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Diversidad, inclusión y tecnología, la receta de la mejor escuela de España

El CEIP Gumersindo Azcárate, de León, recibe el premio a la mejor escuela de 2023 gracias a un proyecto educativo que se apoya en la multiculturalidad, la convivencia y el desarrollo tecnológico

Un grupo de alumnos de cuatro y cinco años en el Aula del Futuro del CEIP Gumersindo Azcárate (León).
Un grupo de alumnos de cuatro y cinco años en el Aula del Futuro del CEIP Gumersindo Azcárate (León).Nacho Meneses Poncio
Nacho Meneses

Para encontrar la mejor escuela de España no hay que mirar en el corazón de ningún entorno exclusivo y privilegiado. Tal reconocimiento corresponde, este año, al CEIP Gumersindo Azcárate, un centro público de Infantil y Primaria ubicado en un barrio periférico de León. Un entorno donde el contexto social y económico puede calificarse como variado y complejo; donde un centro con solo 130 alumnos alberga más de 12 nacionalidades diferentes y donde la fortaleza reside en la misma diversidad de etnias, culturas y nacionalidades que muchos otros considerarían una amenaza.

La historia del Gumersindo Azcárate es la de un reducido grupo docente capaz de levantar un proyecto caracterizado por “la singularidad en el uso humanístico de la tecnología” y su apuesta “por una convivencia diversa y enfocada a impactar positivamente en su entorno”. Así lo sostiene, en su fallo, la Fundación Princesa de Girona, que el pasado 10 de enero hizo entrega de dicho premio de la mano de Felipe VI, durante una visita que los Reyes hicieron al centro leonés. “La tecnología es el medio que usamos para igualar a este centro, en el que la procedencia de las familias y de los alumnos está muy cercana al riesgo de exclusión social, con otros en condiciones más favorables”, explica César Ámez, su jefe de Estudios. “Tenemos la oportunidad de enseñarles con los materiales y las metodologías más vanguardistas y adecuadas, y sentimos que estamos dándoles oportunidades para competir en igualdad de condiciones con alumnos de contextos más favorecidos”.

Al pasear por los pasillos del colegio, un aspecto llama la atención: todas las puertas de las aulas están abiertas, un pequeño detalle que, para Pilar Bahamonde, su directora, fomenta un ambiente de trabajo. La del centro es una política de puertas abiertas en un sentido literal, ya que también se invita regularmente a las familias a que participen junto a sus hijos en determinadas actividades formativas. “Los padres se sorprenden cuando ven a sus hijos exponer algo, o trabajan codo con codo con ellos y ven lo que son capaces de hacer”, afirma Bahamonde. Hoy, unos y otros (los alumnos de Tercero y Cuarto) se juntan en el aula de Naturaleza, donde aprenden a elaborar sales minerales de lavanda con hierbas procedentes del huerto escolar.

“Aquí se comparten muchas actividades, y eso es algo que yo nunca había hecho con mi hija”, cuenta Joel Castillo, de República Dominicana. En lo que va de curso ha venido cuatro veces, algo que a su hija Zoe “le gusta mucho”. Aunque él lleva dos años en España, Zoe (de nueve) apenas llegó hace cuatro meses; un tiempo en el que “ha evolucionado muchísimo y ha hecho amigos. La diversidad es positiva para ella, porque conoce y comparte cosas de otras culturas”. Rodeando a las maestras se mezclan madres, padres y alumnos gitanos, marroquíes, ucranianos, latinoamericanos... Y un ansia por aprender y compartir. “Los adultos deberíamos aprender la lección que nos dan los niños aquí, respecto a la convivencia y la diversidad”, añade Castillo.

La tecnología, de Infantil a Primaria

La apuesta por la diversidad, la inclusión y la tecnología está implantada en todo el proceso educativo, desde Infantil a Primaria. Una tecnología, además, introducida poco a poco, lo que contribuyó a que se hiciera de la mejor manera posible. Así lo confirma Patricia Fernández, tutora de Sexto y recién llegada al centro: “La tecnología ya estaba muy bien implantada y con mucha responsabilidad, porque saben muy bien cuándo la tienen que coger y cuándo no. Y luego ayuda mucho al trabajo diario en el aula, porque nosotros damos el contenido como lo haríamos siempre, y luego ellos tienen la tablet o el portátil para buscar información complementaria. Se trata, en definitiva, de que tengan recursos y que sepan cuándo y cómo usarlos”.

Ese uso humanístico de la tecnología transpira en los muchos proyectos que el CEIP Gumersindo Azcárate tiene en marcha. Se ve, por ejemplo, en la Biblioteca 2030, donde además de fomentar la lectura, se trabaja la creación de cuentos y se usa Fiction Express, una app con la que los niños leen cada semana un capítulo de un libro, votan por dónde quieren que siga la historia (porque es interactiva) y pueden incluso hacerle preguntas al autor. No es la única herramienta digital: con Snappet trabajan Lengua, Matemáticas e Inglés; y en Smile & Learn, participan en un universo interactivo donde cada planeta es un tipo de contenido. La biblioteca sirve, además, como espacio multidisciplinar donde se favorece la investigación y la búsqueda crítica de la información, aprendiendo a diferenciar la información relevante de la que no lo es.

También, lógicamente, cobra protagonismo el componente tecnológico en el Aula del Futuro, un espacio con numerosos recursos donde los alumnos trabajan el pensamiento computacional, “una habilidad mental que te permite analizar las cosas y resolver problemas, lo que a su vez les va a servir para desarrollar el razonamiento lógico y la toma de decisiones”, explica Jacqueline García, profesora de Infantil. Hoy la acompañan niños de cuatro y cinco años que trabajan en distintos grupos: en uno, varios pequeños se arrodillan junto a un tapete cuadriculado donde programan la ruta que ha de seguir un curioso robot; mientras, en la esquina contraria, dos niños construyen números con piezas de Lego de distintos colores y otros dos grupos juegan alrededor de unas mesas.

“Con la nueva ley educativa, uno de los contenidos que deben impartirse es precisamente el pensamiento computacional, algo que nosotros ya veníamos trabajando desde hace tiempo”, sostiene Ámez. “Desde que nos convertimos en Samsung Smart School, lo que hicimos fue desarrollarlo con ayuda del programa Scratch, a partir de Tercero. Ahora lo seguimos haciendo con robots y el Aula del Futuro, y los de Quinto y Sexto tienen una hora de pensamiento computacional a la semana”.

Convivencia y comunidad

En el aula de Cuarto, los estudiantes comienzan cada martes aprendiendo matemáticas de forma manipulativa, es decir, con materiales manipulables que les permiten comprenderlas y afinar el razonamiento lógico. Allí, agrupados en pequeñas islas internacionales y multiculturales, grupos de cinco alumnos trabajan de forma colaborativa. Niños como Angelina (de Ucrania), Josué (de Paraguay), Samara (gitana, de León), Mauren (de Colombia) y Cristina (de Rumanía), que en una de ellas practican el concepto de números dobles con pequeñas pizarras bancas y policubos de colores.

Cuando llega la hora del recreo en el Gumersindo, lo hace como una extensión natural del buen ambiente que existe entre las distintas culturas y nacionalidades. “Antes tú ibas al patio y estaban los gitanos por un lado, los marroquíes por otro... Pero ahora juegan todos juntos; ha sido un trabajo de años, no se consigue fácilmente. Y es que el patio es un momento para la convivencia”, apunta Bahamonde.

La comunidad se construye de esa forma, pero también con la labor de apoyo que el propio centro brinda a las familias, a quienes se ayuda con todas las gestiones (como ayudas o becas de comedor) que deben hacer con la Administración, e incluso con documentos que necesiten pedir a Hacienda. “Desde el curso pasado, tenemos un aula con ordenadores para que las familias puedan venir para hacer ellos mismos sus gestiones. Pero primero hay que sentarse con ellos y enseñarles, porque muchos no tienen ni correo electrónico, no se acuerdan de él, o dejan pasar los plazos”, ilustra Bahamonde.

Y ahora, Erasmus

En el futuro inmediato de la escuela leonesa figura la intención del centro de ofrecer a un pequeño grupo de alumnos la oportunidad de visitar durante una breve estancia una escuela fuera de España, dentro del programa Erasmus+. De momento, han empezado por formar a los docentes, que ya viajaron el año pasado a Brno, en la República Checa, como observadores.

“Este año, estamos intentando llevar a los niños; lo hemos solicitado y está aprobado, pero depende de las redes de colaboración que podamos establecer con otros centros”, afirma Ámez. “Viajar en un contexto educativo te cambia la mente por completo; les ayuda a ser autónomos y competentes en el uso del idioma y a saber desenvolverse en un entorno escolar que no es el suyo”, añade. Antes, sin embargo, será necesario vencer las reticencias de las familias a que sus hijos viajen al extranjero durante una semana.

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Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS
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