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La gran fábrica china abre en España

El desembarco de Chery en Barcelona visualiza un mar de fondo de la industria asiática para hacer frente al proteccionismo europeo

Minerales en España
Vehículos de Chery Automobile esperan para ser embarcados en el puerto de Wuhu, en China, en una imagen de archivo de 2023.VCG (VCG via Getty Images)

Envision fabricará celdas de baterías para coches eléctricos en Cáceres y se ha asegurado para ello 300 millones de euros de ayudas europeas para construir la planta. Zhensi Holding Group ha adquirido las instalaciones de Airbus en Cádiz para producir componentes de molinos de viento. Y en Barcelona esperan la llegada de Chery para hacer olvidar la mayor deslocalización en años en España, la marcha de Nissan de sus antiguas instalaciones de la Zona Franca. Mientras en Bruselas la Comisión Europea planea cómo proteger a la industria europea de las importaciones procedentes de China, la industria manufacturera de aquel país avanza para instalarse en España y en el resto de Europa.

“Hay indicios para pensar que hay una tendencia de fondo. Y tiene sentido, no sabemos cuántas empresas chinas van a llegar, pero se van a posicionar donde les dejemos”, explica Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano, acerca de la llegada de nuevos jugadores asiáticos, posiblemente subidos a una nueva oleada de entrada en Europa. Llevan lustros picando piedra, primero con la participación de infraestructuras estratégicas para el comercio global: Cosco, China Merchants y Hutchison controlan en torno a un 10% del capital de los puertos europeos. Hace una década dejaron un récord histórico de inversiones en adquisiciones empresariales. De hecho, el año pasado tan solo se cerraron 119 compras de compañías europeas por parte de chinas, la cifra más baja desde 2012, según el conteo de EY. Fueron 309 en 2016.

Pero aquel momento era distinto al actual. Los inversores chinos buscaban la adquisición de tecnología que no habían logrado desarrollar en su país. Las alarmas saltaron justo aquel año cuando el grupo chino Midea compró Kuka por 4.500 millones de euros. Generó revuelo el hecho de que el control de los robots alemanes de última generación pasara a manos de la gran fábrica del mundo. “Hoy las inversiones están cayendo por motivos geopolíticos, porque la economía china no está bien y porque muchas operaciones se están centrando en sectores estratégicos”, explica Amadeu Jensana, director del departamento de Economía y Empresa de Casa Asia.

La adquisición de tecnología ya no es tan necesaria como antaño y en algunos ámbitos, como los vehículos eléctricos o las turbinas para molinos de viento, la producción china es de vanguardia. Es en esos dos campos en los que la Unión Europea ha puesto en marcha investigaciones para analizar si existen casos de competencia desleal con la industria local por las posibles ayudas a la exportación del Estado chino. Y es en ellas en las que posiblemente los fabricantes asiáticos se muevan más rápido para buscar ubicaciones en el Viejo Continente. Los casos de Zhensi y Chery no serían dos casos aislados en Europa. El exitoso BYD plantea implantarse en Hungría, como Great Wall Motors. Y no han sido pocas las inversiones en parques de energías renovables que ha promovido el capital chino.

De hecho, China quiere emprender ahora el camino opuesto al de hace unas décadas: en lugar de importar tecnología desde el extranjero, pretende exportar la que ha desarrollado —una estrategia que según Estados Unidos supone un riesgo y esconde un problema de sobreproducción industrial—, y España es atractiva en muchos sentidos. En primer lugar, mantiene una apuesta clara por las energías renovables con una climatología privilegiada en este sentido, un dúo que no se replica en las demás grandes economías del entorno. España es, también, solo por detrás de Berlín, el segundo mayor fabricante de automóviles del Viejo Continente. Y, por encima de todo, es el cuarto mercado de la UE y un puente hacia Latinoamérica y el norte de África.

“En Latinoamérica hay algunos países cercanos a China y otros no, pero en todos hay empresas españolas”, resumía hace unos días el embajador chino en España, Yao Jing, al mencionar el interés de su país por establecer colaboraciones con compañías españolas al otro lado del Atlántico, sobre todo en el sector de la construcción y la infraestructura. También aseguró que España es la “mejor candidata” para la inversión china en Europa: es un actor relevante dentro del bloque comunitario, un mercado grande y muy enfocado a la UE. “España y Europa se quieren reindustrializar, y China las puede ayudar”, dijo la semana pasada en una comida con periodistas, en la que defendió que Pekín no supone una amenaza para la seguridad nacional de ningún país y lamentó las restricciones comerciales impuestas por Bruselas.

La jugada vendría más o menos a ser la siguiente: España sería un banco de prueba para el desembarco chino y, si la colaboración funciona, hay margen para que en el futuro otros países europeos sigan el mismo camino. Si no prospera, habrá que cambiar de estrategia. La apuesta también pasa por mejorar los intercambios comerciales entre los dos mercados, en particular aumentar el volumen de las exportaciones españolas al lejano oriente y reorientarlas hacia productos de mayor valor añadido —ahora se venden muchos artículos del sector primario, como vino, aceitunas y carne de cerdo—, por ejemplo equipos médicos de última generación. “El año pasado nos enfocamos a la cooperación cultural, pero este año queremos abrirnos más a la comercial”, sintetizó el embajador.

Presencia residual

Pese al interés demostrado por España, “no hay mucha demanda de suelo, aunque en los últimos meses quizás ha aparecido alguna más de lo habitual”, explica Gerard Plana, consultor de Forcadell. La compañía fue la consultora inmobiliaria del fabricante textil Shanghai Jingqingrong Garment, que prevé abrir su primera fábrica fuera de China en el municipio barcelonés de Ripollet. De momento, las implantaciones en España son residuales. Según datos del ICEX, así como China es el tercer mayor inversor en el mundo, ocupa la duodécima posición en España, con un stock de inversión de 10.000 millones de euros. La agencia estatal que promueve la internacionalización de la economía española considera que esos volúmenes son inferiores a los que tocarían a España, porque, de hecho, son unas cifras también inferiores a las que China invierte en otros países de nuestro entorno. Y, solo por poner un ejemplo, Estados Unidos, destina diez veces más recursos.


“La intención de la Unión Europea de aplicar aranceles para proteger a la industria estratégica europea puede estar detrás de las últimas operaciones chinas”, indica Jacinto Soler, socio de la consultora empresarial Emergia Partners, en una tesis que explica de forma diferente Esteban: “El mercado europeo se está cerrando a Europa, por lo que tiene más sentido venir aquí a fabricar y entrar directamente en el mercado”. Una encuesta entre directivos a empresas chinas elaborada por KPMG junto al Icex señalaba el año pasado que los tres principales motivos para que las empresas chinas se instalan en el país eran geográficas y de mercado: por la ubicación de España (76%), por el tamaño de su mercado local (71%) y por la facilidad que le ofrecía acceder a otros países desde aquí (44%). En el caso de Chery, algunos actores empresariales barceloneses han señalado la posibilidad de que la llegada del fabricante de automóviles arrastre a otros fabricantes de componentes asiáticos para asegurar su cadena de suministro.

Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico de Natixis, ofrece una imagen que parece negativa. “Toda inversión china que llegue a España va a matar a otras empresas que tenemos en el ámbito del motor de combustión. Evidentemente, las empresas chinas pueden competir, pero el punto crucial es la creación de empleo y qué condiciones se le han dado para que vengan”, afirma una de las personas que mejor conocen las relaciones entre la Unión Europea y el país asiático, quien cuestiona si España quiere estar en el mismo fiel de balanza que Hungría, gobernada por el ultraconservador Viktor Orbán, otro país que está pugnando por quedarse plantas de fabricantes chinos: “¿Es eso lo que queremos cuando Europa está siendo más negativa ante ese tipo de inversiones?”

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