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La última obsesión en la vida de Fernando Alonso

El piloto, que el domingo 5 debuta en el Dakar, da prioridad a su carrera antes que a su faceta personal aunque sin olvidar los negocios

Fernando Alonso, durante un entrenamiento para el Dakar.
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Oriol Puigdemont
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Fernando Alonso no deja a nadie indiferente. Los hay que le consideran uno de los tres mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1 a pesar de contar con solo dos coronas de campeón. Y luego están sus detractores, esos que siempre le han considerado demasiado altivo y arrogante. Pero si hay algo que nadie podrá echarle en cara es su atrevimiento, su inconformismo y su irrefrenable deseo de ser, cada día, un piloto más completo. El año que terminó el pasado martes fue el primero que completó lejos de la disciplina que le convirtió en uno de los deportistas más universales de España. A partir de mañana emprende una nueva aventura en el Dakar, el raid más difícil y peligroso que existe.

Acostumbrado a dar infinidad de vueltas a un circuito cerrado y a trazar la misma línea de forma casi robótica, en esta prueba deberá adaptarse al terreno. Haber logrado convencer a Marc Coma, ganador del Dakar en el apartado de motos en cinco ediciones, le brinda la mejor brújula que existe. El hecho de que la carrera se celebre por primera vez en Arabia Saudí también está de su lado, porque relativiza la experiencia sobre el terreno que pueden tener algunos de sus rivales. “Es lo más alejado que puede haber de la F1. Hay que saber leer el terreno, que es completamente desconocido. Cada metro que recorres es nuevo y no puedes perder la concentración durante ocho o nueve horas al día. Iré allí a dar lo máximo, pero no estoy preparado para optar a ganar”, reconocía Alonso en la reciente gala organizada por la Federación Internacional del Automóvil (FIA).

En su primera temporada alejado de los circuitos del Gran Circo, Alonso ha dejado clarísimo qué tipo de deportista es. Ha cogido 125 aviones que le han llevado a las múltiples competiciones en las que ha participado. A nivel deportivo, 2019 estuvo trufado de grandes hazañas, pero combinadas también con un tremendo gatillazo. Arrancó el curso de forma inmejorable con el triunfo en Daytona, al que siguieron su segunda victoria en las 24 Horas de Le Mans y el título en el Mundial de Resistencia (WEC). Sin olvidar el fiasco que supuso su segunda tentativa en las míticas 500 Millas de Indianápolis —ni siquiera pudo tomar la salida porque no se clasificó—. Este es el único trofeo que le falta levantar para celebrar la ansiada Triple Corona, el galardón honorífico con el que se condecora a quien es capaz de ganar en Mónaco, en Le Mans y en Indianápolis. Ese es su objetivo y casi obsesión, circunstancia que deja en segundo plano otros aspectos más personales.

La vida de Alonso transcurre entre aviones y carreras. Estas navidades las ha pasado junto a sus padres y hermana Lorena en Oviedo, antes de volar rumbo a Arabia Saudí. Desde hace algo más de tres años mantiene una sólida relación con Linda Morselli, modelo italiana de 31 años —siete menos que él—- que se convirtió en celebridad a partir de la relación previa que tuvo con Valentino Rossi. Después de haber pasado por Gran Bretaña, Suiza y Dubái, el bicampeón del mundo de F1 (2005 y 2006) ha fijado su residencia en Lugano (Suiza). Eso, sus compromisos profesionales y los de Morselli, hace que se citen en lugares estratégicos repartidos por todo el globo para verse.

A nivel empresarial todo lleva a pensar que el volumen de ingresos del corredor debe haber menguado algo desde su adiós a la F1. De cualquier forma, los números le acompañan. Según la revista Forbes, a mediados de 2019 estimaba su fortuna en 408 millones de euros, una cifra que le coloca en el podio de los pilotos que más riqueza han acumulado, solo por detrás de Lewis Hamilton (435 millones de euros) y de Michael Schumacher (413 millones). Conscientes del reclamo que supone contar con Alonso en sus filas y en la lista de inscritos, tanto Toyota —la marca con la disputará el Dakar— como los organizadores (ASO) e incluso el gobierno saudí le han planteado el mejor escenario posible para tentarlo. Tanto en lo deportivo como en lo económico. El gancho de su nombre también le llevó a abrir varias decenas de escuelas de karting en China y a enarbolar una estructura de competición que debía servir de lanzadera para jóvenes talentos que no terminó de cuajar. El museo-circuito gestionado por su fundación, en Oviedo, recibió en 2019 unos 50.000 visitantes, y unos 10.000 escolares pasaron por allí para recibir cursos de seguridad vial.

Fernando Alonso, con su novia Linda Morselli.
Fernando Alonso, con su novia Linda Morselli.

Pero también hay otros datos que hablan de su vida lejos de la competición. En los últimos cuatro años es difícil dar con una foto de Alonso en la que no aparezca con alguna prenda de Kimoa, bien sea una camiseta, una sudadera, una gorra o unas gafas de sol. El sello fue registrado a finales de 2015 con el asesoramiento de KPMG y la presentadora Lara Álvarez, entonces novia del español, como administradora de la sociedad hasta que a mediados de 2016 rompieron. Desde ese momento, el control de la sociedad pasó a manos de Luis García Abad —agente del asturiano— y Alberto Fernández, amigo y su mano derecha.

La exposición de Kimoa ha crecido exponencialmente, sobre todo a través de los perfiles de las redes sociales del propio Alonso. De hecho, en su última etapa en McLaren hizo una permuta de parte de su salario para que el monoplaza de la escudería británica luciera la marca en el alerón trasero, en un intercambio que podría haber alcanzado un valor de unos cinco millones de euros. Al margen de Kimoa, otra de las ramas de negocio que ha explorado últimamente ha sido la de los derechos de imagen mediante la tecnología conocida como blockchain, y gracias a un acuerdo entre Kodak y Wenn Digital. Se trata de un sistema de gestión de derechos audiovisuales. Y es que Alonso sabe lo que vale.

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