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Tribuna
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La validación como captura

No todos los sistemas de generación de conocimiento son ciencia, no todos los movimientos de mujeres son feminismo ni toda manifestación poética es literatura

Yásnaya Elena A. Gil
Comunidad Angahuan en Michoacán
Comunidad Angahuan en MichoacánHéctor Guerrero

Las narrativas sobre la realidad de la pandemia se han vuelto tan densas que me siento imposibilitada de hacer un análisis medianamente estructurado de los efectos que tendrá todo lo que está sucediendo. Me he expuesto a demasiados estímulos informativos y de análisis que plantean argumentos en el contexto de la pandemia sobre temas variados: la economía, la bioética, los sistemas de salud, el impacto de la cuarentena en la salud mental, la desigualdad estructural y sus consecuencias e incluso análisis interesantes sobre el uso de las noticias falsas. Las discusiones sobre si los efectos de esta pandemia declararán el fin del capitalismo o su renacimiento con mayor fuerza ocupan una buena parte de las discusiones que se están planteando en diferentes círculos virtuales de análisis. Confieso que me faltan elementos para sacar conclusiones que puedan guiarme en medio de la lluvia de argumentos y generar después un diagnóstico que me permita pensar siquiera en tomar posturas más o menos definidas. En medio de todo ese contenido, me interesan particularmente los efectos y las respuestas que se gestan desde los pueblos indígenas ante la pandemia. En busca de esta información me encontré también con un fenómeno particular pero ya conocido: en distintos espacios virtuales los conocimientos sobre el cuerpo y la salud que se han generado desde los pueblos indígenas se narran como alternativas posibles para enfrentar e incluso “curar” la covid-19 hasta extremos de personas que explican los rituales mediante los cuales la “ciencia tolteca” puede crear una especie de escudo protector contra el coronavirus. Del otro lado, como una reacción fácilmente predecible, se encuentran las descalificaciones que plantean que los conocimientos de los pueblos indígenas sobre el cuerpo y la salud son del todo inútiles, propios de gente crédula e ignorante, y que sólo el conocimiento científico puede hacer frente a la pandemia.

Estas discusiones no son nuevas, ciertamente, y me recuerdan la imposibilidad constante de traducir entre distintos sistemas de conocimiento y de validación. El sistema mixe de producción y socialización del conocimiento tiene sus propios espacios y mecanismos, así como el sistema de producción de conocimientos científicos tiene sus propios espacios y mecanismos sociales de producción, se realiza en determinadas lenguas, se valida mediante un sistema de evaluación entre pares, se produce en instituciones determinadas, se valida con premios y publicaciones en revistas especializadas; todo esto no escapa a condiciones históricas definidas, a cuestiones éticas, ni a un sistema económico, social y cultural determinado. El escándalo que desató la declaración de médicos franceses sobre la idea de probar la vacuna para la covid-19 en el continente africano nos hace volver a plantear preguntas sobre la relación histórica entre el colonialismo y la producción científica, por mencionar un ejemplo. ¿Cuánto del conocimiento científico no se ha generado sobre la explotación colonial? La ciencia como sistema de generación de conocimiento es uno entre los múltiples que existen en el mundo y, al igual que el sistema mixe de generación de conocimientos, está sujeto a la historia, a la economía y a las dinámicas culturales y sociales de los contextos en los que se desarrolla. El biólogo César Carrillo Trueba ha explicado que, desde la tradición occidental, la relación con otros sistemas de generación de conocimientos se puede establecer desde tres posibles acercamientos: mediante el desprecio, mediante la idealización o mediante la validación. El abierto desprecio es fácilmente detectable, diría que estoy casi acostumbrada a que el sistema de conocimientos mixe sobre el cuerpo y sobre el mundo sean homologados discursivamente a simple charlatanería o ignorancia. En contra parte, Carrillo Trueba hace evidente cómo la idealización es la otra cara de la moneda del desprecio, desde esta postura se hace una búsqueda de una sabiduría esencial en los sistemas de conocimiento de los pueblos indígenas que son opuestos a la malvada ciencia occidental mientras que la medicina tradicional de nuestras comunidades es presentada como conocimiento puro, primigenio y natural quitándoles así toda historicidad y complejidad. Las posturas idealizadoras sólo refuerzan la idea del “buen salvaje” sabio y, en muchos casos, generan dinámicas de extractivismo y apropiación cultural indebida.

Además del desprecio y la idealización, la validación me parece uno de los mecanismos más peligrosos por imperceptible o aparentemente bien intencionado. Carrillo Trueba explica como se valida cierto conocimiento de otras tradiciones fragmentando todo el sistema y sólo aceptando una parte de ese conocimiento como válido. La validación se trata de un fenómeno complejo que no replicaré aquí y que Carrillo Trueba ha explicado muy bien, quisiera más bien centrarme en la operación lingüística que me parece parte importante de la validación, el acto de nombrar. Mientras un amigo explicaba en un foro el funcionamiento de ciertas yerbas para la cura de la fiebre en la tradición mixe, un profesor lo interrumpió diciendo que aquello era ciencia, “ciencia mixe” dijo orgullosamente. “No es ciencia y está bien que no lo sea” pensé en responder. El sistema mixe de generación del conocimiento no funciona socialmente como el sistema científico, no tenemos revistas indexadas ni premios especializados, nadie cuenta cuántas veces es citado un artículo para medir su impacto ni hay que negociar con empresas para financiar investigaciones específicas, por mencionar algunos elementos. La validación opera desde el reconocimiento lingüístico cuando se nombra, y se acepta así, como “ciencia”, un conocimiento que se ha generado en un sistema distinto. Este reconocimiento tiene una idea implícita, que el conocimiento científico es superior por esencia y que reconocer como ciencia conocimientos generados en sistemas culturalmente diferentes es elevarlos de rango. Llamar “ciencia” al conocimiento generado dentro de un sistema distinto implica jerarquizar los sistemas de conocimiento colocando la ciencia occidental en el lugar más prominente. La validación evidencia cómo occidente se niega a ocupar su lugar en el mundo de la diversidad de sistemas de conocimiento de una manera igualitaria, al menos, narrativamente hablando para comenzar.

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Esta misma operación de validar desde el nombre sucede con otros fenómenos. En el mundo existen diversos y múltiples movimientos de mujeres, cada lucha de las mujeres corresponde a sus contextos, retos y necesidades, cada movimiento presenta sus propias demandas o anhelos prioritarios y éstos se plantean y discuten en múltiples lenguas contrastantes entre sí. En algunos casos una prioridad que se plantea puede ser el reconocimiento de las mujeres como posesionarias titulares de tierra comunal, en otro caso puede ser la despenalización del aborto o en otro caso, como lo explica la politóloga k’iche’ Gladys Tzul en una extraordinaria entrevista, los anhelos de las mujeres se puede centrar en la posibilidad de leer e interpretar el Corán en clave femenina. Las prioridades de cada una de las luchas de las mujeres se establecen de manera distinta. Sobre la diversidad del movimiento de mujeres opera también la validación cuando a toda lucha de las mujeres se le nombra feminismo. La lucha de las mujeres de mi comunidad cuya principal demanda en estos momentos es el acceso a un bien fundamental comunitario como lo es el manantial del que hemos bebido siempre no es feminismo y está bien que no lo sea, nuestra lucha no ha abrevado de los textos del feminismo ni se ha organizado por olas. Esto de ninguna manera debe leerse como una postura antifeminista. Se trata de reconocer que, así como la ciencia es un sistema de conocimiento particular entre los distintos sistemas de conocimiento en el mundo, el feminismo es uno de los muchos movimientos de mujeres que existen en el mundo y que para poder dialogar en igualdad es necesario comenzar desde el acto de nombrar. La validación desde el nombre evidencia una relación de poder: una parte tiene la capacidad para legitimar mediante una etiqueta, en su propio sistema, la validez de la otra parte.

Esta validación sucede también en otros fenómenos aparentemente alejados. Todas las lenguas del mundo ejercen la función poética del lenguaje, la lengua cotidiana en ciertas circunstancias toma otras formas y crea un tiempo lingüístico extraordinario en donde las palabras crean un efecto estético. En la tradición mixe, la función poética se halla relacionada con el ritual y es en ese momento en el que se ejerce preponderantemente. A estas manifestaciones propias de lo poético se les nombra literatura en muchas ocasiones ejerciendo así, una vez más, un acto de validación lingüístico. La literatura es una manifestación específica de la función poética del lenguaje que se inscribe dentro de un sistema determinando con editoriales, objetos llamados libros que se venden en tiendas, rituales como las presentaciones de libros o sistemas de validación como los premios literarios y las becas de creación. La tradición poética mixe tienes sus propios sistemas de creación y funcionamiento. Los cantos chamánicos tseltales, los rezos mixes, los libanas zapotecos forman parte de tradiciones poéticas no literarias. En el mundo de las manifestaciones poéticas, la literatura es sólo un ejemplo concreto desde el cual no es necesario validar a las demás.

También hay que considerar que los distintos sistemas de conocimiento del mundo, los distintos movimientos de las mujeres y las diferentes manifestaciones poéticas se influyen entre sí, son sistemas abiertos a la interacción; sin embargo, no podemos obviar el colonialismo que atraviesa estas relaciones y que explican los fenómenos de validación desde el nombre. No todos los sistemas de generación de conocimiento son ciencia, no todos los movimientos de mujeres son feminismo ni toda manifestación poética es literatura. No es necesaria esa validación que oculta la diversidad de modos de ser y de hacer. Para intentar un acercamiento equilibrado, es importante insertar la tradición occidental dentro de la multiplicidad del mundo: la ciencia como uno de los sistemas de generación de conocimiento, el feminismo como uno de los muchos movimientos de mujeres en el mundo y la literatura como una de las manifestaciones de la función poética del lenguaje entre muchas otras. Una entre otras; uno, entre otros. Tal vez de este modo el conocimiento y las manifestaciones de la tradición occidental dejen de ser utilizados como sinónimos de conocimiento universal, un supuesto conocimiento universal que contrasta con las demás manifestaciones a las que se les acusa de localidad. Todo conocimiento, incluyendo el occidental, es local, pues está situado en sus circunstancias históricas, sociales y culturales específicas y cada uno responde a las necesidades y experiencias propias de las sociedades que las desarrollaron. Cancelar la validación al nombrar puede ser un buen comienzo para intentar descifrar los códigos que ayuden a transitar entre tradiciones diversas y podamos, tal vez, desde distintos lugares, preguntarnos qué herramientas tenemos desde múltiples tradiciones para enfrentar todo lo que esa pandemia trae en los muy diversos aspectos de la existencia humana. Herramientas diversas para tratar de entender esta situación tan densa en la que ahora nos encontramos. Múltiples ojos para una mejor lectura del mundo.

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