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La ministra francesa de Energía: “El proyecto BarMar tomará más tiempo que el MidCat. Estará hacia 2030″

Agnès Pannier-Runacher defiende el nuevo conducto submarino para hidrógeno acordado con España y Portugal: “Costará más caro pero es posible”

Agnès Pannier-Runacher, en su ministerio el miércoles.
Agnès Pannier-Runacher, en su ministerio el miércoles.eric hadj
Marc Bassets

Francia apuesta decididamente por la construcción del BarMar, el conducto submarino que debe transportar hidrógeno entre Barcelona y Marsella y, desde allí, al norte de Europa. Pero el nuevo proyecto, en sustitución del gasoducto transpirenaico MidCat, se encuentra en una fase muy preliminar. Los plazos podrían llevar a construirlo hacia 2030, o más tarde.

“Tomará más tiempo [que el MidCat], más bien el plazo apunta a 2030, con un objetivo: estar en condiciones de transportar esencialmente hidrógeno, en vez de desarrollar una infraestructura gasística que más adelante podría convertirse para el hidrógeno”, dice, en una entrevista con EL PAÍS y los medios de la red LENA, la ministra francesa para la Transición Energética, Agnès Pannier-Runacher.

La semana pasada, el presidente francés, Emmanuel Macron, el jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez, y el primer ministro portugués, António Costa, abandonaron el terrestre y gasítistico MidCat en favor del marítimo BarMar, destinado al hidrógeno. Sánchez, Costa y el canciller alemán, Olaf Scholz, llevaban semanas defendiendo que el MidCat podría responder a la crisis energética actual y llevar hidrógeno en el futuro. Macron sostenía que construirlo llevaría demasiado tiempo —”cinco años mínimo”, dice la ministra— y cuestionaba la viabilidad de reconvertirlo en hidro-ducto.

“Los expertos nos decían que construir una infraestructura para gas y convertirla en infraestructura para hidrógeno no funcionaría”, justifica Pannier-Runacher (París, 48 años). “En cambio, si se concibe inicialmente como una infraestructura para hidrógeno, costará más cara, pero es posible”.

“El BarMar es un corredor de hidrógeno bajo en carbono”, resume la ministra para subrayar las diferencias entre ambos proyectos, más allá del recorrido. Y retoma uno de los argumentos que Francia esgrimió en el forcejeo con Madrid, Lisboa y Berlín sobre el MidCat: construir este gasoducto iba en contra de la lucha contra el cambio climático. “El MidCat y el BarMar no son lo mismo”, zanja.

Defiende la ministra: “¿Qué necesitamos hoy? Reforzar las infraestructuras eléctricas, y lo hacemos. Proyectar el hidrógeno de mañana, y lo hacemos. Y ponemos las infraestructuras al servicio del hidrógeno más que invertir masivamente en una infraestructura fósil”.

Aunque no hay una fecha decidida, Pannier cita varias veces la de 2030 en la conversación. Lo que queda claro es que todo se encuentra en una fase preliminar. “Hemos nombrado un grupo de trabajo para hacer los primeros análisis”, explica. “Este trabajo se presentará en la cumbre [de países del sur de la Unión Europea] de Alicante el 9 de diciembre. Entre los escenarios que se han evocado rápidamente, se hablaba de 2030. Después habrá que trabajar en este proyecto para precisar las fechas”.

Financiación

Sobre la financiación con dinero de la UE, necesaria para una infraestructura costosa como esta, afirma: “Si queremos obtener una financiación de la Unión Europea, habrá que llegar con un dossier que explique cuántos kilómetros, por dónde, a qué coste, para hacer qué, y también definir cuál puede ser la contribución de este dispositivo al refuerzo de las infraestructuras europeas”.

Pannier-Runacher, nombrada en mayo y antes titular de la cartera de Industria, se encuentra desde hace unos meses en la sala de máquinas en la que su país afronta la gran crisis del momento, la energética. Desde la sede de su ministerio, un palacete en el bulevar Saint-Germain, prepara la Francia del futuro, con una apuesta obstinada por la de la energía nuclear, a contracorriente de vecinos como Alemania y España, pero que siguen contando en otros países como Reino Unido o Finlandia.

Sobre el precio del gas y los acuerdos preliminares en el Consejo Europeo de la semana pasada, la ministra se muestra confiada, pese a las diferencias con Alemania. “Lo que está claro es que estamos todos alineados”, dice la ministra. “Se salió [del Consejo Europeo] con un acuerdo, con la lista de lo que vamos a hacer, pero esto no se hace en un fin de semana”.

Pannier-Runcher podría ubicarse en el ala social-liberal del Gobierno. Formada en la Escuela Nacional de Administración, vivero de las élites del país e inspectora de Finanzas con experiencia en el sector público y privada, es una tecnócrata a la francesa. Domina al detalle los temas; raramente se sale del guion.

Energía nuclear

El plan de Macron para construir entre seis y 14 nuevos reactores nucleares es uno de los ejes de su misión. “Esta apuesta industrial”, recuerda, “la hizo Francia en los años 70, y había funcionado. Esto explica que Francia sea hoy uno de los países más descarbonizados de Europa en términos de mix energético”. Sobre el nuevo plan nuclear, añade: “En efecto, es un proyecto industrial muy ambicioso. Y también es una oportunidad para otros socios europeos que podrán beneficiarse de estas inversiones para sus propios proyectos nucleares”.

El plan despierta escepticismo. Hoy buena parte de los reactores están parados por problemas de corrosión y por operaciones de mantenimiento. En el momento en que las centrales francesas, que debía garantizar la soberanía energética, son más necesarias, resulta que no funcionan a pleno rendimiento. Francia ha acabado importando electricidad estos meses.

A la pregunta sobre si todo esto no siembra dudas sobre el modelo nuclear francés, Pannier-Runacher responde: “Creo que es más bien contrario. Es decir, Europa se está dando cuenta de que lo nuclear francés es esencial para la resiliencia”. Y promete: “EDF [el gigante público de la energía] trabaja a destajo para cumplir el calendario de reconexión de nuestras centrales”. Francia fue nuclear, lo es y quiere seguir siéndolo.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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