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Geraldo Rufino: “Mi madre, sin saber leer ni escribir, fue lo que llaman una ‘coach”

El empresario brasileño, que de niño rebuscaba latas en un vertedero, fundó una de las mayores empresas de desguace de camiones y venta de piezas usadas de América Latina

Geraldo Rufino, fundador de JR Diesel, en Sao Paulo, el pasado 3 de abril.
Geraldo Rufino, fundador de JR Diesel, en Sao Paulo, el pasado 3 de abril.Lela Beltrão
Naiara Galarraga Gortázar

Siete años tenía Geraldo Rufino cuando empezó a ganarse la vida. A los nueve, rebuscaba latas en la basura. Se estrenaba en un oficio que en Brasil se llama catador (recolector); cartonero, en Argentina; pepenador en México. Muchos negocios después de aquel primer contacto con el reciclaje, dirige una de las mayores empresas de desguace de camiones y venta de piezas usadas de América Latina. Motores, bujías, ejes… lucen primorosos en los estantes de JR Diesel, en São Paulo, que tiene 120 empleados. Con 1,8 millones de seguidores en Instagram, Rufino (64 años) encarna la fiebre por el emprendedurismo y los mentores. Ford le contrató para informar a la plantilla de que la empresa se iba de Brasil.

Pregunta. Cuando les cuenta a sus nietos que recogía latas, ¿cómo reaccionan?

Respuesta. Uy, no entienden nada. Nací en una choza con suelo de tierra, mis hijos, ya con alfombra. Y mis nietos, en la burbuja. No tienen ni anticuerpos. Les cuento, se ríen, pero no tienen ni idea de lo que es trabajar en un vertedero. Está fuera de su realidad.

P. El oficio de miles sólo en São Paulo.

R. Mis hijos tienen alguna idea. Pero mis nietos nacieron en el barrio de Alphaville.

P. Uno de los más exclusivos de Brasil. Una urbanización cerrada. Allí nadie rebusca en la basura.

R. Si es que no hay basura allí. Todo es bonito, acorde con el medio ambiente. Se creen que es lo normal. Si les llevo a un vertedero, pensarán que es asqueroso y ni verán lo que hay.

P. ¿Cómo descubrió que el reciclaje era tan buen negocio?

R. Por casualidad. Teníamos dos camiones. Chocaron. Siniestro total. Los vendimos a piezas para pagar el crédito. Y una cosa llevó a otra. Un camión se desmonta en 17.000 piezas

P. ¿Recuerda el día a día en el vertedero?

R. Era feliz porque, más allá del negocio de recoger latas, en la basura había de todo, cosas de comer, juguetes, ropa… Encontrábamos muchas cosas que no podíamos comprar.

P. ¿En qué trabajaban sus padres?

R. Mi madre era empleada doméstica, mi padre, albañil.

P. Como tantos brasileños…

R. Mi madre, aunque no sabía leer ni escribir, fue para mí lo que ahora en redes sociales llaman una coach, una mentora.

P. ¿Cuál fue su mejor enseñanza?

R. Decirme que yo podía (alcanzar mis metas) y que ser negro era un privilegio. Me dejó muy claro que no hay pobreza que resista 16 horas trabajadas al día. Me hizo emocionalmente fuerte. Murió cuando yo tenía siete años y medio.

P. ¿Todos sus hermanos son emprendedores?

R. Los siete. Soy el pequeño; el mayor tiene 84. Somos 150 personas en la familia y no hay ni uno solo que sea un pobrecito. A nadie le ha ido mal. En casa, no hay victimismo.

P. Dice que ser negro es un privilegio, pero la estadística es tozuda: son más pobres, tienen menos empleo y mueren antes. ¿Lo dice por provocar?

R. No, es una realidad. Tiene más resistencia física. Pero hace un tiempo decidieron tratar al negro como un animal y meterle en la cabeza que es inferior. Estamos en el XXI y aún hay gente que se lo cree.

P. Los negros tienen menos oportunidades.

R. Es que las oportunidades no te las dan. Las creas tú. Pero, como a la gente le han metido en la cabeza que va a ser difícil, empiezan a victimizarse. Así que más vale que la gente deje de mirar la estadística y se mire a sí misma.

P. Usted es una excepción.

R. Sí, todavía soy una excepción. Pero existen personas con éxito que te pueden servir de espejo.

P. Algunas favelas presumen de ser cuna de emprendedores.

R. Lo son. Esa vena está en los lugares más inhóspitos, donde la gente no tiene muchas opciones. La mayoría de los emprendedores de este país son afrodescendientes.

P. Usted fue pobrísimo, ahora es rico. ¿Cuál es su receta para acabar con la desigualdad?

R. Fortalecer psicológicamente a las personas. Todos tenemos el mismo potencial e inteligencia. Deja de debilitar a las personas con cestas básicas. Hay que dárselas en un primer momento, pero lo que necesitan es educación. Los que mandan, los que tienen el poder político, el poder financiero, prefieren que la gente no sepa lo que puede lograr. Por eso no les dan buena educación.

P. Entonces, ¿paga impuestos contento?

R. Es que no hay otra manera. Si no pagas impuestos el país no se tiene en pie. Hay que ser patriota. Tienes que entender que el país eres tú, que todo es tuyo.

P. Y usted, ¿cómo selecciona a sus empleados?

R. Contrato gente con ganas de crecer. Les aviso ‘mira, hay que trabajar bastante, no ocho horas. Hay que tener espíritu emprendedor. Si eres ingeniera, también hay que barrer’. Quien entra, tiene un sueldo decente, razonable. Y tengo diversidad. Tenemos LGBT, refugiados, expresidiarios, discapacitados... Y son todos sensacionales. Aquí nadie es más que otro. Y son felices. Trato bien a las personas y ellas cuidan del negocio. Por eso crece tan rápido.

P. ¿Qué sintió al ver a una recolectora de basura colocar la faja presidencial a Lula en ausencia de Bolsonaro en Brasilia el 1 de enero?

R. Puro márketing.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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