Alfonso Bassave: “He tenido tantas crisis en los 20 y los 30 que llego a los 40 con los deberes hechos”
El actor, que acaba de estrenar la película 'Te quiero, imbécil', asegura que se siente más feliz, más libre, más seguro y más a gusto con su físico ahora que con hace veinte años
La última vez que ICON entrevistó a Alfonso Bassave ardieron las redes. No es que a las redes les haga falta mucha mecha para prender, pero una reflexión del actor en torno a la necesidad de estimular la inteligencia emocional en el colegio (“nos enseñan matemáticas, cuando en nuestra puta vida vamos a hacer una raíz cuadrada, pero no a escuchar nuestras emociones”) desató un interesante debate en la sección de comentarios. Él dice que ni se enteró, aunque meses después le contaron que un escritor dedicó un capítulo entero de su libro a echarle la bronca. “Por lo visto el capítulo se titulaba Un actor guapo más o algo así”, explica.
"Pones las noticias y hay mucho de ver quién la tiene más larga, de ver qué alcalde pone más luces en Navidad, de testosterona mal enfocada"
Al terminar aquella entrevista Bassave nos chivó que estaba tratando de convencer a la directora de su siguiente película, la comedia Te quiero, imbécil, para que humanizase a su personaje. Ahora puede presumir de haberlo conseguido: “Quim Gutiérrez hace de una especie de Bridget Jones y yo de su mejor amigo, un tipo que vive para el sexo esporádico, el fútbol y los colegas y que ve a las mujeres como objetos para su satisfacción. Este tío representa una masculinidad agresiva que, aunque se está quedando atrás, sigue causando estragos: pones las noticias y ves a Trump contra Irán, a los políticos españoles, a los deportistas… Hay mucho de ver quién la tiene más larga, de ver qué alcalde pone más luces en Navidad, de testosterona mal enfocada. Así que al final de la peli hay un breve momento, que yo peleé mucho con la directora Laura Mañá, en el que de alguna manera descubrimos que si este tío es así es por algo. Por falta de amor, de educación o de empatía. Se intuye que algo le pasa”.
Bassave medita tanto sobre la experiencia humana que si provoca un incendio en las redes sociales no es porque sea un pirómano, sino por el efecto de la lupa con la que lo observa todo. Considera que, si bien los actores pueden ser “intensos, egocéntricos y narcisistas”, también tienen destreza para ponerse en el pellejo de los demás, y no se queda en la respuesta abstracta sino que pone un ejemplo: “Mi amigo Juan José Ballesta es un macarra de barrio pero yo sé que, si el guion se lo pidiese, él se lanzaría a hacer un personaje gay. Otro macarra de barrio que no sea actor nunca tendrá que enfrentarse a vivir eso y a lo mejor su ideología primigenia nunca cambiará”.
Cuando analiza al ser humano detrás del artista no vacila en separarlos (“a lo mejor Beethoven era un cabrón con su ama de llaves, pero a mí me da igual porque la Sinfonía nº 9 es la hostia”) y cuando se plantea si vive o no en una burbuja de artistas defiende que todo el mundo se relaciona sobre todo con personas de su trabajo: “Tú tienes más en común con alguien de tu ámbito laboral que con alguien que sea matemático”. Y dale con las matemáticas, Alfonso. “Ya, me van a matar. Bueno, pues con un ingeniero. No tengo muchos amigos ingenieros porque tengo menos cosas que hablar con ellos”.
Cuesta creer que haya alguien que no tenga de qué hablar con Alfonso Bassave, dada la curiosidad del actor por sus semejantes y teniendo en cuenta que su belleza es de esas que hacen que todo el mundo le trate automáticamente mejor. En un momento de la producción del reportaje, Bassave publica en Instagram una story con el equipo y las bandejas de entrada de todos los implicados (periodista, estilista y fotógrafo) se pasarán el día recibiendo emoticonos de corazones y berenjenas. Porque el tipo es guapo de un modo universal e irrefutable, ese que hace que las señoras le describan como “muy apuesto”, los hombres como Quim Gutiérrez en Te quiero, imbécil quieran imitarlo y los tuiteros exclamen que ojalá les pise la cara. Así, cualquiera cumple los 40.
“A lo mejor Beethoven era un cabrón con su ama de llaves, pero a mí me da igual porque la Sinfonía nº 9 es la hostia”
“He tenido tantas crisis en los 20 y los 30 y he actuado en consecuencia haciendo terapia que siento que llego a los 40 con los deberes hechos. Yo me siento más feliz ahora que con 20. Más libre, más seguro de mí mismo y más a gusto con mi físico y como actor. Sigo enriqueciéndome, estoy pagando las facturas y estoy expresando lo que quiero expresar”. Incluso aunque Alfonso Bassave viviese en una burbuja, no sería en una esfera opaca sino transparente, que le permitiría observar la realidad.
“En mi familia nadie es artista, excepto mi hermano, y el ambiente es distinto. Él y yo somos ‘los rojos extremistas’, aunque para nada me considero yo eso. Hago un esfuerzo por escuchar otros puntos de vista, estamos en un momento social y político en el que tenemos que conocer las historias del otro y respetarlas. Ni yo ni mis amigos actores tenemos tanto éxito como para vivir en una burbuja”, concluye. Hacia el final del reportaje, el fotógrafo se atreve a meter el dedo en ella: “En esta foto sale demasiado guapo”. “¡Demasiado guapo!”, exclama Bassave, “ese era el título del capítulo del libro”.
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