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“No soy espectador del teatro de mi vida”

Muchos creen que se aprovechó de la anciana Liliane Bettencourt, dueña del imperio L’Oréal Ella le regaló cientos de millones de euros, algo que él explica como un padrinazgo artístico El fotógrafo François-Marie Banier reivindica su arte por encima de su fama de gigoló y cazadotes

Héctor Llanos Martínez
François-Marie Banier, en la inauguración de su exposición fotográfica Portraits en Berlín, el 7 de diciembre.
François-Marie Banier, en la inauguración de su exposición fotográfica Portraits en Berlín, el 7 de diciembre. JOHN MACDOUGALL (AFP)

Desde su adolescencia el fotógrafo y novelista parisino François-Marie Banier se ganó los favores y afectos de jefes de estado, aristócratas y genios creativos. Y en cierto modo hoy reconoce su frustración por ser acusado de abusar de la debilidad de una anciana a la que algunos consideran senil, Liliane Bettencourt, la mujer más rica de Europa, hija del fundador de L‘Oréal. Un escándalo de ramificaciones político-financieras sin precedentes en Francia que le otorgó fama mundial. Personaje controvertido, exrey de la noche parísina, el perfil en Wikipedia de Banier, de 65 años, le difine como gigoló, entre una retahíla de oficios creativos.

Él reivindica su versátil biografía artística, que considera por encima de su imputación en el affaire L'Oréal. Se sabe que perfeccionó su técnica pictórica con los consejos de Dalí, que aprendió a escribir con uno de los fundadores del surrealismo, Louis Aragon, y que entró en el círculo cerrado de actores del cineasta Éric Rohmer.

Han pasado cinco años desde que saltara la polémica, y uno desde que fuera arrestado en París y puesto en libertad bajo fianza de diez millones de euros. Desde entonces asegura haberse refugiado en su creatividad. "En este tiempo he encontrado a los amigos de verdad, porque muchos se han marchado. Ahora es cuando voy a hacer las cosas más importantes de mi vida. No voy a perder un minuto con relaciones que no son reales", confiesa.

"En este tiempo he encontrado a los amigos de verdad. Ahora es cuando voy a hacer las cosas más importantes de mi vida. No perderé un minuto con relaciones que no son reales"

Parte de su obra fotográfica confirma la confianza que en su día le otorgaron personalidades como Samuel Beckett, Johnny Depp o François Mitterrand y que él aprovechó para capturar con su cámara instantes inéditos, no siempre con el permiso de los sujetos. La semana pasada presentó Portraits, una selección de esos retratos, en la Fundación Helmut Newton de Berlín invitado por su amiga June Newton, viuda del fotógrafo alemán."La manipulación no es mi estilo. Lo que hago es fruto de la confianza con mis modelos", dice Banier acerca de su técnica, aunque todas sus palabras y actos parezcan excusar algo más.

En su visita berlinesa no hay rastro de los lujosos trajes que luce en buena parte de sus imágenes de archivo. En su lugar, cordones desabrochados, zapatos poco pulidos, tinta china en los dedos y una cámara Leica M6 colgada al cuello rematan un atuendo más cercano al artista bohemio que al hombre de los 1.000 millones de euros, los que dicen que le regaló paulatinamente la dueña del imperio cosmético. Él ha reconocido haber recibido unos 200, aunque no concreta. En todo caso, una cifra que supera cualquier padrinazgo artístico conocido.

Un gigantesco primer plano del rostro de Carolina de Mónaco con la cabeza afeitada abre la muestra. "Fue idea suya. Me llamó y me pidió que llevara mi cámara", relata. "Cuando llegué, era Ernesto de Hannover quien le cortaba el pelo". Lo que no explica es que entonces, en 1996, el aristócrata aún estaba casado con su primera esposa, y que su relación con la princesa era un simple rumor. "Tomé algunas imágenes de ese momento, pero nunca las publiqué. Soy un idiota".

El precio de la humillación

El 'affaire Bettencourt' no es el único conflicto legal al que François-Marie Banier ha tenido que enfrentarse en los últimos meses. En julio de 2011 tomó sin pedir permiso una instantánea de Michel Baldy, un 'sin techo' que vivía en los Campos Elíseos. Minutos después, el fotógrafo denunció a la policía "haber recibido bofetadas e insultos homófobos" por parte de Baldy. También quedó registrada la versión del otro implicado: fue Banier quien le espetó un "cállate, vagabundo" cuando se le solicitó que borrara la imagen. Cuatro meses después, Baldy fue condenado por "violencia y estado de embriaguez", aunque exento de pena, ya que el artista había decidido retirar la denuncia con anterioridad al fallo judicial.

Ahora es Baldy quien contraataca y reclama un millón de euros por calumnias y lo que considera un atentado contra su derecho a la propia imagen. “Es el precio de la humillación”, justificó recientemente a la emisora RTL. Para Banier, este conflicto es “una estupidez orquestada por un abogado con ansia de protagonismo”. Aun así, no cree haberse convertido en un blanco fácil para aquellos que quieran aprovecharse de su publicitada fortuna. “Estoy tranquilo ante todos mis conflictos judiciales. Nunca he dejado de estarlo en todo este tiempo”, dice ahora.

Una sonrisa traviesa recuerda cómo cazó a la Reina de Inglaterra en un gesto poco favorecedor o el retrato de una Reina Madre despeinada y con las burbujas de una copa de champán en los ojos, pero lamenta que su timidez le haya privado de conseguir más instantes fotográficos.

"¿Tímido? Eres un chico muy malo, por eso te quiero", contesta June Newton al escucharle, perpetuando así un patrón repetido en exceso. La mecenas Marie-Laure de Noailles contaba más de sesenta años cuando financió su incipiente carrera, y la condesa viuda Madeleine Castaing impulsó su faceta fotográfica al comprar sus primeros retratos por 70.000 euros.

Lo que unos llaman abuso de confianza es para él mera complicidad. Castaing posó ante su objetivo a los 89, en camisón y peluca en mano. "Resultó un escándalo, pero también fue su idea. Ella, que había estado próxima a Picasso, me escribió en una carta: ´Esta imagen es a la fotografía lo que Goya es a la pintura", argumenta.

Su entorno defiende que esa cercanía con las mujeres mayores responde a los rescoldos de la mala relación con sus progenitores. "Él abre a los otros a nuevas experiencias. Es particularmente bueno estimulando a la gente mayor", dijo de él uno de sus amigos, el escritor John Richardson.

"Que sea artista no significa que no sea también un buen hombre de negocios. Sabe encontrar el momento adecuado", dijo Liliane Bettencourt en diciembre de 2006. La hija de la millonaria, Françoise Bettencourt-Meyers, entendió ese talento como oportunismo y meses después abrió con su denuncia por abuso de la debilidad de su madre la caja de unos truenos que aún resuenan a posibles evasión fiscal, blanqueo de dinero y financiación ilegal para el partido de Nicolas Sarkozy, la UMP. La investigación ha supuesto la reciente comparecencia ante la justicia del expresidente francés y la imputación del que fuera su ministro de Hacienda.

Banier siente que se malinterpreta su capacidad de iniciativa, la misma que mostraba siendo niño, cuando huía de los maltratos paternos para vender sus primeras obras en la calles de su barrio, el acomodado distrito XVI parisino, donde los vecinos miran al Sena desde la derecha.

"Que sea artista no significa que no sea también un buen hombre de negocios", dijo de él Bettencourt. La hija de la millonaria, Françoise, entendió ese talento como oportunismo y le denunció

El salto a la izquierda intelectual le valió en los años setenta el apodo de "chico dorado de París", término que también considera desvirtuado. "Nunca me molestó, pero era reduccionista y no reconocía mi capacidad como escritor", dice Banier, autor de tres novelas antes de cumplir los 25. La primera vez que abordó a Dalí fue para mostrarle uno de sus cuadros. El catalán especuló con que su pincel debía ser tan grueso como su pene y le recomendó utilizar uno más fino, para suavizar el trazo. Banier confirma la anécdota, pero niega cualquier relación sexual entre ellos. Como también rechaza su supuesta obsesión por los ilustres.

"Si llega a escribir como habla será el cronista más cruel y más gay de su tiempo" vaticinó Louis Aragon en Les Lettres Françaises. ¿Se han cumplido las predicciones? "Aún no, pero sigo intentándolo", responde Banier. Muchos creían que esa consolidación llegaría con la publicación de su diario personal, una ambiciosa crónica de la sociedad de su país. Pero el relato ha llegado a los tribunales antes que a las librerías. Una de sus anotaciones, de abril de 2007, recogía la confidencia que le hizo Bettencourt acerca de "un pedido de dinero" por parte de Nicolas Sarkozy que ella había aceptado. En descargo del expresidente francés, Banier rechazó en su declaración judicial la fiabilidad del texto.

Su paso hace cuatro semanas por el palacio de Justicia de Burdeos supuso el reencuentro con antiguos trabajadores de la casa Bettencourt. Algunos de ellos llevan años relatando supuestas llamadas de Banier a la viuda para que esta siguiera firmándole cheques. "No me identifico con nada de lo que dicen de mí, pero no sabría definirme porque mi atención se centra en los demás. No soy espectador del teatro de mi vida", concluye.

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Héctor Llanos Martínez
Redactor especializado en nuevas narrativas audiovisuales (streaming, pódcast, redes sociales) y en el género documental, con varios años como autor del blog 'Doc&Roll'. Formado en Agencia Efe y elmundo.es, antes de llegar a Verne y la sección de Madrid de El País, escribió desde Berlín para BBC, Deutsche Welle, Cineuropa, Esquire o Yorokobu.

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