¿Qué pretende Nicanor Parra?
El poeta chileno recibe el Cervantes por una obra heterodoxa que reivindica la complejidad
Quién le ha dado el Cervantes a Nicanor Parra? ¿Quién anda por ahí, encantado de conocerse, presumiendo de otorgarle un galardón de prestigio a este caballero? ¿Saben lo que ha escrito? ¿Tienen una remota noción de que ha andado poniendo en cuestión el estado de cosas en el que habitamos como para encima aplaudirle? Será que el jurado ni siquiera se lo cree, será que piensa que lo suyo es cosa de locos, de poetas, de gente sin el menor crédito, de tipos que decoran el salón pero que para nada tienen la menor consistencia. El caso es que ocurrió, y este año, ayer concretamente, un nieto de Nicanor Parra acudió a Alcalá de Henares para recibir el premio de mayor importancia que se otorga en nuestra lengua.
¿Sabía el jurado que Parra hacía monigotes y que los hacía pasar por poemas? ¿Tenía noticia de que anduvo poniéndole bombas a la lírica tradicional para dejar oír su voz con más claridad? Fíjense en la cantidad de chulería que almacena este... ¿poema?: “La izquierda y la derecha unidas / jamás serán vencidas”. ¿De qué va este señor de 97 años? ¿Cómo quiere hacernos creer que este frívolo arrebato puede tomarse en serio como una poesía?
Estimado Nicanor, convendría decirle, ¿no sabe usted que a un lado están los buitres capitalistas que quieren devorarlo todo para engordar y, al otro, una gente que padece sus excesos? ¿Cómo se atreve entonces a hacer esta broma (por entenderla en el mejor sentido)? ¡Hombre, Nicanor! ¿No sabía usted que la derecha siempre protege las cosas de los poderosos y que la izquierda anda como loca procurando defender a los desposeídos? ¿Qué pretende? ¿Juntarlas para que ganen? Pero para que triunfen las dos juntitas ¿en qué partida?
Chileno, nacido en San Fabián (en el centro sur de su país), físico y matemático además de hacedor de versos, de Nicanor Parra explican los manuales que inventó la antipoesía. Quizá sea lo mismo decir que dejó su voz libre, ávido por hurgar en los interrogantes, amigo del disparate, una voz cercana. Y eso es lo que ha premiado el Cervantes, y lo que se celebra en los días del libro como el de ayer. La invitación a no dar por cerrado el mundo. A ponerlo en cuestión y aprender a valerse fuera de consignas y de lo establecido.
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