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Porque lo digo yo
Columna
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‘Vocaloid’

Es una de esas cosas demenciales que inventan los japoneses y luego copiamos todos como si fueran normales, como hacer fotos de todo y el karaoke

Enrique Iglesias, el pasado 15 de julio durante su concierto en Santander.
Enrique Iglesias, el pasado 15 de julio durante su concierto en Santander.Juan Manuel Serrano Arce (Redferns)
Íñigo Domínguez

Ha causado polémica el concierto de Enrique Iglesias en Santander, dicen que fue un bodrio y le abuchearon, aunque lo asombroso es que era por el Año Jubilar Lebaniego. Peregrinaban para verle y quizá alguno tuvo una experiencia religiosa, tal vez la penitencia —como los demás cuando le oyen— o al menos una revelación, que su ídolo era humano, incluso poco de fiar. Pues hala, a casa y a meditar en lo que habéis hecho. Qué querían, depositar tal fe en Enrique Iglesias. Recuerden en cambio al pobre Kiko Rivera, que hacía el deejay por discotecas y le esperaban con menos veneración: iban a tirarle huevos y vasos. Lo gracioso de Iglesias es que no se enteró de nada. “Es un puto honor estar aquí en España”, dijo luego en Instagram. A lo mejor no era él y envió un androide, un replicante pop. Existen, y se llaman vocaloid. Son hologramas de dibujos animados que cantan en el escenario. Lo increíble es que la gente lo sabe, pero aun así va, y paga por ello. Es una de esas cosas demenciales que inventan los japoneses y luego copiamos todos como si fueran normales, como hacer fotos de todo y el karaoke. La vocaloid más famosa es una tal Miku Hatsune. Tiene coletas de metro y medio color turquesa, una edad permanente de 16 años y baila con un puerro (no, no es una errata). No hay quien la aguante un minuto seguido, pero esto ya son gustos y, desde luego, no se engaña a nadie: es mentira de verdad. Otra alternativa es lo que hicieron una vez en La Coruña cuando tocaron los Boney M. Todo bien, hasta que el cantante gritó: “¡Sois de puta madre carallo!”. No solo es que fueran de pega, es que eso nunca lo diría un vocaloid. No por educación, es que no se pueden emocionar.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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