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El Kremlin culpa a la mala fe y la especulación de su escasez de combustible

El sector agrario de la potencia petrolera denuncia que no tiene reservas para las cosechas de invierno. En el país florece el mercado negro con furgonetas reconvertidas en gasolineras

Una gasolinera de Neftmagistral en Moscú.
Una gasolinera de Neftmagistral en Moscú.MAXIM SHEMETOV (REUTERS)
Javier G. Cuesta

El presidente ruso, Vladímir Putin, proclamó la victoria el pasado lunes en el frente económico. “La fase de la recuperación de la economía rusa ha concluido. Hemos resistido presiones externas absolutamente sin precedentes”, manifestó a los cuatro vientos el mandatario. Cuatro días después, su Gobierno, que dirige con mano férrea uno de los mayores productores de petróleo del mundo, prohibía la venta de gasolina y diésel al extranjero porque sus agricultores no tienen combustible para las cosechas de invierno. Las autoridades rusas, como las venezolanas a finales de los años 2000, dicen que la crisis energética nacional es culpa de los especuladores y la mala fe de los empresarios.

La escasez del diésel ha evidenciado los desequilibrios que afronta la economía rusa. Inmerso en una guerra cada vez más costosa, el Kremlin ha exprimido a sus empresas de hidrocarburos para financiar una maquinaria militar que devorará casi la mitad del presupuesto estatal este año, según unos informes a los que tuvo acceso Reuters. Por su parte, los agricultores claman que no tienen combustible para sus máquinas.

Asimismo, las sanciones han vaciado al país de dólares, euros y otras divisas, lo que ha disparado su precio para poder importar y ha devaluado enormemente el rublo. Según el viceministro de Energía Pável Sorokin, “la diferencia entre el precio interno (del combustible) y la alternativa de exportarlo es muy significativa; ahora supera los 20.000 rublos (195 euros) por tonelada”.

Todo esto ha provocado una espiral inflacionista en el país: importaciones más caras, combustible más caro, productos en las tiendas mucho más caros. Las soluciones que propugnan las autoridades y las petroleras difieren sustancialmente.

“El Gobierno no ha respondido a tiempo a los cambios en el mercado mundial provocados por el aumento de los precios del petróleo”, afirmó Putin en el Foro Económico Oriental celebrado el 12 de septiembre en Vladivostok. “Hablé con Ígor Ivánovich Sechin (director de la mayor petrolera rusa, Rosneft). Él tiene su propia posición, pero el Ejecutivo y los productores han acordado en general cómo actuarán próximamente”, añadió el presidente ruso.

Mientras Putin exige cuadrar el círculo con combustible barato para los rusos y mayores ingresos de su venta al exterior, Sechin aboga por impulsar las exportaciones para cuadrar la economía. El Kremlin elevó sus impuestos a las petroleras después de que Occidente implantase el precio tope al barril de crudo ruso transportado por mar, y el jefe de Rosneft ha pedido que los ferrocarriles rusos transporten petróleo en vez de carbón a Asia para evadir estas sanciones.

El Kremlin rechaza esta medida y apuesta por aumentar los impuestos a las petroleras para forzarlas a vender más al mercado interno, el cual paga con un rublo de futuro incierto. El Gobierno y el sector negocian desde hace meses la tasa para los derechos de exportación de derivados del petróleo. El pasado 15 de septiembre se supo que el Ejecutivo quiere elevarla a 250 dólares por tonelada frente a los 6,4 dólares por tonelada de los productos ligeros (gasolina, diésel) y los 24,1 dólares de los oscuros (fuel oil, alquitrán).

Al final no hubo acuerdo y el Kremlin ha tomado la medida más drástica ante el problema de desabastecimiento: prohibir temporalmente la exportación de los combustibles hasta que las petroleras accedan a un acuerdo sobre la tasa. De hecho, el Gobierno no oculta su presión al sector. Según el diario Kommersant, el Ejecutivo ha propuesto devolver parte de la tasa a las empresas que “de buena fe” suplan al mercado interno como pida el Kremlin.

“Se ha adoptado (esta medida) por tiempo indefinido. Esperamos que el mercado sienta sus efectos bastante rápido, pero dependerá de la saturación del mercado y sus resultados”, ha reconocido este viernes Sorokin en una entrevista concedida al canal Rossiya 24. Según la orden del Ministerio de Energía, “las restricciones permitirán frenar la exportación gris de combustibles”.

Un país petrolero sin combustible

La crisis comenzó a gestarse en primavera, cuando la moneda nacional inició su desplome desde el umbral de los 60 rublos por dólar hasta alcanzar el nivel psicológico de 100 a 1, y el petróleo subió de precio en los mercados internacionales. Según la agencia de estadísticas rusa, Rosstat, el coste de los combustibles ha subido un 9,4% en el mercado minorista desde que comenzó el año.

El litro de gasolina 95 y el de diésel valían la pasada semana 56,2 y 63,9 rublos de media (0,55 y 0,63 euros), precios menores que en Europa, pero elevados para una potencia petrolera donde un tercio de la población gana menos de 27.000 rublos al mes (264 euros) y otro tercio entre esa cifra y 440 euros.

La primera reacción del mercado a las restricciones ha sido notable. Los precios de la gasolina y del diésel se han desplomado este viernes un 9,5% y 16%, respectivamente, en la Bolsa de San Petersburgo.

Sin embargo, el mayor problema no ha sido el encarecimiento del combustible, sino su carencia. El ministro de Agricultura, Dmitri Pátrushev, denunció el pasado 6 de septiembre que no había reservas suficientes para la próxima temporada de cosechas y se avecinaba “un desastre” si no se resolvía este “problema que clama a gritos”. De hecho, el alto cargo pidió vetar la exportación de combustible durante su intervención en la Duma Estatal.

La escasez de combustible y lubricantes es grave en las regiones del sur y el Lejano Oriente de Rusia, los graneros del país. “El suministro de diésel es intermitente, no hay existencias ni siquiera en los depósitos donde siempre compramos”, reconoció a la agencia Interfax el jefe de la compañía agraria Raduga, Alexéi Résik.

Esta empresa opera en la región sureña de Rostov, donde el clima favorece las cosechas de invierno. El Ministerio de Agricultura de aquel oblast ha informado de que sus campos solo disponen de 37.000 toneladas de diésel, lo que apenas cubre un 38% de sus necesidades.

Otras regiones, como Udmurtia, Sarátov y Daguestán, también han solicitado desde verano que se prohíba la exportación de combustibles. Además, los agricultores constatan un encarecimiento mucho mayor que el registrado en las estadísticas de Rosstat.

“La proporción del combustible solía ser de hasta el 20% en el coste del trigo de invierno. Para la cosecha de 2024 podría llegar al 40%”, añade Résik. Además, a ello hay que sumar el aumento del precio del transporte y los aranceles, lo que se traduce en una inflación cada vez mucho mayor en las tiendas.

Gasolineras ilegales en camionetas

Otro problema que afronta Rusia es el mercado negro a medida que las sanciones hacen cada vez más mella. No es raro encontrarse en las provincias la venta de estraperlo de todo tipo de productos, y ello incluye los combustibles, un negocio que ha florecido en los últimos meses.

La Unión del Combustible Rusa alertó a principios de verano de la aparición de miles de gasolineras ambulantes por todo el país. En concreto, autobuses y furgonetas del modelo GAZelle reconvertidos en estaciones de servicio y depósitos en fincas privadas donde las medidas de seguridad brillan por su ausencia.

Según el sector, habría entre 1.500 y 5.000 puntos de venta ilegales por todo el país, especialmente en el sur agrario. El motivo de este auge de las furgogasolineras se debe a la diferencia entre los precios mayoristas y minoristas: mientras que las estaciones de servicio legales tienen menos margen de maniobra y pueden sufrir pérdidas durante un tiempo, el mercado negro puede especular y dejar de vender cuando no le compensa. Mientras, la inflación, poco a poco, se traslada a los consumidores rusos.

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