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JORNADAS EUROPEAS DE DESARROLLO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tres claves para salir del laberinto de la malnutrición

Que hayamos visto cerca el objetivo de acabar con el hambre no significa que lo hayamos conseguido; de hecho, nos alejamos

Imagen de un laberinto.
Imagen de un laberinto. Peter kruuscht (FLICKR)
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La lucha contra el hambre y la malnutrición se parece mucho al laberinto del Minotauro. Cuando parece que nos acercamos al objetivo, una decisión cambia nuestro rumbo por completo y nos acabamos alejando de él. Otras veces da la sensación de que casi hemos llegado pero, en realidad, estamos caminando en círculos que nunca nos llevarán a destino.

Algo así ha pasado desde que a principios de este siglo numerosos países lograran grandes avances en la reducción del número de personas que no comen lo suficiente. Parecía que habíamos encontrado el camino hacia la salida y, sin embargo, llevamos años dando rodeos. Incluso estamos peor: las cifras del hambre llevan tres años subiendo y otros tipos de malnutrición —como la obesidad— no dejan de aumentar en todo el mundo.

Aun así, son muchos los que parecen haber dado por resuelto el problema del hambre, quizá porque parecía un problema cuya solución ya estaba encaminada. Una gran parte de quienes se dedican a la cooperación y el desarrollo están reunidos esta semana en Bruselas en los European Development Days. Allí se debate sobre desarrollo y cómo combatir las desigualdades, pero la seguridad alimentaria y la nutrición parecen haber pasado a un segundo plano. Lo que complica aún más la salida del laberinto.

Porque la realidad es que tenemos que volver a poner el foco sobre la lucha contra el hambre y la malnutrición, pues erradicarlas es la base del desarrollo, el bienestar y el crecimiento económico. Y también fuente de oportunidades de empleo, estabilidad y seguridad en algunos de los puntos más calientes del planeta.

En colaboración con distintas agencias internacionales, organizaciones de desarrollo y los Gobiernos de más de 25 países, el Programa First (una alianza de la Unión Europea y la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura FAO) ha hecho un alto en el camino para ver cuáles han sido las decisiones que nos han hecho caminar en círculos y analizar cómo podemos volver sobre nuestros pasos para retomar la senda de progreso que habíamos alcanzado. Son todavía conclusiones preliminares, pero nos dan una idea de por dónde se llega a destino.

La aportación del sector privado a la lucha contra la malnutrición no puede verse como una contribución voluntaria u ocasional

La primera clave es que la agricultura sigue siendo importante. Aunque hoy se vea como un signo de atraso y pobreza en gran parte del mundo, los cultivos, el pastoreo, la ganadería o la pesca son esenciales para acabar con la malnutrición (del hambre a la obesidad y de la anemia a la desnutrición crónica infantil) y por eso deben seguir siendo objeto de atención e inversiones.

No solo por el motivo más obvio —hay que producir comida nutritiva para todos— sino porque son la fuente de ingresos (y medio de subsistencia) de los más vulnerables ante el hambre y la malnutrición: casi 8 de cada 10 hambrientos viven en zonas rurales y dependen de la producción de alimentos para salir adelante. Y, en muchos países y contextos, como muchos lugares de África occidental, son también la mejor opción para crear oportunidades atractivas y empleos dignos para una población creciente y cada vez más joven.

La segunda conclusión es que para salir del enredo hace falta que el sector privado acompañe (las grandes empresas multinacionales, sí, pero también los pequeños y medianos empresarios de todo el mundo). Esto implica cambiar de mentalidad y lenguaje a la hora de involucrar a las empresas, y dejar de enfocar su aportación a la lucha contra la malnutrición como una contribución voluntaria u ocasional.

La inversión en agricultura medioambiental y socialmente sostenible —esto es, que realmente contribuya a crear empleos dignos y a asegurar una nutrición adecuada para todos, sin menoscabar los recursos naturales ni agravar el cambio climático— debe venir también por parte del sector privado. Para que esto ocurra, hay que crear las condiciones en las que resulte atractivo y seguro hacerlo y ni el pequeño agricultor ni el gran inversor se resistan a invertir por inseguridad jurídica, inestabilidad política o social o falta de infraestructuras o servicios (como carreteras o comunicaciones).

Casi ocho de cada 10 hambrientos viven en zonas rurales y dependen de la producción de alimentos para salir adelante

En tercer lugar, como hizo Teseo en el laberinto registrando su propio rastro con el hilo de Ariadna, es fundamental ser conscientes en todo momento del camino que vamos tomando y de si este nos acerca a la salida. Durante décadas, por ejemplo, se ha asumido que ciertos subsidios eran una ayuda suficiente para producir resultados. La experiencia demuestra, sin embargo, que hacen falta sistemas para monitorizar el progreso y el impacto que conseguimos en cada caso, e ir aprendiendo de los errores y los aciertos.

Estas claves sobre por qué no nos acercamos al objetivo se complementan con otras, como la obligación de tener en cuenta otros ámbitos más allá del agrícola o el sanitario (la educación, la protección social, el acceso a crédito, las infraestructuras…), superar la tradicional división entre acción humanitaria y desarrollo, la necesaria igualdad entre hombres y mujeres y la importancia de que la visión global no sea un obstáculo para la acción local, sobre el terreno, donde vive la gente y donde pasan las cosas.

Todos estos elementos pueden ayudarnos a encontrar el camino correcto, aunque sea por la carretera menos transitada. Pero para poder llegar, lo más básico es que sigamos queriendo hacer el esfuerzo. Y para eso, la seguridad alimentaria y la nutrición deben recuperar el lugar capital que les corresponde en la agenda política internacional.

Karel Callens y Marco Knowles son gerente y coordinador técnico del Programa FIRST, una alianza estratégica de la Unión Europea y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) para la lucha contra el hambre y todas las formas de malnutrición.

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