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Florian Schoeller (Scope): “El problema de España es España: necesita estabilidad política”

El fundador y consejero delegado de la agencia de ‘rating’ advierte de que el enfoque anglosajón de las principales compañías del sector puede acarrear desventajas para los emisores europeos

Florian Schoeller
Florian Schoeller, fundador de Scope, en un hotel en Madrid.Andrea Comas
Miguel Ángel García Vega

Fuera del mundo financiero, ¿alguien conocía a las agencias de rating antes de 2012? Ese año retumbó la crisis de la deuda soberana y las pésimas calificaciones de firmas como S&P, Moody’s o Fitch guiaron a España, entre otras fuerzas de presión, a la austeridad o al austericidio. Y ese recuerdo hizo que algunos políticos entendiesen la trascendencia de contar con empresas europeas para valorar su situación de solvencia. Porque en frente arraiga un muro. Tres colosos angloamericanos: S&P (50,13%), Moody’s (32,79%) y Fitch (10,05%) controlan el 93% del mercado. El ranking continúa —lejos— con DBRS y Scope Group (ambas, 1,31%).

Florian Schoeller (Aquisgrán, Alemania, 1974) creó Scope con solo 26 años. Hoy reivindica el mapa y el territorio. “Una agencia de rating sólida (independiente, creíble, que comprenda los sistemas jurídicos y la formulación de políticas europeas) resulta básica para la salud financiera y la soberanía de Europa”, reflexiona. En su opinión, necesitamos firmas que entiendan “la diversidad de la eurozona [Fitch es británica]”. Esa comprensión es la viga maestra de España: un complicado Gobierno de coalición, unos presupuestos inciertos, multinacionales que amenazan con marcharse por el supuesto riesgo regulatorio y la obligación de cumplir con Bruselas.

Pregunta. El Gobierno se ha comprometido a bajar la deuda pública este año hasta el 108,1% y el siguiente ejercicio debería cerrar en 106,3%. ¿Resulta posible?

Respuesta. Scope confirmó en octubre el rating crediticio a largo plazo de España en A-/estable. De hecho, destacó las perspectivas fiscales del país como un reto esencial, dada la persistente presión en los sistemas de pensiones y la Seguridad Social, en parte por el envejecimiento de la población. Aparecen otros contratiempos debido al moderado aumento de la economía, que recae sobre los ingresos públicos, por ejemplo, las tensiones demográficas, las limitadas mejoras de la productividad y un paro —aunque en descenso— todavía alto. Abordar estos desafíos supone una oportunidad para mejorar el crecimiento, sanear el presupuesto y, por lo tanto, la sostenibilidad de las finanzas públicas.

P. ¿Mantendrán el rating de España?

R. Sí. De momento no existe ninguna razón para subirlo o bajarlo.

P. ¿Prevé una recesión o un aterrizaje suave de la economía española?

R. Nunca predecimos el futuro. Analizamos el presente. El país, como he comentado, tiene un elevado déficit, el lastre del envejecimiento y el desempleo. Esperamos un aterrizaje suave en España. En Europa ya están bajando los tipos de interés y la inflación. Sin duda, los desafíos se pueden superar con un ambiente político más estable.

P. ¿Toca un presupuesto expansivo o restrictivo?

R. Como le decía, somos asesores nunca analizamos el mañana: nos centramos en el ahora.

P. Por una vía distinta; ¿hay que regresar a la ortodoxia financiera: menos dinero en el sistema, menor deuda pública, tipos más elevados?

R. Sí. No existe otra opción para reaccionar. Es de sentido común que actuamos tarde. Pero, afortunadamente, las economías europeas están bastante estabilizadas.

P. ¿Preocupa en Europa el Gobierno de coalición español?

R. [Piensa unos instantes] El problema de España es España. Lo hemos visto en Grecia. Han hecho grandes reformas después de atravesar tiempos duros. Pero ahora empiezan a recoger lo que plantaron hace bastantes años. Y España necesita, sobre todo, estabilidad política. Si se puede mantener durante una década, Grecia y España tendrán la dinámica más fuerte de crecimiento de Europa. Vas a los bares, por ejemplo, en Atenas y Madrid y sientes algo; notas la energía.

P. Habla de estabilidad, pero una de las excusas de algunas multinacionales para amenazar con dejar el país o invertir fuera es el elevado riesgo regulatorio. ¿Es cierto?

R. La mayor parte del riesgo regulatorio no procede de España sino de la Unión Europea. El exceso de regulación [en Europa, acorde con la consultora McKinsey, existen 40.000 requisitos jurídicamente vinculantes para bancos e instituciones financieras] nunca es bueno. Los inversores tienen que ver a la eurozona como un espacio compacto y unido, no como un grupo aislado de países.

P. Sin embargo, algunas organizaciones sienten estas “amenazas” al igual que una especie de chantaje social frente a la obligación de pagar más impuestos por sus enormes ganancias.

R. Cierto. Es difícil decidir. Tienes que adoptar una posición y si no te satisfacen las condiciones simplemente cambias de lugar. Es lo único que pueden hacer las empresas. De alguna forma existe un chantaje, sin embargo carecen de opciones. Lo importante es crear en Europa un entorno donde las compañías puedan cumplir con sus expectativas y generar riqueza. Porque no debemos olvidar que vivimos en una competencia dura y global.

P. El sector del rating está controlado en un 93% por firmas angloamericanas. Su interpretación de la economía en la crisis de la deuda durante 2012 causó un enorme daño social. Pese a que el sistema financiero estadounidense —sin que se enterasen S&P o Moody’s— creó el crash de 2008.

R. El rating funciona como un elemento de seguridad, si falla resulta completamente inútil. Es lo que ocurrió en 2008. [Las firmas estadounidenses] erraron en entender la crisis financiera antes y después de esa fecha. En el crac europeo, cuatro años después, no comprendieron la mentalidad de países como España, o lo que Luis de Guindos [entonces ministro de Economía] y Mariano Rajoy empezaban a hacer. Sabían que la gente rechazaría las medidas. Pero no había alternativa a la realidad. E implantaron algo que copiaron otros países: un plan muy rígido de austeridad.

P. ¿Europa necesita una soberanía financiera frente a las firmas americanas y sus errores?

R. Así es. Las compañías europeas son más exactas. Reflejan los riesgos con mayor precisión. No solo de la empresa en concreto sino también de su entorno. Un ejemplo: las firmas americanas tienen como norma que un banco no puede tener mejor rating que un país. Piense en Banco Santander. Es una firma española pero opera en casi todo el mundo. Son muy rígidas, olvidan el contexto o no lo comprenden. De hecho, el enfoque angloestadounidense de calificación puede acarrear desventajas estructurales para los emisores europeos.

P. De la globalización a la desglobalización.

R. Es un proceso irreversible en las próximas dos décadas. Quizá hemos confiado demasiado en otras partes del mundo y se ha puesto en peligro nuestra soberanía.

P. Otro sector en riesgo son las inversiones con criterios ESG (medio ambiente, sostenibilidad y gobernanza, en su traducción al español). ¿Se las cree?

R. Está claro que necesitamos progresar. El mundo no es el mismo que hace 50 años. Pero para ser honestos he visto demasiados scorings, ratings, rankings. Informes de 50 páginas que terminas tirando. Necesitas datos, un estándar contable, auditoría y entonces llegan los ratings. Pero en la ESG falta todo eso.

P. ¿Qué trenes ha perdido Europa que no regresarán?

R. Hemos perdido algunos, pero siempre llegan otros. Tenemos, por ejemplo, empresas punteras en inteligencia artificial, lo que Europa debe evitar es que se marchen a Estados Unidos porque ofrecen mejores condiciones. Pues siempre aparecen nuevas oportunidades: créame.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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