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Richard Branson, el milmillonario que quiere abrir un hotel en la Luna: “En 50 años habrá viajes allí”

El polifacético empresario británico inaugura un establecimiento de lujo en Mallorca y fantasea con ser el primero en tener uno en el satélite de la Tierra

Richard Branson
Richard Branson, durante la inauguración de su hotel en Son Bunyola (Mallorca), a finales de junio.Jaime Reina
José Luis Aranda

Richard Branson (Londres, 72 años) es uno de los empresarios más conocidos del planeta. Lleva décadas siendo protagonista de jugosos titulares por sus aventuras mercantiles o personales. Incluso por la combinación de ambas, como cuando voló a los confines de la atmósfera con su propia compañía aeroespacial, adelantándose a personajes como Jeff Bezos o Elon Musk. El magnate británico ganó la carrera de los multimillonarios por llegar al espacio, pese a que su fortuna, valorada en unos 3.000 millones de dólares (2.730 millones de euros) por Forbes, está a años luz de la de sus competidores.

Nadie puede dudar de que el británico sabe competir. También en atención mediática, y por eso su aparente timidez desaparece cuando no duda en meterse en una fuente para inmortalizar su llegada a Son Bunyola, el nuevo hotel de lujo que acaba de inaugurar en Mallorca. O en subirse a una silla para dar la bienvenida a los invitados a la fiesta de apertura, a la que la compañía invita a varios medios de comunicación. A la mañana siguiente, atiende a EL PAÍS para hablar sobre el turismo, un sector al que pertenecen la mayoría de sus empresas y al que ve con tanto futuro como retos por delante. “En 50 años creo que la gente seguirá buscando sitios vírgenes”, asegura, “y como desgraciadamente el mundo estará más construido, el gran desafío es asegurarse de que sea similar a como es ahora”.

El germen de los negocios de Branson fue la compañía discográfica Virgin Records, que fundó en 1972 y vendió a principios de los años noventa. Pero quedó la marca que da nombre a un grupo con variopintos negocios, desde gimnasios hasta telefonía, en el que destacan los vinculados al turismo. Entre otros, dos aerolíneas, una compañía de cruceros y varias hoteleras. Los resultados consolidados del grupo en 2021, los últimos que ha hecho públicos en su web, reflejan unos ingresos de 116 millones de libras —casi 136 millones de euros, al cambio actual— de los que 16,3 millones llegaron de la parte hotelera. El resultado final consolidado arrojó pérdidas de 10,5 millones de euros. “El Grupo Virgin es una compañía global”, asegura su fundador. “Describimos un círculo alrededor del mundo y tratamos de abordar algunos de los grandes problemas”, agrega poniendo el acento en su relación con figuras históricas como Kofi Annan o Nelson Mandela.

Branson nunca ha sido un discreto empresario. Su imagen pública se acerca más a la de estrella musical o personalidad política, un terreno que no rehúye. Desde el inicio de la guerra de Ucrania se ha reunido con el presidente Volodímir Zelenski en dos ocasiones. Y su opinión contraria al Brexit es conocida. ¿Cree que la salida del Reino Unido de la UE perjudica negocios como el que acaba de abrir en Mallorca? “No hay ni un solo inglés trabajando aquí, lo que resulta triste”, responde tajante. Y aun así, desarrolla la respuesta para dejar claro que en su opinión sobre este asunto no caben medias tintas: “El Brexit ha tenido muy pocos beneficios si es que ha tenido alguno, porque yo no veo ninguno. Y con suerte algún día el sentido común volverá a prevalecer y alguien nos preguntará si queremos unirnos de nuevo con Europa”, dice quien desde 2000 luce el sir delante del nombre porque fue nombrado caballero por el entonces Príncipe de Gales y actual rey Carlos III.

Sobre sus intereses en España, Branson cita los cruceros de Virgin Voyages que ya hacen escalas en Barcelona, Palma e Ibiza. “No tenemos otros planes inmediatos para España, pero estoy seguro de que llegarán más cosas en los próximos años”, describe el empresario, quien define el hotel en Son Bunyola como “un sueño hecho realidad”. Nacido en una familia acomodada, pero muy lejos de la abundancia actual que se atribuye a sus finanzas, Branson ha aprovechado la apertura del hotel en Mallorca para repetir a cuantos le preguntan su idilio con la isla española. La visitó de pequeño con su familia, abrió allí su primer hotel, el lujoso La Residencia, ubicado en Deià y que actualmente opera Belmond, ya que lo vendió también en los años noventa.

Fue en esa misma década cuando Branson compró la finca de Son Bunyola: 540 hectáreas con una construcción centenaria cuya parte más antigua es un torreón de vigilancia del siglo XIII (que ahora acoge una suite). Y todo ello en las faldas de la sierra de Tramuntana. “Realmente nunca había visto nada tan bonito”, rememora, “pensé que valía la pena intentar proteger esto y hacer algo con ello”. Pero la historia del actual hotel de 26 habitaciones (a partir de 800 euros por noche en temporada alta, 600 euros en la baja) es más alambicada. Tras un primer proyecto que sumaba nuevas construcciones y no contó con el apoyo del Ayuntamiento de Banyalbufar, Branson vendió la edificación en 2002. En 2015 la recompraría para darle el impulso definitivo, con una lección aprendida: “Sabemos que aquí no va a haber más edificios”.

Un “aventurero”

Branson fantasea con unas vacaciones en el último establecimiento de su colección: “Si me alojara aquí, haría dos o tres horas de ciclismo cada día, haría escalada y kite o paddleboard mientras mi mujer podría elegir sentarse junto a la piscina, creo que Son Bunyola lo tiene todo”, dice. La realidad es que el empresario, que se define como “un aventurero”, sabe que eso no es posible porque la semana siguiente estará caminando por la ribera del río Zambeze. Y precisamente en África tiene cuatro de sus ocho establecimientos Virgin Limited Edition, la marca que agrupa los alojamientos más lujosos del grupo y a la que se ha añadido Son Bunyola.

También a esta pertenece Necker Island, un paraíso privado que Branson se compró en las Islas Vírgenes Británicas, donde reside oficialmente. Las consecuencias fiscales de esa decisión levantaron una polvareda en los medios anglosajones hace una década. Y han revivido esta semana cuando, en el marco de un pulso judicial que Virgin mantiene con una compañía estadounidense de ferrocarriles, los abogados de esta última han hecho aflorar algunos correos internos. En uno de ellos, el consejero delegado del grupo, Josh Bayliss, decía que Branson “ha pagado los menores impuestos posibles”, según recogía Reuters en una información publicada con posterioridad a la vista del empresario a Mallorca. La compañía siempre ha defendido que se trata de acusaciones “oportunistas” que se basan en argumentos “cínicos” que pretenden dañar la reputación de la marca Virgin.

Acostumbrado a generar titulares, esas informaciones han empañado el último hito de Virgin. El 29 de junio dio por inaugurados sus viajes comerciales al espacio, aunque con un vuelo donde solo iban astronautas. “Intuyo que dentro de 50 años habrá viajes a la Luna y que habrá un hotel allí, quizás uno de Virgin”, sostiene el fundador. Él sabe lo que es estar fuera de la Tierra, aunque duda si esa ha sido su aventura más extrema: “El espacio fue un sueño y han sido 25 años intentando convertirlo en una realidad”, asegura, “pero volar alrededor del mundo fue una locura, fue muy emocionante, y fui muy afortunado de sobrevivir a eso”. Branson, que se detiene con frecuencia para pensar lo siguiente que va a decir, medita más su respuesta: “Estoy orgulloso por igual de ambas cosas”.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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