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Kiko Ledgard: historia tragicómica del primer gran ‘showman’ que conoció España

Tuvo once hijos, a su suegra la asesinaron en Madrid, se cayó desde un tercer piso... Chicho Ibáñez Serrador, que será homenajeado en los Goya, fabricó 'Un, dos, tres'. La cara visible del programa fue un presentador que revolucionó la televisión española con su estilo irónico

Kiko Ledgard en una imagen publicitaria tomada durante la segunda etapa del 'Un, dos, tres', emitida entre 1976 y 1978. A la izquierza, una joven Victoria Abril como azafata; a la derecha, Marián Flores.
Kiko Ledgard en una imagen publicitaria tomada durante la segunda etapa del 'Un, dos, tres', emitida entre 1976 y 1978. A la izquierza, una joven Victoria Abril como azafata; a la derecha, Marián Flores.
Guillermo Alonso

Su nombre era Kiko Ledgard, con el acento en la e (léase “Léd-gard”), pero durante tantos años el público español lo llamo Kiko Legar (“Le-gár”, con el acento en la a), que él acabó aceptándolo casi como un nuevo bautizo. El peruano Legdard (Lima, 1918 - Madrid 1995) se convirtió en el rostro más famoso de la televisión en los años setenta gracias a su labor como presentador en las dos primeras etapas del Un, dos, tres, un total de 138 programas emitidos entre 1972 y 1978.

Manuela Freundt, suegra de Kiko, desapareció en febrero de 1973. Una carta llegó muy poco después a manos de su marido, el acaudalado Carlos Estuardo Marrou, en la que se pedía un rescate de 200.000 dólares

Decir que Kiko era el Un, dos, tres no es una frase hecha: algunas de las ideas se tomaron de un espacio que él presentaba en Perú, Haga negocio con Kiko, de modo que desde el primer programa (emitido el 24 de abril de 1972) Ledgard llevaba ya el ADN en las venas. Pero, además, el presentador tenía eso que Chicho Ibáñez Serrador siempre buscaba para sus productos: más que un presentador, era un personaje. Dueño de una fina ironía que mezclaba con modales de presentador formal al estilo de los grandes estadounidenses, su estilo espontáneo (era capaz de colgarse del techo y siempre llevaba varios relojes y calcetines de diferente color, algo que no se descubrió hasta que llegó el color) lo convirtieron en un tipo de personalidad inédita en la televisión española. El presentador ya no era un impersonal busto parlante, sino un amigo divertido y ácido. Y encima, con un exótico acento peruano.

“Cuando llegué a España me sorprendía lo amable y alegre que era la gente en la calle y la solemnidad que había en televisión”, contó a Pedro Ruiz durante una entrevista en 1972. “Si uno se porta tal como es y cae bien, le va a ir bien”.

Kiko Ledgard en su casa de Madrid en 1972 con su esposa, Ana Teresa, y sus hijos.
Kiko Ledgard en su casa de Madrid en 1972 con su esposa, Ana Teresa, y sus hijos.Getty Images

Originario de una familia acomodada de Lima (su padre, Carlos Ledgard, fue presidente del Banco Alemán y embajador de Perú en Argentina), Kiko tuvo varios trabajos y ocupaciones antes de la televisión: de empleado en British Airways a una agencia de publicidad pasando por campeón de boxeo a finales de los años 40 en Perú con el sobrenombre de Rodolfo Jiménez (en realidad, su segundo nombre y su segundo apellido). En esa época, en 1947, se casó con Ana Teresa, la mujer con la que estaría hasta el fin de sus días.

En 1959 encontró una profesión en la que todos sus talentos (vendedor, deportista, publicista y payaso) encajaban a la perfección: presentar un programa de televisión. Aparte de Haga negocio con Kiko, en Latinoamérica se hizo famosos por conducir otros espacios como La familia de 6, Villa Twist y Un juego para dos. Allí también hizo alguna incursión ocasional en el cine como actor.

En un encuentro con los medios gráficos y escritos organizado en el Hotel Country Club, el presentador recurrió a sus habituales gracias delante de los fotógrafos: el equilibrismo. Delante de las cámaras, mientras bromeaba con uno de los periodistas presentes, se subió a la barandilla de la terraza del hotel. A los pocos segundos perdió el equilibrio y se precipitó al vacío

El primer gran giro de su vida llegó en 1971. Ese año tuvo que abandonar Perú para huir de la dictadura de Velasco Alvarado (que, entre otras medidas, había impuesto un control directo sobre las telecomunicaciones en el país y restringido la libertad de prensa). “Me vine seis meses yo solo, para lo que tuve mucho valor, porque vine sin nada. Pero tuve la suerte de comenzar pronto: a los diez o doce días de llegar a España ya estaba haciendo un programa de chavales”. Se refería a Hoy también es fiesta, en el que recaló antes de que Chicho lo llamase para el Un, dos, tres.

Kiko, Ana Teresa y sus once hijos (con nombres tan increíbles como Clipper, Flash, Tip, Brick, Jet, Nickel, Ding-Lyn o Spring) se instalaron en España. Eran felices. Adquirieron un terreno en Castilla para crear, entre toda la familia, un camping propio donde pasar las vacaciones. ¿El nombre? Don Kikote de La Mancha.

Allí comenzaron unas obras que incluyeron todas las infraestructuras que faltaban en medio de la nada: cuartos de baño, piscina, una vivienda… Las obras se interrumpieron durante la segunda etapa del concurso (emitida entre 1976 y 1978). Al volver allí la familia, según contaría posteriormente su hijo Brick, se encontraron con que el vandalismo había destrozado las infraestructuras. El sueño de varios años se había ido por la borda.

Kiko Ledgard con su esposa Ana Teresa en Madrid en 1975.
Kiko Ledgard con su esposa Ana Teresa en Madrid en 1975.Getty Images

Entonces, en 1973, llegó otro golpe, esta vez uno mucho más grave.

Manuela Freundt, suegra de Kiko, desapareció en febrero de 1973. Una carta llegó muy poco después a manos de su marido, el acaudalado Carlos Estuardo Marrou, en la que se pedía un rescate de 200.000 dólares. Una esperanza inútil: tres días más tarde, unos excursionistas encontraron el cadáver estrangulado de la mujer, de unos setenta años, en una casa abandonada a las afueras de Madrid.

Un hombre fue detenido por el asesinato, dejando un relato que parece propio de una de esas series de intriga que había dirigido el propio Chicho. La reconstrucción que se hizo del crimen en los principales periódicos iba así: Jorge Amado Granell, amigo del matrimonio Estuardo Freundt y con una situación económica preocupante en 1973, se aprovechó de la confianza que Manuela tenía con él y le pidió que le acompañase en su coche a un pueblo de Madrid. Pero el destino no era ese pueblo, sino un descampado donde propinó un puñetazo a Manuela y, posteriormente, la estranguló. Llevó su cadáver al interior de una casa abandonada y prendió fuego a la vieja construcción. Esa misma tarde escribió una carta de rescate pidiendo a Carlos Estuardo Marrou 200.000 dólares para volver a ver viva a su esposa y pidió a un taxista del Aeropuerto de Barajas que se la llevase al señor Marrou (Carlos Estuardo Marrou, el marido de la asesinada).

Kiko, Ana Teresa y sus once hijos se instalaron en España. Eran felices. Adquirieron un terreno en Castilla para crear, entre toda la familia, un camping propio donde pasar las vacaciones. ¿El nombre? Don Kikote de la Mancha

Ese fue, básicamente, el torpísimo error de este supuesto crimen. Muy poco después el taxista se dirigió a la residencia de Kiko Ledgard, situada en la madrileña calle Alberto Aguilera. Allí, según informó el periódico ABC, el propio Kiko hizo uso de sus estudios artísticos de juventud y trazó un retrato robot del hombre al que el taxista estaba descubriendo. ¿Quién aparecía en ese dibujo? Amado, el que era amigo de sus padres.

Pero esta historia da un giro en mayo de 1974, cuando la Audiencia Provincial de Madrid deja en libertad a Granell al probarse que él no era el asesino. En 1979, según se publicó en EL PAÍS, el asesinato de Manuela seguía impune.

En 1975, otro golpe: durante una estancia en Vigo sufrió un infarto de miocardio, según los médicos debido al excesivo estrés. Estos reveses personales y de salud no afectaron al éxito profesional. Ledgard siguió presentando Un, dos, tres hasta 1978 con enorme éxito. Posteriormente presentaría también el programa de variedades 300 millones hasta 1979. En 1980 otro infarto llevó a que le pusieran un marcapasos.

Kiko Ledgard recibiendo un reconocimiento de la reina Sofía en 1975.
Kiko Ledgard recibiendo un reconocimiento de la reina Sofía en 1975.Getty Images

Pero tal vez el revés definitivo llegaría en mayo de 1981. Un episodio que no terminó con su vida, pero sí con su carrera. Ledgard, en aquella época con 62 años, había vuelto a Lima con proyectos televisivos que iban a suponer su regreso triunfal a los medios de comunicación peruanos tras convertirse en el presentador de oro en España. En un encuentro con los medios gráficos y escritos organizado en el Hotel Country Club, el presentador recurrió a sus habituales gracietas delante de los fotógrafos: el equilibrismo. Delante de las cámaras, mientras bromeaba con uno de los periodistas presentes, se subió a la barandilla de la terraza del hotel. A los pocos segundos perdió el equilibrio y se precipitó al vacío. El tenso momento puede verse a partir del minuto 0:40 de este vídeo.

Kiko Ledgard cayó tres pisos hasta la calle y sufrió un fuerte traumatismo craneal que hizo temer por su vida. Él sería capaz de recordar el episodio en una entrevista con José Luis Parada en 1991: “Durante tres meses no reconocí a nadie, ni siquiera a mi mujer”. Kiko no volvió a presentar ningún programa, si bien hizo apariciones en varios espacios y festivales. “Yo creo que podía haber vuelto a trabajar, pero no todo el mundo lo cree”, confesó en la misma entrevista.

"Como a todos los que le conocíamos y apreciábamos, el accidente de Kiko me dejó conmocionada. Quedó malherido, con un brazo inutilizado y, lo peor, una conmoción cerebral le impidió volver a sr esa persona ágil e imaginativa que habíamos conocido"

Mayra Gómez Kemp

En sus memorias Y hasta aquí puedo leer (Plaza & Janés), la presentadora Mayra Gómez Kemp (que sucedería a Kiko al frente del Un, dos, tres desde 1982, cuando se estrenó la tercera etapa del programa) recuerda por qué Kiko no fue considerado por Chicho Ibáñez Serrador para retomar su puesto. "Los comentarios en la prensa fueron incrementándose a medida que se acercaba la fecha de arranque de Un, dos, tres, especialmente cuando se conoció que el terrible accidente sufrido por Kiko Ledgard le imposibilitaba presentarlo. Como a todos los que le conocíamos y apreciábamos, el accidente de Kiko me dejó conmocionada. Quedó malherido, con un brazo inutilizado y, lo peor: una conmoción cerebral le impidió volver a ser esa persona ágil e imaginativa que habíamos conocido".

Ledgard sería capaz, sin embargo, de recordar ese terrible episodio con humor años después. El hombre irónico y divertido no se había ido del todo: “Caí tres pisos sobre la piedra. Rompí toda la piedra, la dejé manchada. Después la lavé”, contó en Arco del Triunfo, de TVE. También contó posteriormente que con la caída perdió un brazo, pero le “volvió a crecer”. En todo caso, supuso el fin de su carrera televisiva. La siguiente ocasión en la que Kiko volvió a ocupar titulares fue cuando un nuevo problema cardíaco se lo llevó definitivamente: el 23 de octubre de 1995 falleció en su casa de Majadahonda, en Madrid.

Hoy quedan sus frases, algunas de ellas casi aforismos: “Yo no tuve ningún hijo, tuvo los once mi mujer”, dijo una vez. O cuando contó que una vez en Perú le dieron un aplauso tan grande y perfecto que lo grabaron para ponerlo después en otros programas a otros presentadores. Sus cenizas fueron esparcidas por los terrenos del camping Don Kikote de La Mancha, o lo que quedaba de él. Como cierre para una vida consagrada al espectáculo –y de tintes tragicómicos– no podía ser más perfecto: solemne, sí, pero a la vez extrañamente gracioso.

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Sobre la firma

Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.

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