_
_
_
_
_

La cara oscura de la épica: aguantar el dolor durante el ejercicio puede romperte los huesos

Los expertos advierten de la peligrosa tendencia de que los aficionados imiten a los profesionales

Lo estás dando todo levantando mucho peso en el gimnasio. De pronto, aparece un dolor punzante en el hombro. O en mitad de una carrera popular notas que duele el pie cada vez que lo apoyas. La advertencia de los expertos en medicina del deporte es rotunda: no hagas como que no lo notas. Y ni se te ocurra tirar de épica con aquello de que "el dolor es transitorio, pero la gloria es eterna". Ni eres Rambo rescatando a tu escuadrón ni estás jugándote una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Eres un deportista popular al que las heroicidades le pueden pasar una factura muy cara.

"Durante el entrenamiento no debe haber dolor. Si aparece, nos está avisando de que algo no funciona correctamente. Otra cosa es la capacidad de aguante en los últimos metros de los deportistas de élite en la alta competición", declara el doctor Tomás Fernández Jaén, responsable médico de diversas competiciones internacionales, jefe médico de la delegación española para los Juegos Paralímpicos Londres 2012 y Rio 2016 y jefe de la Unidad de Medicina del Deporte en Clínica CEMTRO. El traumatólogo reconoce que el espíritu de sacrificio y de sufrimiento del que hacen gala los atletas profesionales ha calado en el deportista popular, pero piensa que "el error es creerse obligado a entrenar y sufrir como ellos. Los deportistas de élite se dedican y viven para ello. Cuentan con entrenadores especializados que les ponen programas adaptados a sus posibilidades y objetivos, controlan la dieta y el ritmo de descanso y les asisten médicos que vigilan tanto su evolución deportiva como la aparición cualquier indicio de lesión. Y, además, tienen algo que el popular suele pasar por alto: los atletas profesionales son jóvenes, algo que muchas veces no sucede con el deportista 'amateur".

El chaleco que evita lesiones

En fútbol desde hace ya algunos años los jugadores entrenan con un chaleco GPS. Este dispositivo permite al entrenador y al resto del equipo médico controlar a qué nivel están los jugadores y compararlo con su actuación a lo largo de la temporada. Así pueden analizar la evolución de parámetros vitales como las pulsaciones y la velocidad. Un aumento del pulso en un rondo o una disminución de la velocidad en un esprint pueden avisar de un principio de resfriado, de falta de sueño o de una lesión en ciernes. Por esa razón, a finales de temporada el míster puede dar una jornada de descanso a algún futbolista, sobre todo, si en unos días viene un partido de Champions o un derbi. No es para fastidiar a la afición sino para prevenir sobrecargas o agotamiento.

En los deportistas populares, sin embargo, parece no haber un botón de apagado. Con frecuencia vemos a usuarios de gimnasio que van a una clase de alta intensidad sin haber dormido bien. "O que entrenan por su cuenta o sin la debida supervisión y caen en el sobreentreno. Este término se refiere a la realización de un entrenamiento que no se adecúa a la condición física del deportista o que la excede". Tal vez el vecino pueda hacer 200 burpees sin parpadear y a ti con 20 ya se te salen los higadillos por la boca. O haga las series de 1.000 metros en 3 minutos y tú necesites casi 5 para completarlas. Intentar hacer las mismas repeticiones, y al mismo nivel, no sirve de nada. En primer lugar, porque superado el pico máximo de intensidad que el músculo puede tolerar (conocido como 1 RM), ya no va a haber mejoras adaptativas. Renquear hasta completar una serie puede acabar mal. "Podemos tener una rotura muscular o una fractura ósea por estrés a nivel local. Pero si el esfuerzo es desmedido, puede sobrevenir un fallo a nivel general, incluso, la muerte súbita".

Fracturas que se ven venir

Las fracturas por estrés son la gran bestia negra de los deportistas populares cuando asumen retos para los que sus huesos no están adaptados. "En los últimos años estamos viendo en la consulta un aumento de las fracturas por estrés. Sobre todo, de gente que prepara pruebas de resistencia, como el maratón, o los que participan en clases de alta intensidad". Pueden afectar a todos los tipos de tejido óseo, pero son más comunes en los huesos que soportan peso corporal, como los miembros inferiores (tibia, fémur, peroné y metatarsianos). Ni que decir tiene que los corredores son los que más papeletas llevan para toparse con estas lesiones.

Lo peculiar de estas roturas es que no suceden en un instante por un golpe o una mala caída. Se hacen poco a poco hasta que el hueso se rompe. Visualicemos el hueso como lo que es: una parte viva que se desgasta y repara. Cuando se somete a una carga mayor de la que le permite su capacidad de adaptación aparecen pequeñas microlesiones, tan pequeñas que hasta es complicado apreciarlas en una radiografía. Con algo de descanso, el tejido óseo se repone y está listo para volver a trabajar. Imaginemos que la agenda de ese atleta popular le obliga a viajar por trabajo, o que tiene que quedarse en casa porque el niño está enfermo, o él mismo ha sufrido una gastroenteritis y no puede entrenar. Para no saltarse el programa semanal, decide concentrar varios entrenamientos intensos en días seguidos, sin dar margen al hueso a reconstruirse después de cada sesión.

Sucede también en competiciones de muchas horas, como es el caso del maratón. Tanto más cuanto más se tarde en terminar la carrera. No hace falta que se corra rápido, incluso caminando todo el maratón se puede seguir agravando la lesión. El problema está en el tiempo de machaque. Este tipo de lesión la detectó por primera vez un médico prusiano a mediados del siglo XIX, al observar que los soldados acababan lesionados al cabo de largas marchas. El traumatólogo Gonzalo Mora Gasque sostiene que la fractura por estrés también tiene incidencia entre los peregrinos del Camino de Santiago. Los músculos obligan al hueso a moverse siempre igual. Si ya hay una microfractura, seguirá apoyando sobre esa zona fragilizada, erosionándola y aumentándola poco a poco. Es como si el músculo fuera una cizalla que va cortando lentamente el hueso. Su nombre clínico es, precisamente, estrés por cizallamiento. Cuando la cizalla opera durante horas seguidas el hueso acaba por romperse, y aparece la fractura por estrés óseo. El doctor Fernández Jaén advierte que esa obstinación por acabar una carrera pese al dolor puede acabar en quirófano. "Puede ser necesaria cirugía, con todo lo que ello conlleva de rehabilitación y tiempo sin practicar deporte".

La traumatología ha avanzado a pasos agigantados en las últimas décadas. Podemos ver a futbolistas o tenistas lesionados que en unas semanas vuelven a competir en plenas condiciones, pero tú no eres ni Cristiano Ronaldo ni Rafa Nadal. "El deporte mejora la capacidad del cuerpo para recuperarse de una lesión, por eso los deportistas de élite se recuperan tan rápido. El riesgo del aficionado es creerse como ellos sin estar al mismo nivel ni contar con el equipo médico que tienen esos deportistas. Sin olvidar que la edad es un condicionante clave a la hora de la recuperación: no es igual a los 20 que a los 40", sentencia Jaime Menéndez de Luarca 'Triluarca', preparador físico de triatlón y Ironman.

La culpa es de Coelho

Las frases motivacionales de Paulo Coelho (y de otros similares), al estilo de "si puedes soñarlo, puedes hacerlo", "querer es poder" o "no hay límites" animan a muchos a embarcarse en retos deportivos que, en ocasiones, exceden sus posibilidades. Para Menéndez de Luarca "el deporte se rige por leyes diferentes de la vida profesional. En lo laboral, si te partes el lomo doce horas al día durante años, puedes levantar un imperio económico. En el deporte la evolución viene condicionada por la capacidad de adaptación musculoesquelética y requiere su tiempo. No funciona lo de entrenar doce horas al día para preparar un triatlón. Es más, puedes ser un triunfador en lo profesional y más limitado en lo deportivo. No todos los cuerpos, por mucho que entrenen, llevan un campeón dentro. Y más pasados los 40 años. Por mucho que te lo diga Coelho o que hayas hecho una promesa".

Incluso pese a seguir a pies juntillas el entrenamiento prescrito por el mejor preparador físico del planeta, el cuerpo puede tener un mal día. "Hay que saber cuándo abandonar. En ciclismo hablamos de las pájaras. En maratón, del muro. Es ese momento en que el músculo se queda sin glucógeno y pasa a quemar grasa. Lo que notamos es un bajón en el ritmo, que cuesta más correr o pedalear. Pero no hay riesgo para la vida ni tienes por qué abandonar. Otra cosa es cuando ves a un corredor con un patrón errático en la zancada (cuando las piernas parecen descontroladas) o trota desorientado. Puede deberse a una deshidratación, una hiponatremia u otros muchos problemas internos que un médico debe valorar. El cuerpo es sabio y en esos casos colapsa. Corta los suministros energéticos a las extremidades para garantizar los mínimos que le quedan al cerebro y al corazón. Levantarle y ayudarle a seguir corriendo no es heroico ni solidario. Es sacarle de ese estado protector de emergencia y arriesgarse a un desenlace fatal. Si viera a mi mujer - la duatleta profesional Sonia Bejarano – en ese estado, con todo el dolor de mi corazón porque sé los esfuerzos que supone preparar una competición, la sacaría de la carrera".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_