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El ‘tsunami’ del covid se contagia al comercio electrónico en China

Tras el fin de los confinamientos masivos, la compañía JD se vio obligado a trasladar a Pekín a un millar de repartidores ante los problemas de abastecimiento por las bajas médicas. EL PAÍS visita una planta logística del gigante de la distribución

Interior de una nave de la compañía china de comercio electrónico JD.com ubicada a las afueras de Pekín el martes 10 de enero.
Interior de una nave de la compañía china de comercio electrónico JD.com ubicada a las afueras de Pekín el martes 10 de enero.Guillermo Abril
Guillermo Abril

Produce una leve sensación de vértigo adentrarse en una de las catedrales del comercio electrónico. No tienen nada de especial vistas desde fuera: son inmensos hangares de formas sobrias, a menudo ubicados a las afueras de las grandes urbes, con un ejército de camiones a la puerta. En el interior, bajo la luz artificial, se oyen zumbidos y chasquidos y se puede observar el mareante baile de centenares de paquetes siendo guiados de un lado a otro por operarios, robots, toros mecánicos y cintas de distribución, desde las hileras de estanterías hasta terminar en uno de esos camiones aparcados a la entrada, en cuya panza viajarán al siguiente punto de reparto para finalmente ser conducidos en moto por un repartidor y acabar en las manos —o, en su defecto, el felpudo— de quien trazó unos días atrás apenas un par de órdenes en el teléfono móvil, activando el monstruoso proceso.

La danza de cajas en las tripas de esta nave del gigante chino de la logística JD.com a las afueras de Pekín resulta hipnótica. Es martes de esta semana y el Gobierno del país ha organizado la visita como parte de un esfuerzo propagandístico para mostrar cómo China trata de recuperarse del tsunami de contagios que ha seguido al brusco levantamiento de la férrea política de cero covid, tras casi tres años rigiendo la vida de sus ciudadanos. El giro de 180 grados ha despertado críticas por la falta de previsión sanitaria y la Organización Mundial de la Salud ha censurado a la potencia asiática de infrarrepresentar las cifras de muertos y hospitalizaciones.

La visita, a la que ha sido invitado EL PAÍS, ha pasado previamente por fábricas de medicamentos, cuyo suministro ha estado bajo enorme presión en las últimas semanas y ha escaseado en los hospitales en el peor momento.

El impacto de pasar de la covid cero a una especie de covid total, dejando atrás los testeos masivos y los confinamientos de megaurbes, también ha alcanzado al comercio electrónico y ha hecho tambalear sus engranajes. En Pekín, la ola se sintió con fuerza y contagió a la mitad de la población en las primeras tres semanas de diciembre —según estimaciones confidenciales del Gobierno reveladas por Bloomberg—. Se infectaron multitud de repartidores, muchos a la vez, dejando numerosos envíos en suspenso. En las calles descansaban centenares de cajas apiladas en las esquinas, extrañas construcciones que se elevaban como sueños aún por cumplir. Uno podía pasar por delante y tratar de adivinar si quizá allí estaba, pongamos, el árbol de navidad que había encargado. Había también casos mucho más graves: a muchos enfermos de covid no les llegaban a tiempo los fármacos que habían pedido en línea y cuya demanda se disparó de un día para otro.

Una esquina de Pekín muestra la acumulación de paquetes sin enviar durante la ola de contagios que ha sufrido la ciudad, el pasado 14 de diciembre.
Una esquina de Pekín muestra la acumulación de paquetes sin enviar durante la ola de contagios que ha sufrido la ciudad, el pasado 14 de diciembre.Guillermo Abril

En diciembre, JD.com se vio obligada a traer de otras provincias a 1.000 repartidores para hacer frente a la demanda, explica Wang Yuchan, empleada del departamento de Relaciones Públicas Internacionales de la empresa. Wang ejerce de guía por los pasillos y plataformas de esta nave que distribuye a Pekín y a otros puntos de las provincias de Hebei y de Mongolia interior. A pesar de la escasez de trabajadores, añade, fueron capaces de repartir todos los paquetes, aunque “quizá un poco más lento que en tiempos normales”, concede Wang.

A lo largo del recorrido, la guía da muchas cifras: destaca que cuentan con 580 millones de usuarios, que el 90% de sus envíos, en condiciones normales, llegan a destino antes de las 24 horas y que en esta planta, altamente robotizada, pueden manejar un volumen de hasta 800.000 órdenes diarias. Una compañera extiende unos folios con numerosas estadísticas. Pero no queda claro el tamaño del impacto durante la ola de salida.

—Cuánta gente de la compañía se infectó?

—Lo siento, no tengo esa información.

JD.com, que figura entre las principales compañías de comercio en línea del país junto a Alibaba y Pinduoduo, cuenta con unos 200.000 repartidores. En toda China, los mensajeros de plataformas suman millones. A menudo se trata de trabajadores migrantes llegados de las zonas rurales, con salarios bajos y horarios intensivos, y sobre los cuales se cimenta buena parte del meteórico desarrollo de la industria.

En el gigante asiático hay una verdadera fiebre por este tipo de consumo. Pedir artículos a domicilio es un arte que es necesario dominar a medida que uno se instala en el país, y sin el cual cuesta sobrevivir. Las calles están surcadas por cientos de repartidores desplazándose a toda velocidad que hacen malabarismos con la carga, uno se los cruza a menudo en los carriles bici, en las escaleras, en los rellanos; conviene saber que en la carretera suelen entender que tienen preferencia. Todo se puede pedir y, de hecho, se pide: el desayuno, la comida, el café de después de comer, la compra cotidiana de fruta y verduras, los muebles, el agua, la ropa, el papel higiénico, la aguja rota del viejo tocadiscos, los hielos, unas sillas plegables para sentar a los invitados a la cena. Por eso cuando se colapsa afecta a todo el sistema.

El comercio en línea suma el 45,3% del total de las compras minoristas en China y mueve 2,8 billones de dólares (unos 2,5 billones de euros), según la consultora Insider Intelligence. Pero la citada consultora cree que el 2022 habrá sido el año de menor crecimiento del sector desde que empezaron a realizar el estudio, en 2008: un 9,1%. “En cualquier caso, el nuevo gasto total será enorme”.

La covid ha implicado numerosas disrupciones, especialmente este año. En Shanghái, cuyos 25 millones de ciudadanos sufrieron en primavera un confinamiento de más de dos meses, el sector encalló y hubo momentos de pánico cuando los habitantes, encerrados en casa, no podían adquirir ni unas verduras.

Pero el coronavirus ha jugado a la vez un papel de catalizador. “La pandemia de covid-19 ha acelerado aún más las actividades de comercio electrónico en China”, señalaba Ravi Sharma, analista de GlobalData, en un artículo del pasado verano. “Los consumidores recelosos utilizan cada vez más el canal en línea para sus compras con el fin de evitar exponerse a los vectores de la enfermedad, una tendencia que continúa más allá de la pandemia”. También lo ve así Wang, la guía de JD.com: “La covid ha implicado un cambio en la sociedad y ha ayudado a transformar el escenario”, concluye. “Vemos a más jóvenes y también a más gente mayor comprando en línea”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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