave del Ayuntamiento de Kampala, la Autoridad Nacional de Gestión Ambiental (NEMA) o investigadores del Laboratorio de Acción Urbana de la Universidad de Makerere.

En febrero de 2020 se celebró la primera reunión entre todas las partes interesadas, y a pesar de la covid-19, se espera poder reanudar el proyecto en las próximas semanas. 
En febrero de 2020 se celebró la primera reunión entre todas las partes interesadas, y a pesar de la covid-19, se espera poder reanudar el proyecto en las próximas semanas. Kampala Noses

Más allá de la participación de la comunidad científica y los círculos de toma de decisiones a escala urbana, Kampala Noses ha buscado la complicidad de varias escuelas desde la etapa más incipiente del proyecto. “Una de las primeras cosas que se están haciendo es formación a profesorado de primaria y secundaria de diferentes escuelas de Kampala para implementar clases de educación científica en temáticas de contaminación por olores”, explica vía telefónica Nora Salas Seoane, investigadora en ciencias sociales de Science for Change, la Fundación Ibercivis, y coordinadora de D-Noses. “El programa en las escuelas, llamado Ciencia para mi salud, permitió que los estudiantes aprendieran sobre la contaminación del aire, los factores contribuyentes, las medidas de mitigación y los datos mapeados en relación con el NO2”, subraya Francis acerca de dichos talleres pedagógicos.

Mientras uno de los principales objetivos de este proyecto es que Uganda pueda contar con nuevos informes ambientales capaces de generar mecanismos de gobernanza medioambiental accesibles para todos, la participación de mujeres y niños en edad escolar está siendo un eje central del proyecto. Algo necesario en uno de los países más jóvenes del mundo, y donde más del 80% de la población es menor de 25 años. “Se ha entrenado a embajadores y embajadoras como líderes comunitarios en diez escuelas de la capital ugandesa”, expresa Salas, quien cuenta que las unidades didácticas sobre la temática de los olores permiten a los más jóvenes cocrear herramientas de monitorización de los olores utilizando ciencia ciudadana.

31.600 ugandeses mueren cada año debido a enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica

De esta forma, y en una metodología que empodera a las poblaciones locales, ugandeses y ugandesas pueden convertirse en auténticos científicos ciudadanos a través de la principal herramienta del proyecto, la aplicación OdourCollect. Desarrollada por la ingeniera química Rosa Arias, “OdourCollect es una herramienta de ciencia ciudadana que permite a cualquier persona que perciba un olor ponerlo en el mapa en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo. Poner una nueva observación de olor es muy fácil y rápido. La app geolocaliza la posición del usuario/a y este/a solo tiene que describir el tipo de olor percibido, la intensidad y el tono hedónico (si le gusta o le disgusta), así como información sobre el origen (si se conoce). Se pueden notificar tanto buenos como malos olores”, explica Arias por correo electrónico. Además de ser la desarrolladora de la aplicación, también es fundadora de Science for Change y coordinadora de D-Noses.

Según cuenta, este experimento de ciencia ciudadana basado en datos abiertos permite a los expertos en olor examinar las observaciones recogidas, algo indispensable para poder reducir los hedores. En la actualidad, D-Noses está siendo implementada en siete países europeos y tres no europeos y aborda la contaminación por olores en diez ciudades del mundo, capacitando a sus residentes a través de tres ejes: investigación e innovación responsables, ciencia ciudadana y herramientas de cocreación como motores de cambio. “Siempre trabajamos de manera coordinada con las autoridades ambientales competentes y las actividades emisoras, además de con las comunidades afectadas, en nuestras zonas de estudio. De esta manera, también conseguimos generar diálogo entre todas las partes implicadas para codiseñar las posibles mejoras y aumentamos la transparencia”.

Buscando introducir la contaminación por olores en la agenda política, este proyecto quiere impulsar una "hoja de ruta estratégica sobre la contaminación por olores" que podría allanar el camino para una mayor sostenibilidad urbana a medio y largo plazo. Un proyecto de narices para que la ciudadanía logre una mayor participación y rendición de cuentas tanto hacia las empresas y autoridades locales como hacia las malas prácticas de sus conciudadanos y conciudadanas.

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