Por qué fue Armstrong el primero en pisar la Luna
Las circunstancias conspiraron contra Aldrin e impidieron que fuera él quien diera el primer paso en la superficie lunar
A raíz del éxito del Apolo 8 en orbitar la Luna durante las navidades de 1968, un aterrizaje allí en verano se veía ya como una posibilidad muy real. No segura, pero sí plausible.
¿Quién sería la tripulación escogida? El encargado de seleccionarla era Donald Slayton, uno de los siete míticos astronautas del programa Mercury, ahora convertido en jefe de la oficina que asignaría los vuelos. En eso, su palabra era ley.
Para evitar suspicacias o acusaciones de favoritismo, Slayton había establecido un rígido sistema de selección: Cada vuelo tendría asignada una tripulación de tres hombres, otra de reserva y una tercera de soporte. Los reservas de uno serían los titulares tres vuelos más tarde. Eso les daría tiempo para entrenarse en la idiosincrasia de su misión.
Los suplentes asignados al vuelo del Apolo 8 serían Neil Armstrong, James Lovell y Edwin Aldrin. Pero poco antes de la fecha prevista, uno de los titulares, Michael Collins, tuvo que someterse a una operación de cervicales, por lo que intercambió puesto con Lovell. Y según el método de rotaciones, a la tripulación de reserva les correspondería pilotar el vuelo número 11. Que según como se desarrollasen los que faltaban podrían ser (o no), los primeros en pisar la Luna.
El resto es historia: Los tres Apolos 8, 9 y 10 funcionaron sin sobresaltos así que al final de la primavera de 1969 se dio por hecho que Apolo 11 sería el primero en intentarlo.
Durante el proyecto Gemini, quien salía a realizar los paseos espaciales era siempre el copiloto, mientras el comandante permanecía a bordo. Él había sido designado piloto del módulo lunar (aunque el título era simbólico; el encargado de dirigir el aterrizaje era siempre el comandante). Por lo tanto, la tradición sugería que también sería el primero en pisar la Luna.
Aldrin, un perfeccionista, exuberante y convencido del carácter trascendental de la misión, estaba entusiasmado ante la idea de pasar a los libros de historia. A Armstrong, en cambio, ese aspecto le tenía bastante sin cuidado. Ingeniero y piloto de pruebas ante todo, lo único que de verdad le interesaba era alcanzar su objetivo como estaba programado. Pisar la Luna era un mero detalle que formaba parte del plan de vuelo.
Pero las circunstancias conspiraron contra Aldrin. En primer lugar, un mero detalle técnico: Armstrong ocupaba el puesto de pilotaje de la izquierda; Aldrin, el de la derecha. La portezuela del módulo lunar se abría hacia dentro, de izquierda a derecha. Con lo cual bloqueaba el paso de Aldrin, que hubiese tenido que saltar sobre ella, cosa nada fácil dada la estrechez de la cabina y lo engorroso de moverse con trajes de presión.
Una de las justificaciones de la NASA era que Armstrong tenía más veteranía en el cargo. Había sido seleccionado como parte del segundo grupo de astronautas, en 1962. Eran nueve y todos —salvo Ed White, fallecido en el incendio del Apolo 1— serían comandantes de una u otra nave lunar.
Aldrin formaba parte del tercer grupo, escogido un año más tarde. De los 14 solo cuatro llegarían a pisar la Luna, dos de ellos en calidad de comandante.
Por último, otro aspecto —nunca reconocido oficialmente— es que Armstrong era un civil y Aldrin, un coronel de la Fuerza Aérea en activo. Es probable que se considerase más políticamente correcto que el primer hombre en la Luna no ostentase empleo militar.
Armstrong estaba contratado como empleado civil, lo que le convertía en uno de los astronautas mejor pagados: Unos 30.000 dólares de entonces al año, casi tanto como la suma de los salarios de sus dos compañeros de viaje, ambos militares. Ninguno recibía compensación adicional por sus misiones espaciales aunque, eso sí, en su historial se les acumulaban las correspondientes horas de vuelo.
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