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Prefabricar la arquitectura

Un parvulario en Móstoles demuestra que la progresiva industrialización de la construcción permite trabajos a medida

Anatxu Zabalbeascoa
Guardería modular en Móstoles de Enero Arquitectos.
Guardería modular en Móstoles de Enero Arquitectos.Paula Arroyo

Para bien y para mal la industria está transformando la manera de construir y, por lo tanto, la propia arquitectura. Parece difícil que la prefabricación logre levantar los trajes a medida que han sido siempre los mejores edificios. Pero hay ocasiones que indican lo contrario. Sucede cuando el diseño se adelanta, cuando es capaz de prever los múltiples problemas que van a aparecer luego en la construcción. La gran ventaja de la industria es la anticipación. Así, con previsión pueden llegar a sumarse las ventajas de la industrialización a las del diseño personalizado.

Algo así ha ocurrido en Móstoles, cerca de Madrid. Allí, una nueva guardería —levantada para acoger a los hijos de los empleados del vecino Hospital Rey Juan Carlos— reúne las mejores ventajas del mundo de la prefabricación y el del diseño ad hoc. Sus autores, los miembros del estudio Enero, construyeron el edificio de 300 metros cuadrados en seco, a partir de piezas modulares ideadas por la empresa Modulab. De las primeras reuniones para elaborar el programa hasta las últimas para inaugurar el edificio transcurrieron seis meses.

Más allá de esa rapidez y limpieza, los arquitectos eligieron trabajar con unidades hexagonales para conseguir un diseño ambicioso. Su idea era generar una estructura orgánica de fácil montaje que tuviera prevista la posibilidad de una ampliación futura. Así, cada uno de los hexágonos que conforman hoy la escuela está a su vez dividido en dos módulos trapezoidales con cubierta a dos aguas. El resultado es paradójico: un pabellón de geometría compleja construido a partir de unidades muy sencillas.

Más ecológico

Esta es una nueva arquitectura que se dibuja sobre el plano, pero a diferencia de la de siempre, se preelabora en la fábrica. Por eso, los módulos llegan al solar donde son ensamblados y la obra se convierte en el paso final de la cadena arquitectónica de montaje.

En este caso, más allá del mecano de hexágonos, una fachada de doble capa de aluminio y acero lacado estirado convierte el inmueble en un pabellón cambiante. Dependiendo de la luz que incide en él este adquiere un tono rojo intenso o más cobrizo.

Este parvulario fabricado en un taller está pensado para los niños. Cuenta con puertas que evitan pillarse los dedos y con tiradores inaccesibles, los suelos son flexibles y acolchados y la iluminación indirecta. Además, el pabellón vela también por el lugar: la prefabricación permite limitar el impacto ambiental y rebajar los costes al tiempo que se esmera en la calidad de los acabados. Trabajar con materiales ligeros y en taller limita, por último, la huella ecológica de la arquitectura. Se necesita mucha menos energía para levantar un edificio así que para erigir uno convencional. Es cierto que los últimos conseguían reflejar la huella de sus autores, pero también lo es que algunos de estos edificios prefabricados han sido tan pensados que empiezan a parecer trajes a medida.

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