García Ferreras: ese hombre que suda y anuncia un apocalipsis diario
La diferencia entre un acontecimiento y un día histórico se mide en las horas en antena del presentador de 'Al rojo vivo'
El estado de sobresalto permanente en que vivimos ha convertido a Antonio García Ferreras (León, 1966) en parte de nuestro mobiliario doméstico: es ese tipo que suda, se engorila y se agita en el interior de nuestra pantalla plana cada vez que se anticipa un Apocalipsis.
El caso es que vamos a Apocalipsis por semana y esta síntesis de Walter Burns y Hildy Johnson, protagonistas de Primera plana, empalma horas extra que se convierten en noches toledanas que se convierten en maratones hercúleos que se convierten en sostenidos toques de atención para la inmediata concesión del premio Guinness a la permanencia en pantalla… hasta el punto de que uno le coge ya tanta confianza que llega a sentirse tentado de tutearle y, ya puestos, darle unos cuantos consejos de buen pariente para que no le escale la tensión arterial al Everest.
Uno le diría que no enunciase con tanta insistencia que lo que hace es “¡periodismo!”, dado que verbalizar lo que se debería dar por hecho evoca la figura del vendedor de feria
Uno le diría, por ejemplo, que no enunciase con tanta insistencia que lo que hace es “¡periodismo!”, dado que verbalizar lo que se debería dar por hecho evoca la figura del vendedor de feria que histrioniza las bondades de un pelapatatas para endilgarte, en realidad, un palillo romo.
En García Ferreras, que elevó a los cielos de la autopromoción corporativa al Real Madrid y hoy levanta acta de los Tropecientos Mil Días que Sacudieron al Mundo, palpita con vehemencia el fulgor del Eterno Masculino, pero también se detecta una fractura entre su percepción subjetiva y el modo en que le vemos el resto de los mortales.
Periodista nato de fiambrera y saco de dormir bajo el escritorio, al modo del Humphrey Bogart de El cuarto poder (1952), García Ferreras se nos aparece como la perfecta mejora evolutiva de Lou Grant, con los trazos pétreos y superheroicos de Ben Grimm, La Cosa de Los 4 Fantásticos, pero su gestualidad y su mirada intensa delatan una autopercepción muy distinta: el presentador de Al rojo vivo es un Michael Chiklis que se mueve, habla, mira y respira como un George Clooney interpretando el papel de un hipotético sabueso informativo capaz de desvelar un Watergate al día.
La Cosa por fuera, Hombre Nespresso por dentro.
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