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EE UU ofrece respiración asistida a la economía venezolana

La decisión de Washington de levantar las sanciones al sector petrolero local mejora las previsiones de crecimiento del país caribeño

Venezuela
Recreación de un pozo petrolífero en el centro de Caracas (Venezuela).Matias Delacroix ( BLOOMBERG )

Para calibrar la eficacia de unas sanciones, nada como medir el rebote que se genera al retirarlas. La reciente decisión del Gobierno de EE UU de suspender desde el 18 de octubre y durante seis meses las prohibiciones que pesaban sobre el petróleo venezolano, entre otras medidas de alivio económico, ha generado un cambio radical en los pronósticos del país. De acuerdo con la última estimación de Ecoanalítica, una consultora independiente de Caracas, el PIB venezolano pasaría de retroceder un 0,7% este año a mejorar un 9,4% en 2024.

Trasvases en alta mar, buques fantasma con el GPS desconectado, trueques, criptomonedas, y porcentajes de dudoso cobro que rozaban el 15%. Eran los costes de un mercado negro que ha dejado de ser necesario para Venezuela desde que el Gobierno de Nicolás Maduro llegara en Barbados a un acuerdo con la oposición para liberar a presos políticos y retirar inhabilitaciones a candidatos rivales, entre otras medidas de restauración democrática.

Según Alejandro Grisanti, director de Ecoanalítica, el impulso al PIB del próximo año vendrá por tres vías: la mejora en el precio de venta del hidrocarburo, la reactivación del sector privado venezolano, y las ampliaciones de producción. La primera es la más fácil de entender: bajo sanciones, el petróleo venezolano se vendía de contrabando en el mercado asiático con un descuento de entre el 25% y el 40% sobre su precio real de mercado, además de mayores costes de transporte, cobro y manipulación.

De acuerdo con las estimaciones del experto en la industria petrolera venezolana y profesor de la Rice University (en Texas), Francisco Monaldi, terminar con los costes del mercado negro significará pasar de 11.000 millones de dólares por exportaciones anuales de hidrocarburos a unos 16.000 millones de dólares. Una inyección más que suficiente para estimular al resto de la actividad económica venezolana, como pronostica Grisanti.

La otra consecuencia del levantamiento de sanciones es un pequeño aumento de la producción petrolera, una variable que ya venía mejorando con el permiso obtenido en 2022 por Chevron para vender en EE UU hidrocarburos venezolanos a cambio de que los beneficios atribuibles a PDVSA, la petrolera venezolana, se emplearan en saldar deudas con acreedores estadounidenses.

En las estimaciones de Grisanti, el permiso particular otorgado a Chevron y el general concedido en octubre a todo el sector podrían permitir acercarse al millón de barriles por día en 2025, frente a los 750.000 que Venezuela produce hoy. Una mejora que sigue siendo insuficiente para un país que tiene las mayores reservas probadas de crudo del mundo y que es capaz de producir dos millones de barriles por día. “Chevron ya ha sumado 135.000, a finales de año llegará a 150.000, y en cada uno de los próximos dos años podría agregar otros 50.000″, dice Monaldi. Según sus estimaciones, la suma de proyectos de la italiana Eni, la española Repsol; y las francesas Perenco y Maurel & Prom (controlada esta última por la empresa estatal indonesia Pertamina) podría añadir otros 70.000 barriles por día en el mismo período.

La gran pregunta es qué va a hacer la china CNPC, que tradicionalmente ha sido el segundo cliente del crudo venezolano después de Chevron. La petrolera estatal ya anunció en la agencia de noticias Reuters su intención de comprar 265.000 barriles al día pagando en efectivo, un detalle que según Monaldi es relevante porque implica que China no está exigiendo, por el momento, el pago en especie de “los 12.000 millones de dólares que como mínimo le debe Venezuela”.

Esperar y ver

“Una compra de 265.000 barriles por día abriría la puerta a que CNPC vuelva a invertir en su proyecto y la producción diaria aumente en otros 100.000 barriles”, dice Monaldi. “Ahora bien, si yo estuviera en su lugar, lo lógico sería esperar a ver si el permiso otorgado por Washington se renueva, y si el ciclo electoral de EE UU y de Venezuela termina o no arruinando esta paz”.

Esperar a ver qué pasa tal vez sea la frase que mejor define al momento actual de Venezuela. En el corto plazo nadie duda de que los ingresos se van a multiplicar con la eliminación de los costes del mercado negro, pero el medio plazo sigue tan misterioso como siempre. De ahí la salvaguarda que, según Monaldi, todas las petroleras europeas van a exigir antes de lanzarse a ampliaciones significativas de producción: “Van a pedir un contrato equivalente al que tiene Chevron, que no está metiendo dinero fresco en el proyecto, sino reinvirtiendo el flujo de caja que le genera el proyecto, o sea que prácticamente no está arriesgando nada porque esa era la única forma en la que le iban a permitir hacer uso del flujo de caja”, dice el experto.

En el corto plazo, el consenso entre analistas es que EE UU no va a dar marcha atrás con una reimposición de sanciones, a pesar de la decisión del Gobierno venezolano de inhabilitar a María Corina Machado como candidata tras obtener una victoria abrumadora en las primarias de la oposición.

La Casa Blanca se siente obligada a mantener la suspensión de sanciones porque tiene que garantizar una mínima seguridad jurídica a su sector petrolero, pero también por su interés genuino en el deshielo de la relación con Caracas. “En la región, la Administración Biden estaba recibiendo muchas presiones de los gobiernos de izquierda que habían vuelto a darle la bienvenida a Maduro y las sanciones estaban empujando a Venezuela hacia Irán y hacia Rusia, entre otros actores poco deseables para Estados Unidos”, dice Risa Grais-Targow, especialista en Venezuela de la consultora Eurasia Group. “Reducir la presión migratoria en la frontera sur también es una preocupación importante para Biden, lo mismo que el precio global del petróleo”.

Si esas son las razones de Biden, la principal motivación de Maduro para llegar a un acuerdo era generar un flujo de caja que le permita aumentar el gasto social de cara a las presidenciales de 2024. El objetivo, dice Grais-Targow, es salir elegido presidente con unas elecciones que como mínimo parezcan limpias para legitimarse frente a la comunidad internacional y presionar por la retirada de más sanciones. “En cierto sentido, estas elecciones representan algo nuevo para él porque son las primeras en las que la oposición compite de verdad, después de que decidieran boicotear las anteriores no presentándose”.

La necesidad de ese flujo de caja es también la razón por la que nadie confía en que los 5.000 millones de dólares extra que como mínimo ingresará Venezuela tras el levantamiento temporal de sanciones tengan como destino principal la reinversión que tanto necesitan los campos petroleros del país, cuyas características obligan a perforaciones permanentes para mantener la producción. Según Monaldi, “ahora mismo solo hay un taladro en el país, frente a los 50 que había cuando Venezuela producía dos millones de barriles por día”. Y añade: “Es verdad que Chevron ha dicho que va a poner otros dos taladros, y eso dejaría al total en tres, pero para lograr el aumento significativo que Venezuela tiene capacidad de generar se necesitarían por lo menos 20″.

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