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Amazonia: curarse en casa de la covid-19 mejor que en el hospital

Llevar atención médica a los indígenas afectados por la pandemia en sus comunidades en vez de trasladarlos a las ciudades es la mejor opción para evitar contagios de otras enfermedades para las que no tienen inmunidad, pero también un gran reto. Uno de los pocos ejemplos es el hospital de los zo’é

Integrantes del pueblo yanomami sujetan mascarillas y cargan a sus bebés el 1 de julio de 2020 en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado de Roraima (Brasil). El coronavirus ha llegado a la mayor tierra indígena de Brasil y amenaza a los históricos guardianes de la Amazonía.
Integrantes del pueblo yanomami sujetan mascarillas y cargan a sus bebés el 1 de julio de 2020 en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado de Roraima (Brasil). El coronavirus ha llegado a la mayor tierra indígena de Brasil y amenaza a los históricos guardianes de la Amazonía.Joédson Alves (EFE)

Brasil es el país con más casos diagnosticados de coronavirus en pueblos originarios. Con 12.048 indígenas contagiados y 444 fallecidos según los datos del 7 de julio de la Articulación de Pueblos Indígenas (APIB), el desafío actual es garantizar la atención sanitaria y el cese de la propagación de la pandemia. “Los pueblos indígenas de la Amazonia estamos enfrentando una situación de emergencia sanitaria que está cada día más descontrolada”, alerta Angela Amanakwa Kaxuyana, de la etnia kaxuyana y representante de la Coordinación de las Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (COIAB). Actualmente, el mayor foco de coronavirus de todo Brasil se ubica en un tramo de 2.000 kilómetros a lo largo del río Amazonas, la principal vía de transporte en una de las regiones del país con mayor concentración de pueblos originarios, según un estudio brasileño de la Universidad Federal de Pelotas (UFP) São Paulo, publicado en la revista científica medRxiv. Esta misma investigación demuestra que la prevalencia de contagios entre la población indígena, del 3,7%, es casi el triple que la media nacional, 1,4%.

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“No es coherente sacar a una persona de su aldea indígena para tratar una enfermedad cualquiera en una de las ciudades amazónicas que son epicentros de la pandemia de coronavirus”, afirma Amanakwa. Ella explica que algunos de ellos están contrayendo el coronavirus en hospitales o centros médicos de las grandes ciudades donde fueron ingresados con otras enfermedades, en ocasiones sin consciencia del contagio, lo que puede suponer una potencial causa de entrada del virus en las aldeas indígenas.

Algunas Casas de Salud Indígena (CASAI), como la de Manaos y la CASAI-Y Yanomami de Boa Vista, que son centros de atención primaria con residencia para acompañantes y donde muchos indígenas aguardan el traslado de regreso a sus aldeas después de un tratamiento, se han convertido en focos de contagio de coronavirus. En municipios como São Gabriel da Cachoeira, donde la mayoría de la población es indígena y presenta la sexta mayor tasa de contagios del estado de Amazonas, solo hay un pequeño hospital militar sin ninguna Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y cualquier caso grave depende de la disponibilidad de una avioneta que lo traslade a un hospital mayor. Algunos enfermos de covid-19 del municipio han fallecido sin atención médica y muchas comunidades indígenas enfrentan el desafío de establecer cuarentenas internas para las personas contagiadas debido a sus costumbres de vida comunitaria.

Indígenas de los grupos étnicos yeKuana y yanomami llegan al batallón especial fronterizo en Auaris (AM) para recibir atención médica de las Fuerzas Armadas, que se encuentran en la región tomando pruebas rápidas para detectar la covid-19, este martes en Auaris (Brasil).
Indígenas de los grupos étnicos yeKuana y yanomami llegan al batallón especial fronterizo en Auaris (AM) para recibir atención médica de las Fuerzas Armadas, que se encuentran en la región tomando pruebas rápidas para detectar la covid-19, este martes en Auaris (Brasil).Joédson Alves (EFE)

Para los pueblos que viven en áreas más distantes de los escasos hospitales con UCIs, la situación es aún más desafiante. “Si tuviésemos una urgencia grave y la avioneta no pudiese venir, demoraríamos entre cinco y seis días de canoa para llegar al hospital más próximo”, declara Amanakwa. Diversos movimientos sociales celebraron el pasado 16 de junio la aprobación en la Cámara alta y baja de un Plan de emergencia frente a la covid-19 para pueblos originarios que prevé la distribución de artículos de primera necesidad, compra de respiradores, contratación de más profesionales, medios para el traslado de enfermos y, la medida más esperada, la construcción de hospitales de campaña en las regiones más críticas. No obstante, el presidente Jair Bolsonaro (que acaba de dar positivo en coranavirus) se reserva el derecho a veto de ciertas disposiciones de dicho Plan y desde el Ministerio de la Salud realiza acciones puntuales de distribución de test de covid-19 y otros equipamientos.

Históricamente olvidados por las políticas públicas y especialmente discriminados por Bolsonaro, algunos pueblos temen un aumento de suicidios como resultado de la presión generada por la covid-19, según relató el líder indígena Higson Kanamari, presidente de la Asociación Indígena Kanamari do Vale do Javari (Akavaja) a la revista digital Amazonia Real. Por su parte, la COIAB ha lanzado una campaña de recaudación de donaciones para ayudar tanto a los indígenas como a los profesionales de salud que se enfrentan el déficit de equipos de protección, y más de 1.300 médicos voluntarios con apoyo de la sociedad civil y empresarial han lanzado el proyecto Misión Covid para ofrecer consultas de telemedicina a distancia.

La prevalencia de contagios entre la población indígena, del 3.7%, es casi el triple que la media nacional, 1.4%

“Necesitamos alternativas urgentes, cada persona trasladada con covid-19 u otra enfermedad contagiosa deja un rastro en el avión, en la lancha o en otros medios de transporte, así como en los acompañantes”, explica Eric Jennings, médico neurocirujano que atiende a varios pueblos indígenas de la Amazonia. Jennings también coordina el equipo sanitario de un pequeño hospital de elevada resolución construido en la Tierra indígena Zo’é, estado de Pará. A partir de su experiencia en salud comunitaria, este médico considera que se necesita descentralizar la atención sanitaria y reservar los grandes hospitales de las ciudades solo para atender los casos más graves. "No es viable, y menos en un momento de pandemia, concentrar en un mismo lugar todos los servicios".

El reto de llevar la atención médica hasta los indígenas

Si bien todos los pueblos indígenas tienen derecho a la atención médica del servicio de salud público, la presencia fija de un equipo médico en cada tierra indígena solo está prevista por ley para los pueblos aislados o los de reciente contacto debido al riesgo que supondría el traslado a la ciudad para poblaciones con escasa inmunidad a las enfermedades exteriores. Esta política pública, garantizada por la medida nº 4049, fue elaborada por la Fundación Nacional del Indio (Funai) junto con especialistas sanitarios y aprobada en 2018. No obstante, su puesta en práctica todavía es escasa y uno de los pocos ejemplos en los que puede ser observada es en el pequeño hospital de los zo’é creado en 2003 con motivo de la instalación del Frente de Protección Etnoambiental Cuminapanema de la Funai.

Este pequeño hospital está construido siguiendo las especificidades socioculturales del pueblo zo’é, considerado un pueblo de reciente contacto con la sociedad exterior. El médico es quien se desplaza, un equipo de enfermería y auxiliares permanece siempre fijo en el local y en los últimos 20 años solo se han trasladado a la ciudad, de media, tres pacientes por año con necesidades de tratamientos puntuales, según informa Jennings. Si bien este proyecto de salud comunitaria fue reconocido como modelo ejemplar de salud indígena por las Naciones Unidas en 2011, a día de hoy continúa siendo una experiencia aislada frente a las dificultades sanitarias que enfrenta el resto de poblaciones indígenas del territorio brasileño.

Una mujer del pueblo yanomami y su bebé llegan a un punto de atención de una brigada militar de salud en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado de Roraima (Brasil).
Una mujer del pueblo yanomami y su bebé llegan a un punto de atención de una brigada militar de salud en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado de Roraima (Brasil).Joédson Alves (EFE)

Jennings, que atiende a otros pueblos indígenas en la Amazonia y conoce los desafíos de la atención sanitaria para las diversas etnias amazónicas contagiadas con coronavirus, añade que el traslado de sus miembros a la ciudad les supone fuertes impactos psicológicos y es, además, más caro a largo plazo que el tratamiento sobre el terreno, considerando que el valor medio de vuelo en avioneta ronda los 300 euros.

Entre los impactos socioculturales del desplazamiento a los hospitales urbanos figuran la ausencia de sus prácticas terapéuticas tradicionales, diferentes costumbres de alimentación y barreras de comunicación, ya que algunos miembros de pueblos indígenas no dominan el portugués. “Ha llegado el momento de ampliar nuestros horizontes y de llevar la tecnología y el conocimiento médico que tenemos a las pequeñas comunidades y no partir siempre de la premisa de trasladar a los pacientes a la ciudad”, declara el doctor Jennings.

Los zo’é no presentan ningún caso de contagio de coronavirus hasta el momento. Cuando a mediados de marzo, la Funai les advirtió por radio sobre la amenaza de la pandemia de coronavirus, todas las familias decidieron trasladarse a las aldeas más lejanas del hospital y de la base donde están los profesionales de la Funai, a una distancia de un día a pie.

Necesitamos alternativas urgentes, cada persona trasladada con covid-19 u otra enfermedad contagiosa deja un rastro en el medio de transporte, así como en los acompañantes

Eric Jennings, neurocirujano que atiende en la Amazonia

Para los zo’é, la enfermedad como tal no existe, su percepción de la salud proviene de la observación de síntomas. Según su cosmovisión, existen dos tipos de dolores: unos pueden ser enviados por los muertos o por los espíritus de la naturaleza en forma de venganza por alguna mala práctica, como una caza excesiva, y otros provienen del exterior. Ellos llaman a estos últimos kirahi ahy, que significa “dolor de los blancos”, frente a los cuales lo más adecuado es dispersarse.

Este pueblo está compuesto por 315 indígenas agrupados en cuatro comunidades que se desplazan según las estaciones del año entre sus 46 aldeas ubicadas en lugares clave de su territorio según la disponibilidad de caza y de pesca. “Ellos pueden estar completamente aislados y sobrevivir muy bien de los recursos de la naturaleza como siempre lo han hecho porque no han creado dependencia de la ciudad”, explica el doctor Jennings que destaca que muchas comunidades indígenas no han podido permanecer completamente confinadas en este momento de pandemia debido a la necesidad de adquirir productos alimenticios del exterior.

Además de soberanía alimenticia, los zo’é poseen sus propias prácticas terapéuticas: el towari, quema de hojas de tabaco y otras hierbas nativas, les sirve para curar dolores provocados por agresiones de "espíritus de la naturaleza". También utilizan raíces y cáscaras de algunos árboles que toman en forma de infusiones y aplican un analgésico natural de aceite templado del fruto de la castanheira o nogal de Brasil (Bertholletia, en latín). Los parteros y parteras zo’é son los encargados de todos los nacimientos, aunque generalmente la familia de la embarazada se instala en una de las aldeas más cercanas del centro de salud, donde el equipo médico puede acudir más fácilmente si hay alguna complicación. “Nosotros llevamos un seguimiento de todos los partos, pero solo intervenimos cuando es necesario”, añade Jennings que subraya la importancia de que un zo’é pueda nacer en su propio territorio.

Este pequeño hospital en tierra indígena garantiza tanto la asistencia de salud básica como la atención de cirugías de media complejidad y, en algunos casos, de alta complejidad como son las operaciones de hernia o cataratas. De media, el equipo médico puede realizar unas 15 intervenciones de dificultad media y alta por año. El centro está equipado con material para consultas odontológicas, analíticas generales, una máquina portátil para hacer rayos X y, además, suministra todas las vacunas básicas, incluyendo la actualización periódica de la gripe. “Casos leves y medios de covid-19 podrían ser atendidos con las infraestructuras de este hospital indígena”, explica Jennings. El equipo de salud, junto con la Funai e investigadores voluntarios, está buscando la forma de adquirir la donación de un respirador mecánico para estar prevenidos ante un posible contagio dentro de este pueblo que mantiene vivo el recuerdo de precedentes epidemias.

Integrantes del pueblo yanomami son atendidos por una brigada militar de salud este miércoles, en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado Roraima (Brasil).
Integrantes del pueblo yanomami son atendidos por una brigada militar de salud este miércoles, en la región de Surucucu, municipio de Alto Alegre, estado Roraima (Brasil).Joédson Alves (EFE)

Los zo’é perdieron un cuarto del total de su población a finales de los ochenta, justo cuando los misioneros evangélicos de la Misión Nuevas Tribus Brasil llevaron a cabo los primeros contactos con una población que vivía en aislamiento voluntario. La Funai expulsó a los misioneros y estableció una base en la tierra de los zo’é en los años noventa, que funciona hasta el día de hoy para garantizar sus derechos y para evitar la entrada indeseada de otras personas exteriores a la comunidad. No obstante, Survival Internacional alerta de que la presión sobre su territorio y sus recursos está aumentando: "Recolectores de castaña, buscadores de oro, misioneros y cazadores invaden periódicamente su tierra, y la frontera de los cultivos de soja cada vez está más cerca".

La entrada de invasores en tierras indígenas para la extracción ilegal de recursos continúa latente incluso durante la actual crisis sanitaria provocada por la pandemia. Es un amenaza no solo para los zo’é, sino también para los yanomami y para muchos otros pueblos originarios de Brasil expuestos a la destrucción de sus territorios y al riesgo de contagio exterior de coronavirus a pesar de los esfuerzos titánicos que están llevando a cabo para protegerse y evitar tener que ser trasladados a los hospitales de las capitales. “Todo paciente fallecido en la ciudad debe ser enterrado allí mismo. Es un cuerpo que no vuelve a la aldea indígena para pasar por los rituales funerarios”, afirma Jennings.

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