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El excesivo horario le estalla a las consultoras: “Hay gente que se ahoga”

La vigilancia de la inspección de trabajo pone en entredicho el sistema de trabajo de las ‘Big Four’, mientras los sindicatos hablan de prácticas “ilegales”

Consultoras España
Varios empleados en una oficina, el jueves en Madrid.JUAN BARBOSA
Álvaro Sánchez

Los filtros del sistema para proteger al trabajador frente a abusos por parte de la empresa se han demostrado ineficaces en el sector de las grandes consultoras. Media docena de empleados y exempleados de las llamadas Big Four (PwC, KPMG, EY y Deloitte) contactados por este diario, así como los sindicatos CC OO y UGT, tildan de ilegales las largas jornadas laborales de los jóvenes recién salidos de la universidad que año a año engrosan sus plantillas, habitualmente superiores a las 50 horas semanales, con picos de más de 80. Y lamentan que el registro de jornada implantado por el Gobierno no ha servido para cambiar un ápice su modelo de trabajo, que carece de contrapesos por la ausencia de sindicatos.

El asunto lleva tiempo coleando, pero ha vuelto a un primer plano tras informar El Confidencial de que Trabajo llevó a cabo en noviembre una macroinspección sorpresa para controlar sus horarios laborales. A preguntas de EL PAÍS, Deloitte, KPMG y EY rechazan dar su versión sobre lo sucedido. La patronal AEC pide cautela, señala que la inspección “aún no ha concluido” y reclama “esperar para valorar el resultado”.

La red social LinkedIn ofrece un buen termómetro de cómo esa presión reduce el tiempo que resisten antes de buscar otro empleo, en ocasiones en clientes con los que han trabajado, que ofrecen alivio horario y a veces un salario más alto. La antigüedad media de sus empleados en España presentes en dicha red es de 1,7 años en el caso de PwC, y de 2 años en el de Deloitte y KPMG —no hay datos de EY—. Por comparar con otras grandes empresas españolas, la media en Iberdrola es de 5,7 años, en Repsol de 7,4 años, y en Telefónica de 7,9 años.

Empresas
Dos hombres, a la salida del trabajo en la zona de las Cuatro Torres.JUAN BARBOSA

Hay casos minoritarios que hacen carrera y que, con el tiempo, multiplican exponencialmente el mínimo de alrededor de 14.000 euros brutos anuales que cobraba hasta este año un recién llegado. Un profesional que salió de una de las cuatro grandes tras 16 años en auditoría y varios ascensos reconoce que no se respeta lo suficiente la vida personal, y hay menos derechos que en otras compañías, pero a cambio el trabajo puede llegar a ser muy interesante, con acceso a los planes estratégicos de las empresas. “Ves cómo son por dentro”, explica. En su opinión, una de las claves es “tener suerte con el equipo”. “Tuve compañeros que se fueron porque les tocó de jefe un machaca”, recuerda. En su último año, al verse excluido de las promociones, empezó a atisbar que su adiós se acercaba, por lo que se limitó a cumplir su horario sin brindar el plus que había ofrecido hasta entonces, y finalmente prescindieron de él. Ahora trabaja en una gran compañía del sector cultural.

Pese a la juventud generalizada de las plantillas, muchos dan fe de problemas de salud por la excesiva carga, ya sea en su entorno o en carne propia, lo que acelera la rotación. “Conozco gente con insomnio y ansiedad. No está hecho para todo el mundo, la exigencia es muy alta y hay gente que se ahoga. Sueño a menudo con números que no encuentro en el Excel”, cuenta un empleado de auditoría que, como el resto de consultados para este texto, elude desvelar su identidad por temor a represalias.

Un exconsultor narra que estuvo de baja por una enfermedad derivada del trabajo, y que de los 20 que entraron con él ya solo quedan cinco. “He estado años comiendo y cenando fuera de casa a diario sin hacer deporte más que los findes, y lo aceptaba como normal. Recuerdo que un mes me quedé hasta las tres de la mañana todos los días teniendo que levantarme a las siete. Me dije: ¿qué estoy haciendo con mi vida?”.

Un joven porta su cartera a la salida del trabajo.
Un joven porta su cartera a la salida del trabajo.JUAN BARBOSA

Las renuncias son habituales. Otro explica que tuvo que dejar de jugar al fútbol, deporte que practicaba desde niño, y que la relación con su pareja se deterioró por la falta de tiempo. Ni siquiera las vacaciones son a veces un refugio: “La compañía da todo el mes de agosto de vacaciones, pero surgió la posibilidad de que desde el cliente nos mandaran trabajo. Nos dijeron que nos fuéramos y cada mañana dirían a quién se precisaba para sacar la tarea. Tenía pagado un viaje y decidí ir. Si algún día me necesitaban ya me quedaría en el hotel trabajando. Así que cada mañana retrasaba la salida del hotel hasta recibir el WhatsApp que dijese si a mí me tocaba trabajar, para que no me pillase en medio de la ciudad. O sea, estábamos de guardia estando de vacaciones. Y eso, sin cobrarlo como guardias”.

Incumplimiento del convenio

“Hay un incumplimiento total de la ley, no es normal que no haya un inspector laboral cuando las luces de la torre Picasso están encendidas a las 12 de la noche”, afirmaba un consultor que durante varios años pasó unas 11 horas diarias en la oficina de Deloitte, antes de que saliera a la luz la operación nocturna de Trabajo en las Big Four, que puede acabar en sanciones.

El convenio del sector, considerado por los sindicatos anticuado y falto de derechos, marca un máximo de 1.800 horas anuales, unas 40 semanales. Pero todos coinciden en señalar esa barrera como ilusoria, dado que se les asignan proyectos con plazos imposibles, que dejan en papel mojado las estimaciones de tiempo iniciales.

José María Martínez, secretario general de Servicios de CC OO, califica de “totalmente ilegales” las semanas de más de 80 horas que llegaron a denunciar ante sus jefes los empleados de auditoría de segundo año en EY Barcelona. Y cree que son las grandes víctimas de la guerra de precios por atraer negocio. “Los clientes de las consultoras tienden a regatear las horas contratadas para ahorrar costes, y quien lo paga es el trabajador, que hace más horas que un reloj porque el trabajo tiene que salir y las horas reales no se pueden facturar porque el cliente diría que a ese precio no le compensa”.

El sistema es rentable para los clientes, pero también para las consultoras, que han resistido la pandemia mejor que otras empresas: en 2020 ingresaron un 4% más en medio de caídas generalizadas del resto, y este 2021 crecieron un 4,1%. Deloitte es la que cuenta con más presencia en España, y también la que más generó: en 2021 su facturación nacional fue de 890 millones, un 2,9% más, con una plantilla media por encima de los 8.000 empleados. PwC España ingresó 672 millones ese año, un alza del 4,6%; EY generó 594 millones, el 3,4% más, y por último KPMG percibió 503 millones, un 6,7% más. Estas tres últimas rondan los 5.000 empleados, por lo que conjuntamente suman unos 23.000 trabajadores y facturaron 2.659 millones de euros en 2021 solo en España. “Ninguna consultora pequeña puede competir con alguien que se salta la ley y tiene un ejército a su disposición”, apunta un joven consultor.

La implantación del registro de jornada en el año 2019 prometía hacer aflorar miles de horas trabajadas sin contraprestación que hasta ahora quedaban ocultas, pero la pandemia ha entorpecido ese propósito al trasladar el lugar de trabajo al hogar del empleado, y esa barrera se supera recurrentemente sin consecuencias. El representante de CC OO cuestiona su aplicación. “En estas empresas no hay nadie que vigile su implementación, así que no se ponen en marcha o son de mentira porque nadie las controla”, asegura.

Un consultor de riesgos bancarios empleado de una de las Big Four se muestra decepcionado por el funcionamiento de dicho registro, que cree se ha demostrado inútil. El año pasado hizo entre 45 y 50 horas extra cada mes. “Con tantos días terminando tarde y empezando temprano me planteaba si no sería mejor dormir en el banco para ahorrarme el tiempo de transporte público”.

Los ejemplos con los que este joven ilustra la dureza de estas dinámicas son amplios: el servicio de seguridad del banco se acostumbró a que sonara la alarma antirrobo por la presencia de consultores, se convocaban reuniones pasadas las nueve de la noche, y era común que se encargase nuevo trabajo fuera de horario, con lógicas repercusiones en la vida cotidiana. “Si no vas al Mercadona el finde, sabes que lo más probable es que no puedas ir a comprar en toda la semana. Recuerdo más de una vez volver cerca de las once de la noche e ir solo al McDonald’s en traje y corbata porque sabía que en mi casa no tenía nada para cenar y todos los supermercados estaban cerrados”, relata.

El modo en que se recompensa ese tiempo de trabajo adicional varía. Según fuentes de EY, las horas extra se compensan mayoritariamente con periodos de vacaciones, pero si en algún caso no es posible se gratifican económicamente. La misma práctica sigue Accenture. En otras, como Deloitte, hay personal que asegura no haber conocido a nadie al que le hayan pagado en dinero una sola hora extra. Y PwC ofrece días libres fuera de la busy season, el agotador periodo de varios meses a comienzos de año en que se cierran las cuentas anuales de grandes empresas y hay que revisarlas contra reloj antes de la presentación de resultados.

Un joven que trabajó para una de las Big Four cuenta que tratar de ceñirse a los horarios puede salir muy caro. “El año pasado, después de tres años haciendo horas extras y cobrando solo entre un 10% o un 15% de ellas, estaba quemado y un día me harté. 45 minutos después de que se acabase mi jornada laboral le dije al superior que cerraba, que seguía mañana, y cuando me hicieron la evaluación me despidieron. Iremos a juicio”. La odisea no acabó ahí. “Lo peor es que empecé en un sitio nuevo a trabajar y cuando se enteraron fueron a decir que me habían despedido por no querer hacer horas extras. Al menos fueron sinceros”, ironiza.

Pese a estas malas experiencias, su poder de captación siguió siendo grande durante décadas, aunque ahora se ha resentido, algo que las consultoras achacan a que hay menos licenciados en matemáticas, física, informática o estadística. Tras varias crisis, y en un contexto no siempre favorable para encontrar trabajo, ofrecen a los jóvenes del país con más paro juvenil de Europa contratos indefinidos en un entorno de alto nivel donde el aprendizaje es intenso. “Esto es un máster pagado”, les repiten.

Sin embargo, muchos de estos veinteañeros, titulados universitarios en ADE, Derecho o Economía, a veces formados en escuelas de negocios, con máster, idiomas y vestidos con trajes impecables para acudir a la oficina, se quejan de que haciendo una simple división se dan cuenta de que su mínimo de 14.000 euros brutos anuales —o incluso los 25.000 de los que entran con condiciones mejores— les sitúan por debajo de profesiones del sector servicios para las que no se exige tanta formación.

Esa precariedad provoca una enorme rotación laboral que estas compañías tratan de camuflar destacando únicamente las miles de contrataciones que realizan para suplir esas bajas, obviando la otra cara de la moneda: las salidas. El preacuerdo del nuevo convenio recoge subir el sueldo anual de la categoría más baja a 16.000 euros este año y a 17.000 euros en 2024, tras una negociación con la patronal AEC, liderada por la exvicepresidenta del Gobierno socialista Elena Salgado. Las conversaciones tomaron velocidad en noviembre, justo el mes de la inspección, y se cerraron en enero.

Sin sindicatos

Mientras consultoras tecnológicas como NTT Data, Capgemini, Atos, Indra y otras muchas sí tienen sindicatos, estos no existen en las Big Four. Su ausencia acentúa la vulnerabilidad de auditores y consultores júnior, que han de fiar la defensa de sus derechos a la buena voluntad de los comités de ética, buzones de sugerencias o la conversación cara a cara con los jefes, a los que no siempre es sencillo trasladar descontento dado que puede hacer peligrar futuros ascensos. Para Martínez, de CC OO, organizar una representación sindical en estas compañías “es como vender catecismo en el infierno”. “Son estas mismas empresas las que asesoran a sus clientes sobre qué hacer para no tener representación sindical”, añade.

José Luis Mazón, responsable del sector consultoras de UGT, coincide. “Alguna vez he contestado consultas sobre despidos o abusos, pero cuando les he trasladado la posibilidad de crear un comité de empresa he visto auténtico pavor a hablar de ese tema, como si fuera tabú”. Para Mazón, “si eres una persona fiel y cumples con los niveles de exigencia, estas empresas te ponen la zanahoria de convertirte en socio, y la gente acepta pasar carros y carretas para ver si alcanza ese olimpo de los dioses”.

Sin una puerta que tocar, impera el sálvese quien pueda. Un exauditor de PwC recuerda que intentó poner en marcha un sindicato, e incluso escribió a cerca de un centenar de compañeros, pero al ver que no conseguía suficientes voluntarios a sumarse, optó por negociar de forma individual la entrega de un bonus, algo que consiguió.

Entrada de uno de los edificios de las Cuatro Torres, en Madrid.
Entrada de uno de los edificios de las Cuatro Torres, en Madrid.JUAN BARBOSA

Pese a que la sociedad ha cambiado y cada vez hay mayor demanda de conciliación, estas firmas llevan décadas funcionando de un modo similar. Las jornadas interminables son un secreto a voces que han vivido con resignación muchas generaciones, sabedoras de que era un peaje que les serviría de trampolín a un puesto bien pagado en otra compañía, lo que les ha valido la denominación de “cárnicas”, es decir, empresas que venden consultores al peso. Hay quien se pregunta si merece la pena entregar años de vida a cambio de un éxito cada vez más incierto.

Dos cuestiones sobrevuelan la escena. ¿Por qué no se contrata más gente? “El modelo de socio millonario no lo aguanta. No hay muchas empresas que puedan tener gente cobrando lo que cobran socios de una consultora”, opina un consultor ya fuera del sector. ¿Se puede hacer algo para frenar las largas jornadas? “La única forma de evitarlo es que los sistemas operativos queden inhabilitados a partir de las siete de la tarde, los fines de semana y en vacaciones”, dice tajante otro joven consultor, este en activo en Deloitte. A esa hora, cuando teóricamente el trabajo debe dar paso a un tiempo de ocio donde hacer deporte, relacionarse y distraer la mente, pocos se atreven a levantarse de su silla.

La complacencia con este sistema, sin embargo, está decayendo. “Nuestros padres tenían otro concepto del trabajo, buscaban una empresa para toda la vida. Eso se ha perdido y ya no nos da miedo cambiar. Ves gente de 40 años, sin familia, que no tienen vida fuera de la auditoría o la consultoría. Entonces te dices: no quiero esto para mí”, sostiene sentado a una terraza junto al parque del Retiro un joven empleado de auditoría de una de las Big Four.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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