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El secreto del negocio de Casa Tarradellas está en las pizzas

La empresa madre del espetec incorpora nuevas recetas para exprimir al máximo las bases de masa refrigerada que ella misma inventó

Casa Tarradellas
Interior de la fábrica de Casa Tarradellas en Gurb, Barcelona.CASA TARRADELLAS
María Fernández

El rey de la pizza fresca y el fuet en España es una empresa esquiva a comunicar sus tripas contables. Su balance termina en el Registro Mercantil por obligación legal, pero apenas traspasa la frontera de la prensa económica o especializada. Casa Tarradellas es, sin embargo, un grupo de alimentación con una potente marca cocinada a fuego lento que supera los 1.000 millones de facturación (2021) al calor de su acuerdo con Mercadona, para quien fabrica fuets y pizzas, y al contrario que otras grandes enseñas, se mantiene en manos de la familia fundadora, guiada por Josep Terradellas Arcarons. Alérgico a los medios de comunicación, la única intervención que se le recuerda en un foro público fue hace 15 años, cuando dijo aquello de que producían “un millón de chuminadas”, como él las llama, cosas que cuestan poco dinero pero que gracias a la innovación consigue que sean el motor de todo un complejo industrial.

Nacido en una familia de agricultores, junto a su esposa, Anna Falgueras, montó en 1976 un pequeño restaurante de carretera desde el que vendían los productos de su granja familiar. Terradellas, un hombre que siempre ha preferido la fábrica a los focos, es una especie de Amancio Ortega del porcino, un gran empresario hecho a sí mismo que también ha incorporado a sus hijos (Anna, Núria y Josep) al consejo de administración donde su esposa es vicepresidenta. Trabajador desde los 13 años, no se quiso conformar con ser un pagès. En otra de sus contadas intervenciones mencionó que “para llegar a Roma hay distintos caminos”, pero la mayoría pasan por la concentración, por tener “los huevos en la misma cesta y contarlos cada día”, siempre muy pendiente de perfeccionar los productos que vende para sacarles el máximo partido.

Contablemente Casa Tarradellas respira prudencia: en el último lustro ha conseguido un moderado nivel de beneficios, de poco más de un 2% sobre la facturación total, que ha destinado a engordar la hucha de reservas voluntarias. No hay reparto de dividendos entre la saga familiar propietaria de las 20.000 acciones que posee la empresa, y sí unos nutridos fondos propios, de 425 millones, de los que casi 400 proceden de ese reparto anual que se auto­asigna la compañía. Y habrá más: “Entre los objetivos de la sociedad, debemos destacar que los beneficios que se obtengan en el futuro se destinarán a capitalizar la empresa y a la realización de nuevas inversiones que aseguren la competitividad a largo plazo”, señala la sociedad en su último balance. Con ello, de paso, consigue deducciones fiscales rebajando su base imponible hasta un 10% en el impuesto de Sociedades.

La fábrica central de Tarradellas está en Gurb, en la comarca de Osona (Barcelona), en la Plana de Vic, donde desde hace siglos se cultivan cereales. Además de su acuerdo con el rey de la distribución española, en 2020 llegó a un pacto con Nestlé para comprar por 400 millones una participación mayoritaria en las empresas del grupo de charcutería y productos cárnicos Herta, que desarrollan su actividad en Francia, Alemania, Bélgica y el Reino Unido. Hasta ese momento siempre había sido un grupo que no se sentía tan cómodo fuera de España como dentro, algo que los analistas del mercado tachaban de debilidad.

En España y con unos 1.200 empleados, la catalana comercializa desde siempre sus famosos espetecs, una especie de fuets atados por un solo extremo elaborados con cerdos propios, y su otro gran pilar son las pizzas frescas, que introdujeron en 1998 con tal éxito que ha arrastrado a la competencia a desarrollar un completo arsenal de variantes que nutre los lineales. Las bases redondas de pasta coronada con todo tipo de ingredientes llevan un cuarto de siglo en el mercado y ya forman parte de la cesta de la compra habitual. Varias empresas de análisis de mercados apuntan a que ese segmento ha madurado, y la última vuelta de tuerca de este producto está en el enfoque premium, de modo que no se distinga de una pizza recién hecha.

En esa línea van sus últimos productos, las pizzas con masa de fermentación lenta, de hasta 24 horas, para conseguir una base más tierna y ligera. También ha presentado una pizza de calabaza y queso de cabra para ciertas dietas vegetarianas.

En cuanto a los productos cárnicos, el precio del porcino, disparado un 23% en el último año según los primeros datos trimestrales de 2023 del Ministerio de Agricultura, seguramente pasará factura a los costes de explotación de la marca este ejercicio. Aunque, como apunta el experto en el sector cárnico Josep Pujolràs, podría no ser una subida dramática para un productor como Tarradellas, porque los elaboradores consolidados consiguen normalmente cierta estabilidad de precios con sus proveedores, y más si tienen granjas propias.

Innovación

Cuentan en el sector alimentario que la primera aspiración de cualquier fabricante es trabajar para Mercadona, y la segunda, no depender de Mercadona. Soplar y sorber, o convertir el cuadrado en un círculo es una de las fortalezas que distingue a Casa Tarradellas, que anualmente invierte montañas de dinero (32 millones de euros en 2021) en modernizar e introducir innovaciones tecnológicas en sus plantas, pero que también utiliza una estructura verticalizada en la que hay desde granjas hasta fábricas de pienso.

“Puede parecer sencillo, pero producir miles de pizzas requiere de unas instalaciones hipertecnificadas que consigan una calidad estándar”, apunta Pujolràs. Lo mismo pasa con el proceso de secado de los embutidos. La tecnología ha permitido en el sector reducir tiempos de maduración y ganar capacidad de elaboración a costes más bajos.

La marca que ha industrializado el proceso artesanal también ha sido capaz de conseguir equilibrar la fabricación para Hacendado sin perder su propia personalidad en el resto de los productos. Eso ha provocado que invierta fuertemente en campañas de marketing, aunque sus presupuestos en esta área no se desglosan en su balance. Su catálogo de productos, no muy amplio, incorpora alimentos que en su momento se consideraron una disrupción, como los patés en tarros, el beicon troceado, con los loncheados de cerdo frente a las piezas enteras.

Terradellas, sin embargo, no se ha librado de tropiezos, como cuando quiso entrar en el mercado de conservas, pero hasta ahora siempre ha hecho valer su máxima de que todo lo que hace debe gustar al consumidor: “Como espetec casi todos los días y el día que no lo encuentre bueno no lo fabricaré más”.


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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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