_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Claudio

Díganme cómo se puede recordar con alegría cuando se muere un hombre así

Leila Guerriero
Claudio López Lamadrid, en una imagen de archivo.
Claudio López Lamadrid, en una imagen de archivo.

Dicen que hay que recordar con alegría. Yo no puedo. Ya se ha dicho todo lo que él hizo por la edición en español: publicar a Coetzee, trasegar autores entre Latinoamérica y España. Solo por haber editado a David Foster Wallace, para mí ya era un héroe. Me decía —como a todas— “querida”, y a mí me encantaba porque sonaba a verdad. Querida, querida. Querido. Hablaba rápido y en tono bajísimo, como si todo fuera una confesión o un chisme, y en las reuniones se mantenía en un plano discreto, esfumándose de pronto sin que se supiera dónde. Una vez me dijo: “Me gustaría que mis autores me recordaran como alguien que entiende de libros. No me gustaría convertirme en un editor que solo habla de ventas. El escritor es una persona frágil. Yo siento que puedo ser desde mamá hasta guardaespaldas, y me gusta. La única relación que entiendo es de principio a fin: el trabajo con el autor a todas horas”. La frase era literal: podía cruzar el Atlántico por un día para acudir a la presentación de un autor suyo. En noviembre, algunos periodistas dábamos una charla en la Feria del Libro de Guadalajara. Él entró a la sala y nos saludamos de lejos. Se sentó a un costado, solo. En un momento cité una novela de Javier Cercas y dudé acerca de un dato. Delante de todos, y al micrófono, le pregunté: “Era así, ¿no, Claudio?”. Él asintió con la cabeza y sentí que me decía “tú tranquila, que vas bien”, contrabandeando, en un gesto que condensaba su enorme oficio de editor-grizzly, ánimo, seguridad y cariño: todo lo que alguien que escribe necesita. Lo último que vi de él, rato después, fue su espalda cuando salía de la sala. Y no lo vi más. Claudio López de Lamadrid, director editorial de Random House Mondadori, murió el viernes y dejó a dos continentes de escritores huérfanos. Díganme cómo se puede recordar con alegría cuando se muere un hombre así.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_