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La empresa que triunfa en Brasil con la producción de alimentos orgánicos como misión religiosa

La pandemia impulsa al Grupo Korin, fundado en 1994 por la Iglesia mesiánica mundial para eliminar los males del mundo mediante la agricultura natural y que empezó con el pollo sin antibióticos

Vista del interior de una tienda del Grupo Korin, en la ciudad de São Paulo.
Vista del interior de una tienda del Grupo Korin, en la ciudad de São Paulo. Lela Beltrão
Naiara Galarraga Gortázar

Brasil es una caja de sorpresas. Y Korin, un grupo empresarial de lo más atípico porque lo fundó hace 30 años la Iglesia mesiánica mundial con las donaciones de sus fieles. Aún es la principal propietaria. Con paciencia, perseverancia, I+D y gracias a la creciente popularidad de la alimentación sana se han convertido en una de las mayores productoras de orgánicos de Brasil. Los mesiánicos fundaron la compañía con una misión mucho más ambiciosa que obtener ingresos: “Crear un paraíso terrenal a través de la agricultura natural para librar al mundo de las enfermedades, la pobreza y los conflictos”, explica el máximo ejecutivo de Korin Alimentos, el mesiánico Luiz Carlos Dematte (59 años, Serra Negra, São Paulo), en una entrevista por videollamada. Un apostolado el de Korin que, en su vertiente empresarial, empezó con la producción de pollo criado sin antibióticos. Una revolución en el Brasil de 1994.

Los orgánicos de Korin están en las baldas de las grandes cadenas brasileñas de supermercados y en sus tiendas, pero su peculiar historia es mucho menos conocida entre la clientela que sus pollos alimentados de manera natural y sabor genuino.

El pollo orgánico, de gallinas alimentadas con maíz no transgénico, y los huevos orgánicos son el sello de identidad, sus productos más vendidos. Gracias a ellos se ha convertido en una empresa de tamaño medio en el potente sector agrícola de este país que es el tercer mayor productor de pollo en el mundo tras EEUU y China. Korin ha ido ampliando su oferta a cientos de referencias de orgánicos que incluyen cereales, arroz, alubias, miel, café --y últimamente incluso pescado-- que producen en cinco fábricas. Tienen 504 empleados directos, detalla Dematte, y otro medio millar indirectos.

El director ejecutivo explica desde la sede de Korin Alimentos, en Ipeúna, a 200 kilómetros de São Paulo, que expandir la agricultura natural es uno de los pilares de la doctrina mesiánica, una misión central para construir ese mundo ideal que persiguen los 1,8 millones de fieles que está Iglesia fundada en Japón tiene repartidos por Brasil, donde se implantó a mediados del XX. Brasil, país diverso como pocos y con una profunda fe en todo tipo de credos, es tierra fértil para cócteles como este, impensables en otros rincones del planeta.

Gallinas camperas de las granjas orgánicas Korin.
Gallinas camperas de las granjas orgánicas Korin. Cortesía Korin organicos

Aunque su facturación ya estaba al alza cuando súbitamente apareció la pandemia, el miedo que metió en el cuerpo de muchos consumidores ha impulsado las ventas de los orgánicos. Dematte no quiere entrar en cifras pero sonríe. Están en expansión.

Cada día de 2022 procesaron 23.000 aves orgánicas, frescas y congeladas, y 150.000 huevos, según la revista Exame, que cifraba los ingresos del Grupo Korin en 2021 en 240 millones de reales (44 millones de euros, 48 millones de dólares), el grueso generados por la filial de alimentos, la que desde 2021 dirige Dematte.

El ejecutivo, que empezó su carrera profesional como veterinario, tiene un doctorado en agricultura sostenible y también se ha formado en una escuela de negocios. Él, como durante muchos años también la empresa, iba “contracorriente”. Era un alternativo. Fueron su interés en las maneras diferentes de cultivar, producir en el campo y alimentarse frente a los modos imperantes, con todos sus químicos y efectos colaterales para los humanos y el resto de los seres vivos, las que le llevaron a unirse a la Iglesia mesiánica, de la que es ministro.

Explica el ejecutivo que, siguiendo las enseñanzas del fundador, un “científico religioso japonés” llamado Mokiti Okada, en las compañías de Korin tratan la tierra como un ser vivo con sentimientos. Creen que las plantas se relacionan entre sí, de la misma manera que “las gallinas se reconocen entre sí, sienten miedo, alegría o ejercen el compañerismo”, detalla. Para los fieles de la Iglesia mesiánica mundial, la interacción natural de la tierra con las plantas y los animales produce alimentos con una energía vital que contribuye a sanar a la humanidad.

La fórmula de Korin para producir sus orgánicos se basa en décadas de observar la naturaleza, de presenciar cómo millones de microorganismos colaboran entre sí. El objetivo es imitar y reproducir esos sofisticados sistemas para optimizar la producción agrícola sin agentes externos y tóxicos, como pesticidas, fertilizantes químicos u hormonas. Aspiran a lograr el equilibrio biodinámico del suelo. Detalla el director ejecutivo que, con mucha inversión en investigación y desarrollo, en estos 30 años han conseguido que sus procesos de producción sean cada vez más eficientes y se puedan replicar a mayor escala. Ahora incluso crean sus propios bioinsumos, productos biológicos para la producción agropecuaria.

Una mujer elige productos refrigerados en una tienda Korin.
Una mujer elige productos refrigerados en una tienda Korin. Lela Beltrão

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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