_
_
_
_
_

Las tribulaciones del rey español del acero

El grupo siderúrgico Celsa prevé ventas récord este año tras el desplome de 2020, mientras espera financiación de la SEPI para capear su abultada deuda

Dani Cordero
Francesc Rubiralta presidente de Celsa
Francesc Rubiralta, presidente de la siderúrgica Celsa Group posa en Barcelona.Consuelo Bautista

Francesc Rubiralta reconoce con serenidad su experiencia en refinanciaciones. A sus 44 años espera la que sería la número 15: el verano del año pasado la siderúrgica Celsa Group que preside pidió al fondo de apoyo a la solvencia de empresas estratégicas de la SEPI un crédito para superar los problemas de caja que le llevaron a dejar de pagar en marzo pasado parte de su deuda. Arrastra más de 200 millones de euros en impagos desde entonces, causados, apunta, a la reducción de la actividad que provocó el colapso de la economía global durante la fase más dura de la pandemia. El golpe fue de tales dimensiones que las ventas cayeron hasta los 3.300 millones de euros, un 21% menos que un año antes, en paralelo al desplome de los mercados del acero. El grupo familiar, uno de los principales fabricantes de material de acero para la construcción, entró en pérdidas y su ebitda se situó en torno a los 300 millones.

Pese al tiempo que ha transcurrido, Celsa y SEPI mantienen abiertas las negociaciones y se niegan a ofrecer datos de una operación “compleja”, que se situaría por encima de los 500 millones y que se mantiene en el aire pese a que la empresa estatal sí ha cerrado otros siete créditos para capear la crisis de la covid por un importe de 1.347 millones de euros. Fuentes conocedoras de las negociaciones señalan que si el Estado asume el riesgo con recursos públicos también lo tendrán que hacer el resto de protagonistas de la operación: la compañía y sus actuales acreedores. Hasta ahora todas las operaciones que se han cerrado se han basado en la concesión de créditos participativos (convertibles en capital) acompañados de préstamos ordinarios, salvo Duro Felguera, sobre la que no se descarta una inyección de capital.

Rubiralta está convencido de que ese rescate dejará en buenas condiciones de futuro a una compañía cuya actividad ha rebotado en lo que va de año y que diferentes fuentes consideran estratégica por su aportación al PIB. Su previsión de ingresos se sitúa en torno a cifras récord de 5.200 millones de euros para el cierre del año, un ebitda de 600 millones de euros y el retorno a los beneficios.

Diferentes factores alimentan el optimismo de Rubiralta, que defiende que el principal productor de acero español “no es un grupo siderúrgico, sino un grupo reciclador”, ya que el 93% de las ocho toneladas que utiliza como materia prima se obtienen de la recuperación de chatarra en un momento en el que los precios de los minerales que requiere la industria están disparados. Apunta asimismo que Celsa no cargará con la pesada losa de los derechos de CO₂ que padece la mayor parte de su competencia porque ha reconvertido sus hornos para que funcionen con electricidad, lo que supone emitir 20 veces menos que las empresas que operan altos hornos a carbón. Y el tercer punto del argumento que se ha elevado a la SEPI se refiere a la reducción de competencia, a causa del cierre a las exportaciones de acero por el que están apostando Rusia y China.

Celsa
Un operario en una fábrica de Celsa.

“Somos el grupo más integrado de Europa y hemos hecho los deberes ante el contexto de cambio de paradigma en el que nos encontramos”, subraya Rubiralta para defender que Celsa afronta las nuevas tensiones que comportará la emergencia climática y las nuevas demandas a la industria para que reduzca sus emisiones. En su opinión, “Celsa tiene muy buenas perspectivas para entrar en la nueva economía porque estamos enchufados a esa transición. ¿Cuánto tiempo tardará la gente de reclamar acero verde? Ese es el cambio”.

Pero la embarrada situación crediticia en la que se encuentra el grupo no hace tan fácil ver ese horizonte sin nubarrones pintado por Rubiralta. El grupo en España soporta una montaña de deuda que asciende a los 2.700 millones de euros (refinanciada por última vez a finales de 2017), fruto de la política de adquisiciones llevada a cabo por el grupo en la pasada década, que le permite tener ramificaciones societarias en el Reino Unido (Celsa Steel UK), Noruega (Celsa Nordic) y Polonia (Celsa Huta), y una inversión acumulada de 1.700 millones en las dos últimas décadas. Ante la falta de claridad acerca de la solvencia de la compañía, la banca (hoy representada por el Santander, CaixaBank, BBVA y el Sabadell) empezó hace tres años a vender con descuentos que alcanzaron porcentajes de hasta el 70% en la deuda convertible (un total de 1.300 millones de euros) a fondos especulativos como Cross Olean, Apollo, GoldenTree, Sculptor, Goldman Sachs o CVC, entre otros.

Era el reconocimiento de que habían errado con sus análisis y de que quizás no podrían recuperar el dinero. Hoy, calculadas las quitas con las que esos fondos compraron su deuda, Celsa considera que el valor real de toda la deuda podría estar en torno a 1.800 millones de euros, sin contar las rentabilidades que quieran adjudicarse sus tenedores. La división española de Celsa Group, que incluye el negocio de Francia, prevé facturar este año en torno a 3.000 millones de euros.

Preguntado sobre la fuerte deuda que amenaza al grupo, Rubiralta sostiene: “Estábamos cumpliendo hasta marzo, cuando el Gobierno impuso medidas excepcionales y no se podía ni reciclar. Nosotros estamos en un sector a largo plazo, que no se construye ni en 10, ni en 20 ni en 30 años”.

El presidente de Celsa Group no quiere hablar de más escenarios que el de la ayuda de la SEPI, que hasta ahora solo ha acudido a los rescates con créditos participativos (convertibles en capital) acompañados de créditos ordinarios y, en el caso de Duro Felguera, una posible inyección de capital. Una de las incógnitas es la futura actuación de los fondos oportunistas, que podrían ejecutar la deuda y abrir un escenario de desmembramiento del grupo. Ahora, su interés principal, concretan fuentes financieras, es esperar a ver qué pone sobre la mesa el Estado para decidir cuáles son sus próximos pasos. Cuando llegue esa propuesta, es previsible que Celsa haga partícipes a los fondos y dé inicio una negociación a tres.

Un grupo familiar con 10.000 empleados

La Compañía Española de Laminación, el embrión de la actual Celsa Group, nació en 1967, de la mano de los hermanos Francisco y José María Rubiralta. Su crecimiento llegó por la reestructuración que sufrió el sector y de la adquisición de compañías a partir de los años ochenta, hasta convertirse en uno de los máximos referentes del sector. En 2006, los dos hermanos rompen por diferencias de criterio. El segundo se quedó el grupo de material hospitalario Werfen, mucho menor en tamaño, pero con mucha mayor rentabilidad, mientras que el primero siguió con el conglomerado siderúrgico, que ya facturaba cerca de 3.000 millones de euros. Uno de los puntos de discordia fue la adquisición por parte del actual presidente de Celsa de la finlandesa Fundia, que no gustó en la otra rama familiar. A la muerte de su padre en 2010, Francesc Rubiralta asumió el control del grupo, que actualmente cuenta con unos 10.000 empleados.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_