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palos de ciego
Columna
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Los viejos rencores

Se me ponen los pelos de punta viendo al líder de Podemos llamando al patriotismo, palabra que deberíamos suprimir hasta que le quitemos su olor de sangre y de mierda

Javier Cercas
Pablo Amargo

En una entrevista publicada por este periódico, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, declaraba: “Lo más triste es comprobar que siguen ahí [en Europa] los viejos rencores que creíamos desaparecidos”. Juncker añadía como ejemplo que muchas de las cosas que dicen los alemanes de los griegos son inaceptables, y viceversa. No hay más remedio que darle la razón. Por seguir con su ejemplo, muchos alemanes piensan que los griegos se pasan la vida ligando, cantando y bailando el sirtaki, mientras que muchos griegos piensan que la culpa de todos sus males es de los alemanes; sobra decir que ambas cosas son falsas: la verdad es que la mayoría de los griegos está sudando sangre para salir adelante y que la culpa de sus desdichas la tienen antes que nadie ellos mismos, que han permitido que los gobiernen cuatro familias de sátrapas sin escrúpulos. Por lo demás, no hace falta ser Krugman para saber que los alemanes van a cobrar su deuda y los griegos la van a pagar; la pregunta es si la van a pagar los pobres, como hasta ahora, o la van a pagar los ricos, es decir si se va a pagar equitativamente, según promete Syriza (en un país donde casi nadie paga impuestos, como Grecia, quien paga el pato son los pobres, no los ricos). La respuesta la tiene Syriza, aunque yo no me fiaría.

Pero dejemos la economía y volvamos a los rencores, que de eso sí entiendo. Parece increíble, pero hace apenas 16 años, cuando se introdujo el euro, todo el mundo auguraba un futuro esplendoroso para la Europa unida, porque entendía que, si era capaz de conciliar la unidad económica y política con la diversidad cultural, la UE no sólo iba a terminar con mil años de guerras civiles, sino también a convertirse en una potencia mundial imbatible. El siglo XXI, en suma, pertenecía a la UE. Era un proyecto extraordinario, de una ambición y una nobleza seguras: la única utopía razonable que hemos concebido los europeos; al primer sacudón, sin embargo, se resquebrajó. Es verdad que no fue un sacudón cualquiera y que ya es un gran éxito que no vaya a resolverse con botas sino con votos (por decirlo como Felipe González), pero lo cierto es que la UE se resquebrajó o amenazó con resquebrajarse.

Hace apenas 16 años, cuando se introdujo el euro, todo el mundo auguraba un futuro esplendoroso para la Europa unida

El motivo fue el de toda la vida. Adivina adivinanza: ¿qué tienen en común partidos tan disímiles como el Frente Nacional de Le Pen, el Movimiento 5 Estrellas de Grillo, el UKIP de Farage, la Syriza de Tsipras y tantos otros surgidos en toda Europa? Acertó: el nacionalismo. Todos ellos atribuyen los males propios a la UE (a Bruselas o a Berlín), todos exigen recuperar la soberanía para recuperar la dignidad de sus pueblos oprimidos. Es lo que tienen también en común cosas tan distintas en apariencia como el independentismo sobrevenido en Cataluña y Podemos. El primero ha encontrado al responsable de sus desdichas más cerca (se llama España), así que no necesita hacer responsable a la UE, a la que al parecer regresaría feliz en cuanto se independizase de España, razonamiento lógico si España no fuera ya la UE y la lógica fuera la de los hermanos Marx. En cuanto al segundo, Pablo Iglesias argumentó no hace mucho que UPyD era un partido fascista light porque apelaba en exclusiva al patriotismo y la gente decente, que es a lo que ha empezado a apelar él, en exclusiva, en cuanto ha vislumbrado el poder; yo no sé si eso es fascismo light, pero se me ponen los pelos de punta viendo al líder de Podemos, en una Puerta del Sol abarrotada por la multitud enardecida, llamando al patriotismo, palabra que deberíamos suprimir del castellano hasta que le quitemos su olor de sangre y de mierda.

En fin. Yo entiendo que haya gente escarmentada que piense que la UE es un engañabobos, un trasto frío, distante e inservible. A esa gente hay que recordarle la historia, los beneficios sin disputa que la unidad ha aportado, la ambición y la nobleza del proyecto; también recomendaría que leyesen Sorte dell’Europa, un libro de Alberto Savinio escrito entre 1943 y 1944, cuando los viejos rencores del viejo nacionalismo estaban arrasando Europa, donde se lee: “Estoy cada vez más convencido de que los pueblos de Europa no se curarán de sus gravísimas heridas si no forman una sola nación unida por comunes pensamientos, por comunes intereses, por un destino común”. Amén.

elpaissemanal@elpais.es

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