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Más gigas y ciencia abierta para acabar con la “precaridad tecnológica” de la Universidad

El ministerio va a destinar 142,8 millones de Bruselas a modernizar la conectividad, formar a la plantilla o usar ‘big data’ para evaluar la docencia

Elisa Silió
Universidades
Estudiante en la biblioteca Maria Zambrano, de la Universidad Complutense de Madrid, este diciembre.Olmo Calvo (EL PAÍS)

La pandemia, que forzó a mudar la docencia presencial a virtual en cuestión de días ―casi horas―, puso de manifiesto que las 50 universidades públicas españolas no tienen un sistema de digitalización acorde a 2021. Por eso, aprovechando los fondos de recuperación que vienen de Bruselas, el Ministerio de Universidades ha lanzado un ambicioso plan de innovación, transformación y modernización de sus redes con un presupuesto de 142,8 millones de euros. La idea es que los campus renueven sus infraestructuras, creen su propio software, promuevan la ciencia abierta ―en vez de pagar a revistas comerciales― o evalúen la docencia de los profesores, a quienes formarán en el ámbito digital, a través del big data (macrodatos).

“La idea es que [esta partida económica] no sea un parche, sino la oportunidad de una crisis para transformar la sociedad”, ha razonado el ministro de Universidades, Manuel Castells, experto en tecnologías de la información, en la presentación este jueves de Unidigital. “Lo hemos llamado así porque quien no tiene eslogan no tiene nada en el mundo de la comunicación”, ha ironizado.

Castells ha catalogado la situación como de “precariedad tecnológica”, y los datos de la conferencia de rectores (CRUE) le dan la razón. En el curso 2017-2018 ―último del que hay cifras―, solo el 40% de las universidades tenía un plan estratégico de informática y se destinaba el 3,48% del presupuesto a TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), el equivalente a 226 euros por alumno. La cantidad no aumenta desde 2007 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) recomienda invertir un 5% del presupuesto “para enterarnos de que estamos en la era digital”, en palabras del ministro. Estos 142,8 millones, ha precisado, no compensan el déficit y son las universidades quienes deben hacer el esfuerzo si reciben más dotación (la partida ha bajado un 21% en la última década y ahora se está recuperando con una subida presupuestaria del 9%, según el ministerio).

En 2017-18, el 90% del Personal Docente Investigador (PDI) usaba, según los rectores, plataformas virtuales y el 80% de las aulas contaba con internet y proyector multimedia. Sin embargo, en estos meses de pandemia, los estudiantes han denunciado que parte de los profesores se limitaban a colgar en la plataforma un PDF o a remitir a unas conferencias grabadas.

Castells ha insistido en que su intención no es que la docencia se torne digital, sino que se complemente en las aulas con mayores recursos y más profesores. El ministerio quiere que se desarrollen plataformas de aprendizaje que incluyan la gestión de cursos, servicio de videoconferencia, producción de contenidos digitales o redes colaborativas. “Por ejemplo, para ver un modelo biomolecular, un recorrido por colecciones del mundo o la evolución de los mercados financieros para explicar los peligros de la inflación”, ha continuado el ministro. Aunque ha aclarado que existe libertad de cátedra: “Que el conjunto de profesores tenga competencias digitales y luego si alguien es alérgico que lo sea, por ahora estamos en una sociedad libre”.

Estudiantes en una de las clases de las 'aulas espejo' en la Universidad Pública de Navarra, el pasado septiembre.
Estudiantes en una de las clases de las 'aulas espejo' en la Universidad Pública de Navarra, el pasado septiembre.PABLO LASAOSA

Castells apuesta por que las TIC tengan un sistema coordinado y centralizado de las 50 universidades que ya están conectadas por la red Iris. “No puede haber un laboratorio aislado, la ciencia hoy es colaborativa, y hay que incrementar el almacenamiento de datos en la nube”, ha recordado el sociólogo. Pretende también que las universidades creen su propio software ―programas y rutinas que permiten a la computadora realizar determinadas tareas― adaptado a sus necesidades y que les ahorre, además, el pago a las empresas tecnológicas. La idea es que haya una red de fibra óptica de 100 gigas extendida a todo el perímetro de los campus universitarios.

Una biblioteca de Alejandría del siglo XXI

El ministerio sueña con una biblioteca de Alejandría del siglo XXI en el que desde las 673 sedes ―con 200.000 puestos de lectura― se pueda llegar a muchas fuentes de información. España fue pionera en la automatización de los catálogos, “pero hay muchas colecciones a las que no se puede acceder digitalmente”, se lamenta el ministro. Que ha añadido: “El problema es que no hay sitio en las bibliotecas y hay que elegir entre libros y estudiantes, y eso no puede ser”.

Castells ha señalado problemas como “el handicap tremendo” de la comercialización de las revistas científicas que muchos estudiantes y profesores no pueden pagar. “De ahí la importancia de que los resultados se publiquen en abierto”, ha remarcado poniendo dos ejemplos. Hace 12 años, con 30.000 dólares (24.500 euros) él puso en marcha la Internacional Journal of Communications, de acceso abierto, “que es ahora la revista más leída del mundo [en su campo]”. O como desde el European Research Council, que ayudó a fundar en 2005 y que está financiado por la Comisión Europea, han conseguido que el acceso a artículos de ciencia básica europeos sea gratuito. El ministro quiere que las universidades conjuntamente creen estas publicaciones ahora que contarán con ayuda económica pero, cauteloso, ha remarcado que el acceso abierto no es la política del Gobierno, sino una decisión personal.

Castells anima a las universidades a presentar proyectos de big data que permiten “con métodos analíticos objetivos conocer el abandono, las dificultades que encuentran las personas con discapacidad al estudiar o las personas que tratan de conciliar”. “Se trata de colaborar, no de controlar”, ha precisado el ministro, que quiere también que las universidades instalen de una vez la contabilidad analítica gracias a la cual sabrían bien cuánto les cuesta cada cosa. Toda esta actividad, diseñada junto a los rectores, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital y el Instituto Nacional de Ciberseguridad, se va a monitorizar a través de un observatorio.

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Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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