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Francia y Alemania plantean negociar “mano a mano” la reforma de las reglas fiscales

“Aliento todos los intercambios que puedan aportar un enfoque constructivo”, asume Calviño

Christian Lindner Alemania
El ministro de Economía francés, Bruno Le Maire (izquierda) y el alemán, Christian Lindner (derecha) durante el Eurogrupo de este lunes en Luxemburgo.JULIEN WARNAND (EFE)
Manuel V. Gómez

El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, lo ha dicho con toda crudeza: “Todo el mundo sabe que, al final, un acuerdo sobre las nuevas normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento requiere un acuerdo franco-alemán”. Poco después, su homólogo alemán, menos explícito, ha venido a confirmarlo. No es solo que sean los socios más grandes de la Unión Europea, ambas capitales tienen las posiciones más encontradas en este asunto y, además, lideran bloques de estados: halcones fiscales frente a palomas, norte-sur. La vicepresidenta primera en funciones española y ministra de Economía, Nadia Calviño, conoce la situación y hace de la necesidad virtud: “Apoyo y aliento todos los intercambios que puedan aportar un enfoque constructivo”, ha indicado al llegar a la reunión en Luxemburgo de ministros de Economía de la UE, el Ecofin, un consejo que le toca presidir este semestre.

En ese papel de Presidencia rotatoria del Consejo de la UE, España se había planteado tratar de llegar a esta cita con un primer texto legal para el acuerdo. No ha sido posible. El nuevo horizonte es el 10 de noviembre, fecha para el próximo encuentro del Ecofin. Todavía hay mucha distancia entre lo que defiende Alemania y lo que pide Francia. Ha habido trabajo técnico y también político. Los cinco ministros de los países grandes, más la Comisión Europea, se han visto en Marrakech durante la reunión del FMI y el lunes por la noche en Luxemburgo. En la primera, apuntan fuentes conocedoras del encuentro, no hubo avances: Alemania advirtió de que todavía quedaba mucho por hacer. Y en la segunda, a tenor de lo sucedido este martes, tampoco: hubo un debate público en el que solo Italia y los representantes de la Comisión tomaron la palabra, los demás optaron por no mostrar abiertamente sus discrepancias.

No se ha podido escuchar así lo que Le Maire había anunciado a su llegada: “La propuesta que voy a hacer esta mañana es seguir avanzando mano a mano entre Francia y Alemania. [...] Seguiremos trabajando en las próximas semanas para tratar de alcanzar un acuerdo franco-alemán que pueda servir de base para un acuerdo más integral”. El alemán ha recogido el guante al salir justificándose en que “las iniciativas franco-alemanas a menudo son aceptables para muchos estados miembros porque combinan los mismos valores y el mismo compromiso con la UE con diferentes perspectivas sobre los detalles”. “Estamos trabajando en un terreno común”, ha zanjado finalmente eludiendo concretar más.

La gran distancia que hay entre Francia y Alemania en este punto es casi la misma que había desde el inicio de este debate. Berlín apuesta por fijar números comunes a todos en los planes de ajuste sea cual sea su posición fiscal, económica o demográfica (un factor relevante en el gasto público para sociedades que envejecen). Francia pretende trajes a medida que permitan “tener un nivel de deuda sostenible, es decir, un nivel de deuda compatible con su nivel de crecimiento y las inversiones que todos consideran absolutamente esenciales: inversiones para la transición climática e inversiones para la defensa y la seguridad”, ha sostenido Le Maire. Antes de lanzar esta declaración genérica, el ministro galo ha apuntado dónde va a estar el escollo a vencer con Alemania: “Propongo que nos centremos en un indicador: la deuda. Este es el indicador clave para definir las nuevas normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento”.

Berlín, en cambio, saca otro elemento sobre la mesa: el déficit. Lindner ha dejado claro que, en su opinión, no hay forma de lanzar un mensaje creíble de compromiso con la reducción de la deuda pública hasta un nivel “sostenible” si no hay a su vez una rebaja de los déficit anuales. Fuentes de la negociación explican que no es que sea algo nuevo, pues en el planteamiento de nuevas normas que ha hecho la Comisión se fija un objetivo de deuda y a él se llega a través de una regla de gasto (un límite en el gasto primario) o un tope de déficit, y ambas cosas vendrían a ser lo mismo o caminos similares para llegar al mismo lugar. Si bien, poner una cifra de déficit, asumen, es más fácilmente comunicable.

Lo mismo viene a decir el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis: “El 3% de déficit, efectivamente, no es el objetivo. Es el limite superior, como lo es el sistema actual. Nuestra propuesta mantiene la misma lógica. Los estados miembros aplican sus planes fiscales y tendrían que bajarlo, ser prudentes y mantenerse por debajo del 3%”.

Alemania empuja por el déficit

La fijación de objetivos numéricos comunes a todos los países se ha erigido desde el primer momento en el elemento divisivo de la reforma. La Comisión eludió poner cifras iguales a cumplir por todos. Su plan pasa por planes de ajuste de deuda de cuatro años, ampliables a siete si el estado concernido se compromete a hacer reformas e inversiones. Sí que fijaba una serie de salvaguardas para todos: no se podía demorar para el final del plan los compromisos; si se superaba el 3% de déficit, el Estado debía reducirlo en medio punto porcentual al año; había una regla de gasto. Alemania, en cambio, secundada por un grupo importante de países, siempre ha reclamado que haya objetivos numéricos de ajuste iguales a todos independientemente de su posición fiscal. Y ahí están todavía los escollos.

Más acuerdo habría sobre otros elementos, como los mecanismos de control y aprobación de los planes de ajuste. También ahí Berlín, recelosa de Bruselas, apuesta por menguar el papel de la Comisión y lo está logrando con el concurso de los demás, por ejemplo, rebajando su protagonismo en el diseño de las metodologías matemáticas a emplear en los análisis de sostenibilidad de la deuda y más compromisos de transparencia en su publicación o trasladando el nombramiento del presidente del Consejo Fiscal Europeo, ahora un órgano asesor del Ejecutivo comunitario, al Consejo de la UE. Otro punto en los que habría un acuerdo ya sería en el tratamiento especial del aumento del gasto en Seguridad y Defensa cuando el déficit superara el 3%, podría considerarse entonces un atenuante para evitar la apertura de un procedimiento de déficit excesivo.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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