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La economía española se enfrió en verano pero apunta a un mayor crecimiento del esperado en 2022

El PIB se expandió solo un 0,1% en el tercer trimestre por el menor impulso de las exportaciones, la inversión y el consumo de los hogares. Salvo catástrofe en el tramo final, sin embargo, el repunte anual superará el 5%

Ignacio Fariza
Dos operarios trabajan en una obra en Granada.
Dos operarios trabajan en una obra en Granada.Álex Cámara (Europa Press)

La economía española se enfrió en los meses de verano. El crecimiento trimestral se desaceleró en casi dos puntos porcentuales entre julio y septiembre, al pasar del 2% del segundo a solo el 0,1% en el tercero. Las causas de esta ralentización hay que encontrarlas, sobre todo, en el frenazo de las exportaciones —que pasaron de repuntar un 5,4% a hacerlo solo un 1,5%—, del consumo de los hogares —de un 1,7% a un magro 0,1%— y de la inversión —de un 1,2% a un 0,7%—, según la Contabilidad Nacional publicada este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Estas variables no solo avanzaron a un ritmo menor que en el trimestre precedente, sino que lo hicieron, también, a una menor velocidad de lo avanzado por el propio INE a finales de octubre. Entonces, la oficina estadística calculó un avance económico del 0,2% intertrimestral que finalmente se ha quedado en un 0,1%.

Hasta ahí las malas nuevas: esta ralentización estival contrasta con los lúgubres pronósticos que se hacían hace solo unos meses y la economía se encamina a un crecimiento anual mayor del previsto por la mayoría de casas de análisis. Tras la actualización publicada este viernes por el INE —que también revisa sustancialmente al alza el PIB de los tres trimestres anteriores—, el avance interanual queda en el 4,4%, seis décimas por encima de lo atisbado en la primera lectura.

Salvo catástrofe inesperada en el tramo final del año, en el conjunto de 2022 la economía española superará el 5% de crecimiento. Esta cifra está por encima de lo proyectado tanto por el Gobierno —que suele pecar de optimista— como por el Banco de España —que este martes revisó sus cifras hasta el 4,6%—. Incluso en un escenario de avance nulo en el cuatro trimestre —según los datos de Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas—, el crecimiento del PIB acabaría del 5,2%. Para bajar de la barrera del 5%, la caída entre octubre y diciembre tendría que ser abultadísima, de una proporción “inverosímil”, en palabras de Torres.

La economía española y, en general, la del conjunto de la UE está resistiendo mejor de lo previsto en un ejercicio especialmente adverso, marcado de principio a fin por la crisis energética, la invasión rusa de Ucrania y, en definitiva, una poderosa dentellada sobre el bolsillo de las familias. El estallido de la guerra tiñó de rojo unas proyecciones ya de por sí enjutas. En aquellos análisis, incertidumbre era la palabra más repetida. También la más suave: la correlación entre inflación y recesión parecía directa, y el pesimismo lo permeaba todo.

Mientras los economistas hacían sus cábalas y apostaban a que España podría caer en recesión en el último tramo del año, el mercado laboral se pertrechaba para resistir en el otoño y el invierno. Y la inflación seguía dando guerra. Ambas variables, no obstante, han cambiado de trayectoria en los estertores de 2022: el empleo resiste y los precios, guiados por la moderación de la electricidad y los carburantes, dan un primer respiro. Muchos de aquellos riesgos no se han materializado: frente a la tormenta que aguardaban los analistas, los nubarrones han dejado una lluvia mucho menos gruesa. Ralentización, pero no recesión.

“Los datos confirman la desacelaración en curso, tanto en España como en el resto de economías europeas. Pero el año va a cerrar con un crecimiento más alto de lo estimado por prácticamente todos los analistas”, resume Torres, que achaca buena parte del enfriamiento del verano al agotamiento del colchón de ahorro de los hogares. “La pérdida de poder adquisitivo se traslada al consumo: ahora, el sobreahorro de la pandemia está solo en las rentas más altas, que no tienen tanta propensión a consumir”.

Las dos mayores perturbaciones de los últimos tiempos —la inflación, especialmente la energética, y el empeoramiento de las expectativas, que ha lastrado tanto la inversión como la confianza de los consumidores— “van a menos”, según el responsable de análisis económico de la fundación de las cajas de ahorro. “Tanto el petróleo como el gas siguen en un nivel muy alto, pero se han estabilizado. Y, a medida que se vayan descartando los peores escenarios, las expectativas mejoran y eso también puede contribuir a una mejora futura de la economía”. Tanto el cierre de 2022 como el inicio de 2023, augura, serán “complicados” antes de que el crecimiento vuelva a remontar a partir de la próxima primavera. “Hay puntos de resistencia importantes: pese a los temores de recesión, las empresas no han ajustado las plantillas; y las exportaciones, aunque también se desaceleran, aguantan mejor que en otros países europeos, con superávit externo”

Matilde Mas, catedrática de Fundamentos del Análisis Económico de la Universitat de València e investigadora del IVIE, también constata una pérdida de fuelle económico en los meses de estío, pero pone especial énfasis en los aspectos más positivos. “El crecimiento se desacelera, eso está claro, pero la suma apunta más bien al optimismo”, subraya por teléfono. “Porque, aunque también crece a menor ritmo, parte del impulso viene de la demanda externa y eso quiere decir que estamos manteniendo la competitividad. Porque el mercado de trabajo sigue funcionando muy bien, con tasas de ocupación muy altas. Y porque la productividad sigue mostrando un comportamiento claramente positivo y un cambio de tendencia respecto a antes de la pandemia”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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