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La paradoja del diésel: más barato que la gasolina pese al veto a Rusia

El sector y los expertos reconocen su sorpresa por la trayectoria de los precios, pero llaman a esperar unas semanas para ver si se consolida o si la tendencia da un giro

Ignacio Fariza
Un conductor reposta, el verano pasado, en una gasolinera.
Un conductor reposta, el verano pasado, en una gasolinera.EFE

El diésel, siquiera temporalmente, en la paradoja. El veto europeo a su mayor proveedor, Rusia, que entró en vigor el pasado 5 de febrero, estaba llamado a disparar los precios de venta del gasóleo en las estaciones de servicio. Más de una semana después, sin embargo, la medida apenas ha tenido efecto en los surtidores: hoy, un litro cuesta de media algo menos de 1,63 euros en España, cuatro céntimos menos que hace una semana, justo después del inicio del embargo. En los últimos días, además, el gasóleo de automoción ha vuelto a estar más barato que la gasolina, algo que no sucedía desde principios de agosto del año pasado, según los datos del Boletín Petrolero de la UE. Tanto en el caso español como en la media comunitaria, la diferencia es mínima —de menos de un céntimo— pero suficiente para remarcar esta extrañeza.

“Parecía que el 5 de febrero se iba a acabar el mundo y que las cotizaciones iban a subir muchísimo, pero la realidad es que el veto se había anunciado con meses de anticipación y el mercado se había ido preparando”, apunta Inés Cardenal, de la Asociación de Operadores Petroleros (AOP, la principal patronal del sector). “En los primeros días [del embargo], las cotizaciones internacionales del gasóleo, de hecho, han estado bajando”, admite.

La trayectoria dibujada por la gasolina ha sido exactamente la contraria: a pesar de que, a diferencia de en el caso del diésel, Europa es excedentaria —y exportadora neta—, la cotización de este carburante en los mercados internacionales ha subido después de que se anunciase una caída mayor de la prevista en las reservas estadounidenses. En los monolitos españoles, la gasolina 95 cuesta un par de céntimos menos que hace una semana, pero el ritmo de bajada es la mitad en comparación con el diésel. “Como siempre decimos, es muy difícil hacer previsiones sobre precios, porque los mercados tienen dinámicas propias”, resume Cardenal. “Vamos a ver qué pasa en las próximas semanas”.

¿Han sido exagerados los temores sobre una escalada de precios a raíz del veto? Algo sí, pero quizá convendría no ir tan rápido. “Aunque creemos que el mercado va a resolver el desequilibrio, porque creemos que hay suficiente oferta global de refino a escala global, los próximos meses van a ser muy volátiles”, advierte a EL PAÍS Mark Williams, analista de la consultora especializada Wood Mackenzie. A corto plazo —de aquí a finales de marzo—, dice, la previsión de importaciones en Europa desde EE UU o desde los países del golfo Pérsico no será suficiente para cubrir todo lo que llegaba desde Rusia. “Nuestro pronóstico es que el coste del diésel hará pico en este primer trimestre del año”. A partir de entonces, “la caída será moderada”.

Almacenes repletos

El director de estudios y economista jefe de Repsol, Pedro Antonio Merino, cree que tanto los precios de la gasolina y, sobre todo, del diésel “tenían una prima de riesgo por un desabastecimiento potencial que no te puedes permitir en una economía desarrollada”. En un futuro próximo, esboza por teléfono, “puede haber una escasez relativa de gasóleo si China no exporta más y el consumo aumenta, pero sería, en todo caso, una corrección ligera al alza en el precio: no va a llegar a esos niveles de pánico de hace unos meses”, pronostica. En parte, porque los inventarios están “mucho más altos” de lo que cabría esperar a finales del año pasado.

“Que la prohibición entrase en vigor el día 5 no quería decir que se fueran a disparar los precios al día siguiente”, aclara Nacho Rabadán, director general de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (Ceees). “Los operadores europeos se han hinchado a comprar diésel ruso en los últimos meses, para llenar la despensa. Y el buen tiempo también ha contribuido, por la competencia del gasóleo de calefacciones. Cuando se vacíen los stocks, la cosa será diferente, porque a la hora de rellenarlos tendremos problemas”.

En previsión de la escasez de diésel que todo el mundo vislumbraba —y vislumbra—, “todas las refinerías que han podido se han puesto a producirlo en detrimento de la gasolina”, subraya Rabadán. “Y los rendimientos de las refinerías se ajustan para producir un producto en detrimento del otro”. Eso explica que la presión de precios se haya trasladado de una parte a otra del terreno de juego, pero hay más: en EE UU, donde prácticamente todo el parque es de gasolina, la demanda está creciendo; y en las principales ciudades chinas han vuelto a los atascos por primera vez desde el inicio de la pandemia”.

“Habrá que esperar”, sintetiza el jefe de la Ceees. Mientras, que en España el diésel esté —coyunturalmente— más barato “nos viene mejor, porque casi el 80% del carburante de automoción que consumimos es gasóleo”. El impacto del diésel sobre la inflación, además, es mayor: cuando sube, el coste de transporte se dispara y los supermercados revisan al alza los precios en sus lineales. Hasta entonces, la inflación dará un respiro.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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