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Agenda 2023
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En defensa de la Agenda 2030

Es un plan oportuno, bien orientado y que no está elaborado ni a espaldas de nadie ni contra nadie

Agenda 2030
Maravillas Delgado

Desde su irrupción hace casi ocho años, la Agenda de Desarrollo Sostenible, conocida como Agenda 2030, se ha configurado en una suerte de plan de actuación global que reúne, en sus 17 objetivos y 169 metas, elementos tan poco discutibles como la erradicación de la pobreza extrema, el fin de la malnutrición, la igualdad de niños y niñas en el acceso a la educación primaria, secundaria y terciaria, el trabajo decente o la lucha contra el cambio climático. En contra de lo que opinan sus detractores, la Agenda 2030, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas, implicó un largo proceso que pasó no sólo por diferentes cumbres internacionales, sino también por un profundo proceso de consultas ciudadanas, en lo que posiblemente haya sido el proceso de participación más ambicioso que haya lanzado nunca la comunidad internacional.

La concreción de esas aspiraciones de la humanidad en los objetivos parte de los consensos básicos establecidos en innumerables foros internacionales, pero también en los inesperados progresos alcanzados por los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que, proclamados en el año 2000, orientaron los esfuerzos de la comunidad internacional en un ejercicio sin precedentes en materia de desarrollo humano. Los logros de los ODM fueron parciales pero incontestables: hoy la pobreza extrema es apenas una cuarta parte de la existente en 1990, la mortalidad infantil ha retrocedido a cifras nunca vistas por parte de la humanidad, y el acceso a la educación básica es la norma y no la excepción. En otras palabras, plantearse objetivos ambiciosos sirve para orientar las políticas, establecer marcos, movilizar recursos públicos y privados, y avanzar conjuntamente.

Así, los Objetivos de Desarrollo Sostenible están detrás de muchos de los avances que se han producido en materia de financiación sostenible, responsabilidad y sostenibilidad empresarial, innovación social y gobernanza ciudadana en el conjunto del planeta. La propia UE abordó la agenda como un principio inspirador de su green deal y, consecuentemente, del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia que ha financiado nuestros programas del Plan de Recuperación. Se trata no sólo de una agenda para el sistema de Naciones Unidas, cuya presencia en los países desarrollados puede ser testimonial, pero que es esencial en los países en desarrollo, sino de una serie de principios y objetivos que han movilizado voluntades, recursos y políticas.

En España, la Agenda pasó de un Alto Comisionado a una Secretaría de Estado con el objetivo de dotarla de contenido y peso orgánico y presupuestario. Prácticamente todas las comunidades autónomas y ciudades importantes cuentan con algún tipo de traslación de los ODS a sus políticas públicas, y, atendiendo a los estudios, todo parece indicar que han tenido una importante influencia en la reflexión estratégica de numerosas instituciones políticas. En definitiva, nos encontramos con un marco de acción movilizador, inspirador y con capacidad de generar cambios sustantivos.

España ha sido, por vocación y por necesidad, un país con un ADN multilateral, una vocación que, salvo lamentables excepciones, ha sido respetada y promocionada por los dos grandes partidos políticos y por un importante elenco de empresas, desde las que pueblan el Ibex 35 hasta infinidad de pymes. Sólo hay que asomarse a las empresas firmantes del Pacto Mundial de Naciones Unidas, una alianza público-privada que defiende los principios básicos de los derechos humanos, la sostenibilidad ambiental y la buena gobernanza. Muchas empresas han entendido que el marco que representa la Agenda 2030 no sólo ofrece una referencia para sus políticas de sostenibilidad, sino que también ha generado oportunidades de innovación y liderazgo empresarial dentro y fuera de nuestras fronteras. Al tejido económico español le sienta bien el multilateralismo y le sienta bien la Agenda 2030. Es una agenda oportuna, bien orientada y que, en contra de lo que se proclama desde algunos rincones de la sociedad, no está construida ni a espaldas de nadie ni desde luego contra nadie. Sería un avance muy positivo para nuestra sociedad que, pasase lo que pasase después de la batalla electoral que se avecina, los liderazgos económicos y políticos confirmaran, sin ningún tipo de ambigüedad y con determinación, su compromiso con la sostenibilidad, el multilateralismo y la cooperación internacional.

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