'Drag Race Thailand': la versión asiática que supera el talent de RuPaul
El popular programa desembarca en Tailandia con una versión que, de momento, no tiene nada que envidiar a la original
Corren muy buenos tiempos para los feligreses de RuPaul’s Drag Race. No contentos con la tercera temporada del All Stars 3 que en estos momentos se está emitiendo (disculpen el spoiler: Trixie Mattel, honey, espabila antes de que sea demasiado tarde) y la ya confirmada décima temporada que arrancará el próximo 22 de marzo, en Tailandia hace apenas unos días ha debutado la versión oriental del show drag televisivo más célebre de todos los tiempos. Y no, no hay excusa para no verlo aunque no estemos familiarizados con el tailandés gracias al altruista trabajo de esos fans que se desviven por internacionalizar el show mediante subtítulos.
El mecanismo del programa es exactamente el mismo que el dirigido por RuPaul. Diez drags durante semanas tendrán que enfrentarse entre ellas no sólo para lucir sus mejores looks de fantasía, sino también para demostrar sus dotes cómicas y lo que el estadounidense resume a la perfección como "charisma, uniqueness, nerve and talent". Los decorados son prácticamente calcados, cuentan con las mismas pruebas con las que demostrar su valía y, en el caso de quedar las últimas de la tabla, su permanencia en el programa depende de un lip sync. Lo único que sí cambia es el hecho de que aquí no hay un host, sino dos: las celebridades locales Art Arya y Pangina Heals. Y, obviamente, las concursantes.
Desde una drag que de día trabaja en una granja de gambas (Dearis Doll, quien recuerda a la malrrollera Phi Phi O’Hara), pasando por otra que lo hace en una funeraria y presume de rica (Natalia Pliacam, cuya frase para enmarcar es “si dejas de respirar, llama a Natalia”), una pseudo clon de Nicki Minaj (Meannie Minaj), otra que dice así a primeras que tiene muy mal gusto al vestir (Amadiva, que se da un aire a Raja) y un funcionario que apunta a que va a ser una de las revelaciones de esta primera temporada (Année Maywong). También hay alguna que otra drag de lo más básica, por supuesto, pero el casting es lo suficientemente efectivo como para acabar seducido de inmediato por esta extravagancia televisiva.
Teniendo en cuenta lo familiarizados que en el país asiático están con las ladyboys (a las que no hay que confundir con las drags porque estas segundas se dedican estrictamente al espectáculo y no ofrecen su cuerpo por un puñado de bahts tailandeses), es digno de aplaudir que una televisión de allá haya apostado por este formato inclusivo y libre de prejuicios en el que el entretenimiento lo es todo. ¿Existe la posibilidad de que en un futuro también tengamos una versión española del Drag Race? Ojalá. Aunque estaría por verse quién sería la persona más adecuada para presentarlo.
El salseo entre competidoras (no se cortan ni un pelo en criticarse ante las cámaras desde el primer episodio), las historias de superación y la estética por la estética lo prima todo. Sin ir más lejos, en el primer reto las concursantes han tenido que lucir tres looks en uno. Y el nivel respecto a su versión estadounidense no decae en absoluto. Parece mentira que alguien pueda engancharse a un programa tailandés. Pero sí, por surrealista que parezca, está pasando.
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