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Duolingo: 24 millones de personas enganchadas a aprender idiomas con un clic

La aplicación de móvil gratuita atrapa con su mecánica de juegos, retos y rachas propia de las redes sociales y los videojuegos: “Nos dicen que somos casi tan divertidos como el Candy Crush”

Duolingo
Severin Hacker y Luis von Ahn, fundadores de la aplicación de aprendizaje de idiomas Duolingo.Benjamin Ernest (Duolingo)
Elisa Silió

Duolingo tiene unas métricas propias de una aplicación de entretenimiento, no de enseñanza: 83 millones de personas se conectan para aprender una de sus 42 lenguas todos los meses, 24,2 millones lo hacen cada día (10 millones más que el año anterior). Es la aplicación educativa con más descargas del mundo y el guatemalteco Luis von Ahn, uno de sus dos fundadores, no duda en compartir su fórmula secreta, como quien predica para que su idea se copie. “Fuera de clase uno solo aprende si está motivado y nosotros hacemos todo lo que podemos para que la gente siga regresando a Duolingo. Usamos las mismas técnicas que los juegos móviles y las redes sociales”, reconoce el matemático en videoconferencia desde la sede central de la compañía, en Pittsburgh (Estados Unidos).

“Cada lección tiene que durar unos tres minutos y la gente tiene que sentir que le fue bien”, continúa. ¿Cómo? “A cada persona le damos ejercicios que tengan un 80% de probabilidad de que responda correctamente”, confiesa. Si es demasiado fácil o difícil, abandonará. No faltan retos y recompensas, la mascota ―un pequeño búho verde― anima a continuar al remolón si no se ha conectado, se remarca la racha de días seguidos haciendo las tareas (siempre ganan los japoneses), se pueden obtener puntos y hasta existe una moneda virtual.

“La gran mayoría de nuestros usuarios, cuando les preguntan por qué están usándolo, responden: ‘Duolingo es casi tan divertido como Candy Crush y, al menos, no estoy perdiendo mi tiempo”, relata orgulloso Von Ahn. “O dicen: ‘Ahora paso un poco menos de tiempo en Instagram porque aprendo francés”, prosigue. En su opinión, el debate del acceso de los niños a la tecnología es estéril: “Es inevitable. Lo que estamos tratando de hacer acá es que el uso de la pantalla al menos sea útil”.

En sus amenas charlas de audiencia viral, Von Ahn repasa su educación “de rico” sin serlo, pues su madre, que le crio sola y como hijo único, invirtió en él sus recursos. Se graduó en el Colegio Americano de Guatemala y ello le abrió la puerta de la Universidad de Duke, donde se graduó, y la de Carnegie Mellon, donde se doctoró.

El retorno de los idiomas

La app empezó a gestarse en Carnegie Mellon en 2009. Ese año, Von Ahn, matemático y profesor de Ciencias Computacionales, se convirtió en millonario tras vender Recaptcha ―el sistema que fuerza a demostrar que uno no es un robot― a Google y, aunque pensó en retirarse con 30 años, le ilusionaba inventar una herramienta educativa que facilitase la formación de los más desfavorecidos. Y se decantó por los idiomas, que tienen un retorno rápido. “Saber inglés incrementa el salario bastante casi en cualquier trabajo, en Guatemala es casi el doble. Si eres mesero, secretaria... te vale mucho”.

Uriel Kejsefman, gerente de producto de Duolingo, disfrutó de una vivencia parecida a la de Von Ahn. “Crecí en una familia de clase media argentina, y terminé estudiando en Estados Unidos gracias al inglés. Esa experiencia transformó mi vida completamente”, contó a EL PAÍS en el marco de WISE, la cumbre educativa de la Qatar Foundation. En su opinión, el equipo, con personas de 30 países, comparte “la misión de expandir este tipo de oportunidades a más gente”. Kejsefman se formó en Yale y Harvard y, tras pasar por el departamento de Educación del Banco Mundial, hace dos años aterrizó en Duolingo, un paso, en su opinión, natural: ”Era evidente que, en un mundo pospandemia, la educación iba a avanzar desde el sector privado y desde la tecnología en particular”.

Duolingo se ha profesionalizado al máximo y es una compañía con más de 700 trabajadores, entre ingenieros (45%), diseñadores (13%), docentes (9%), publicistas, estrategas... Pero no siempre fue así, porque Von Ahn fue uno de los pioneros del crowdsourcing ―la externalización de tareas a un gran grupo de personas a través de una convocatoria abierta― y fundó una incubadora de cursos. “Al principio los cursos los creábamos con voluntarios y eso hizo que haya un montón de ellos que estaban realmente originados por demanda popular”, explica Kejsefman. Por ejemplo: “Los irlandeses crearon con nuestras herramientas el curso de irlandés [gaélico] que utiliza la mayor parte del mundo que lo aprende”, cuenta orgulloso el argentino. “En algún momento, cuando estábamos haciendo como más de 100 millones de dólares al año, se sintió raro seguir usando voluntarios. Y decidimos empezar a pagarles a todos”, añade entre risas el cofundador guatemalteco. En 2019 empezaron a publicitarse, en 2021 salieron a Bolsa, y la inteligencia artificial les fuerza ahora a no dormirse.

“Hoy estamos yendo más despacio, el foco es asegurarnos de que lo que tenemos sea de muy buena calidad”, explica Kejsefman, que habla siete idiomas y practica su alemán con la aplicación. La mitad de los usuarios aprenden inglés, otro 20% español y otro 10% francés, pero su catálogo incluye lenguas en peligro de desaparición (navajo, hawaiano o criollo haitiano) o rarezas como el alto valyrio, de Juego de tronos, o el klingon de Star Trek.

Desde hace cuatro años, Eduardo González-Mora, profesor de Ingeniería de la Universidad Autónoma del Estado de México, estudia esperanto. Cuenta por correo que le motivó aprenderlo la lectura de la novela La guerra de las salamandras, de Karel Čapek, en la que los anfibios hablan en este idioma. Al menos usa la aplicación 30 minutos diarios. “En mis viajes al extranjero converso con otros y suelo redactar mis notas en esperanto”, relata.

Duolingo

En poco tiempo la inteligencia artificial traducirá y doblará cualquier material grabado ―Coursera ya lo está haciendo―, pero Kejsefman no cree que la gente pierda el interés en hacerse entender cara a cara y los testimonios en las redes sociales parecen darle la razón. Juan quiere chapurrear algo de italiano para viajar a Toscana; Julia decirle cosas en sueco a su ligue de verano; Antonio ansía empaparse de todo lo japonés (cocina, manga, idioma); Blanca, fan del K-pop, se pelea con los rudimentos del coreano. A Von Ahn le sorprende en especial el crecimiento exponencial de este idioma asiático, paralelo al furor musical.

Las oportunidades laborales son, sin embargo, el primer motor para bajarse la aplicación. Se ve muy claro en un mapamundi. En los países anglófonos estudian español (en Canadá francés, su otra lengua oficial), en la Europa balcánica el alemán, y en Suecia los inmigrantes se esfuerzan con el sueco. El alumno no aprende reglas, sino que con la práctica descubre patrones, como cuando aprendió su lengua materna.

Existe una opción prémium de pago, sin anuncios, más sofisticada, Duolingo Max, que Von Ahn anima a pagar a quien pueda costearlo (un 8% del total), para que redunde en una mejor tecnología para el resto de usuarios. La inteligencia artificial avanza cada día. “La idea es tener una conversación casi natural y realista. Por ejemplo, como que estás en un bar en París y viene el barista y te pregunta”, plantea el gerente de producto. “Hemos aprendido que es mucho más mágico si la app responde dinámica y coherentemente a lo que tú le dices. Pero esa magia del ChatGPT hay que mantenerla acorde al nivel de idioma de la persona”. Y despliega otra novedad: “un botón que, cuando haces cualquier error, te explique qué hiciste mal. Antes era imposible, porque cada usuario comete un error diferente”.

Duolingo tiene un examen de certificación del nivel de inglés que se admite en 4.500 universidades, cuesta solo 49 dólares y no exige moverse, lo que abarata el trámite. “Casi cualquier universidad en Estados Unidos acepta nuestra certificación a la hora de aplicar, la mitad de las de Canadá y bastantes en Inglaterra y en Australia”, relata Von Ahn, que apunta muy lejos: “Ahora nos estamos expandiendo a la matemática y a la música”.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.
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