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Alexandra Shulman, una editora de moda a la antigua usanza

La que fuera directora de la edición británica de 'Vogue' durante 25 años arremete contra los directivos que quieren ser estrellas antes que periodistas

Alexandra Shulman, exdirectora de la edición británica de 'Vogue', en el que era su despacho en 2013.
Alexandra Shulman, exdirectora de la edición británica de 'Vogue', en el que era su despacho en 2013.cordon press
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Alexandra Shulman, la exeditora de la edición británica de Vogue, no está dispuesta a callarse, al menos, por ahora. Tras su despedida después de más de 25 años al servicio de la publicación, parece que está todavía sanando la herida de una separación forzosa a la que incluso puso nombre: #Vrexit. Así etiquetaba a las fotos de su adiós en la redacción este verano en sus redes sociales. Esta semana ha aprovechado su segunda columna en The Business of Fashion, el medio para el que trabaja ahora, para cuestionar el rumbo que están tomando las actuales cabeceras de moda, obsesionadas con atraer el público milénico y el clickbait.

Intentando responder a la pregunta “¿Qué hace grande a un editor de revistas?” , Shulman reivindica su trabajo, ese que muchas veces no se ve, junto al de todos aquellos veteranos que están siendo obligados a dejar sus puestos o los ven peligrar. “Todo gran editor que conozco invierte una gran parte de su tiempo en los pormenores de la existencia de su bebé: revisando que incluso la foto más pequeña ayude a contar la historia, trabajando en los textos de portada (…). Y, lo más importante de todo, generando imágenes e ideas inesperadas, originales y provocadoras”, escribe.

Según ella, en el nuevo escenario que se dibuja empieza a importar más el peso social de los editores que su capacidad de trabajo. Parece que la cultura del influencer empieza también a hacer mella en las redacciones: “La nueva hornada de editores, aquellos que cogerán las riendas para tirar del carro, serán menos periodistas de revistas y más celebridades o personalidades de la moda con un peso importante en las redes sociales”. Si bien se podría poner en duda que una cosa excluya a la otra, ella parece tenerlo claro. De hecho, es del parecer que esa estrategia podría poner en peligro la identidad y el prestigio conseguido. Y entre líneas le lanza una pulla, sin nombrarlo, a su sucesor, el estilista y editor Edward Enninful: “Definitivamente no es un trabajo para alguien que no desea meterle horas y que piensa que la mayor parte de su trabajo consiste en hacerse fotos luciendo prendas de diseñadores rodeado de sus amigos famosos”.

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Y es que si bien Enninful parece haber asegurado el legado creativo de la publicación colocando junto a él como directora de moda a la solvente Venetia Scott, fotógrafa y estilista, también sorprendió con el nombramiento de las modelos Naomi Campbell y Kate Moss como nuevas "colaboradoras estrella" de la publicación el pasado junio. Algo que no debió de sentar muy bien en una redacción en la que no han parado de hacer recortes. El periódico inglés The Guardian cita a una fuente con información de la redacción, que comenta que el personal se siente como si estuviera trabajando “en el set de Zoolander”, y que mientras se escatima en recursos para el personal de base se invierte en acciones comerciales y reuniones con famosos. Como nota positiva, parece que la redacción le agradece a su nuevo director que se haya tomado muy en serio la falta de diversidad a la que había sometido Shulman a la publicación, que desde 2002 solo colocó a dos modelos negras en portada.

A modo de conclusión, Shulman considera que el papel todavía tiene mucho tirón: “Estoy convencida de que el atractivo de la experiencia tangible que ofrece una revista sigue siendo fuerte”. Pero cree que los nuevos equipos y enfoques no pueden olvidar el trabajo duro. Pero quizá su enfoque, demasiado centrado en comparar formatos, se olvida de lo más importante: la apremiante necesidad de que los veteranos y las nuevas generaciones trabajen juntos para lograr trasladar la autoridad y la magia del papel al mundo online, algo en lo que la industria todavía está en pañales.

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